Lo más fácil en una semana como esta sería hablar de Pedro Sánchez, pero lo prudente sería esperar a ver qué pasa; o de la turismofobia, esa nebulosa que los hoteleros de la Comunitat ya comienzan a presenciar, aunque sea de lejos. Pero si hay otro asunto de rabiosa actualidad, al menos, en estas tierras, y durante estos días, es la Inteligencia Artificial y su aplicación en el día a día, por los diferentes actos que se han celebrado y que nos permiten -al menos a mi- emitir un juicio de valor sobre este instrumento disruptivo que va a cambiar nuestras vidas -yo creo para bien- y nuestros trabajos -también para bien-.
La visita de José Luis Escrivá; el congreso Opendir, la Gala de Plaza Emprendedores o las jornadas de Periodismo Digital, en menos de 15 días, permiten dibujar ese horizonte, ya que vemos, que ya experimentan muchos, quizás gracias sobre todo a Chat GPT y que se aplican en muchas de las prestaciones o servicios de los que disfrutamos como ciudadanos, o como clientes.
Hay una conclusión clara, al menos para mi. A la Inteligencia Artificial no hay que temerla; en todo caso, lo que hay que hacer aplicar por aplicar bien, o luchar por ello, cada uno desde su campo. Supone sobre todo un cambio cultural, y será la permeabilidad y la agilidad de cada grupo de edad o sector económico/público quien modele la aplicación global. A nivel global, es una conclusión básica que Europa cuenta con una ventaja o desventaja legal, según se mire. Desde mi punto, ventaja. Nuestras leyes de protección de datos ejercen de cinturón de seguridad y ético ante aquellos que quieren aplicar o aplican la IA de manera maliciosa. ¿Qué nos ponen palos en la rueda para avanzar? Es posible, pero para eso somos Europa (y Democracia).
Pese a que lo se diga, España es un país avanzado en esta cuestión. Tiene expertos y empresas muy preparadas. Como consecuencia de ello, existe una administración pública con buena predisposición para incorporar esos cambios. Algunos ya los aplican. Ahí está el caso del Ayuntamiento de Alicante con su asistente Ali, como bien explicaron el alcalde, Luis Barcala, y el concejal Toño Peral, en el acto de Plaza Emprendedores. Además, de erigirse en una herramienta eficaz, además reconocida. Es verdad que se requiere de cambios legales para que las medidas aplicadas sean más evidentes. Pero aquí pasará, me temo, como siempre: los avances cientifícos irán por delante de las decisiones de los políticos. Hasta que converjan.
Pero hay dos elementos, que, como ciudadano de a pie, considero -después de haber escuchado y oído varias ponencias, charlas y diatribas- que son esenciales y que marcarán el devenir de la IA, para lo bueno y para lo malo. Para lo bueno, que la mano del hombre siempre estará detrás y por tanto podrá marcar los ritmos de la aplicación. Lo malo, la brecha digital, o generacional: aquí el gran peligro es que una generación, por la edad, que tenga -sobre todo, la más mayor- se quede fuera, excluida y, por tanto, no pueda beneficiarse, o no pueda acceder a esos cambios.
Decía Alberto Granados, presidente de Microsoft España, explicó en su entrevista a Castellón Plaza, que la IA es sobre todo innovación para la Humanidad y que la identidad cultural es la que nos hará más o menos permeable, más o menos rápida, en la adopción de la IA. También hay otro concepto alentador hacia la IA: se trata de crear ecosistemas; es decir, que será muy difícil que alguien vaya por libre. En este caso, todo, según Granados, nos necesitamos. Las empresas grandes a las pequeñas y viceversa; los jóvenes a los mayores; los vecinos a las administraciones; los clientes a los comercios, etc. Ahora bien, lo que está claro es que en ese juego de necesidades, que a la vez es lo que marca la efectividad de la IA, cuántos más estemos conectados, más beneficiosa habrá para todos, y para cada uno de los ecositemas.
Y prueba de ella es que la IA necesita modelos -los que sea, lingüísticos, económicos, legislativos- que deben ser entrenados por el humano y cuánto mejor sean esos modelos, más imperfecto será ese ecosistema del que se tienen que beneficiar todos, o, al menos, comunidades segmentadas.
Hay una incógnita que quizás sea la más incontrolable: la velocidad de los cambios. Esto puede cambiar en cuestión de meses. Podemos estar entrenando unos modelos, y pueden cambiar de la noche a la mañana. O que algunos segmentos de la economía -como seguros o sanidad- vayan más rápido. Y que los medidas contra el cambio climático también las aplique la propia IA, y que todos las modificaciones legislativas que se están preparando queden obsoletas ante fórmulas que van a ser predictivas, y de medición de impacto.
Sea como fuere, y en esto también me apoyo en lo que dijo Pedro Baños en Opendir, "el mundo que conocíamos ya no existe". Pero la grandeza es que como Humanidad aún tenemos la posibilidad de administrar los conceptos y los tiempos. Cambiarlos ya parece imposible. "Las empresas somos nosotros, somos los seres humanos, somos y no es un reto legislativo, es un reto social, psicológico, incluso de comportamiento humano". Lo dice Alberto Granados, que de esto sabe. Así que hay que estar atentos, que vienen cambios, aunque siempre habrá espacios para el aislamiento.