VALÈNCIA. Atrevida, en efecto, e improductiva. La gestión del conocimiento, en un momento en el que se producen tantos avances en paralelo y en tantas áreas confluyentes a nivel científico-tecnológico, y en el que la velocidad se ha convertido en uno de los factores clave del éxito, es uno de los grandes desafíos de las sociedades contemporáneas.
No sólo su acúmulo, sino también su distribución y transferencia. Y eso incluye lo que se conoce como “diplomacia científica”: no habrá país más dado a las proclamas de compromiso con la lucha contra el calentamiento global que España, pero en el informe del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) de la ONU de 2023 no aparece nadie con actividad en nuestro país en ninguna de las categorías de autoría: equipo central de redacción, equipo de redacción extendido, autores contribuyentes, editores de reseñas, comité directivo científico, ni siquiera en concepción visual y diseño de información. Cero.
Cada año, el científico Javier García reúne a 14 de los investigadores y analistas más importantes del país, entre ellos seis Premios Nacionales de Investigación, y les pregunta cuáles son las tecnologías emergentes del momento en las que creen que España podría posicionarse. Fernando Gomollón, desde Cambridge (Reino Unido), y quien escribe estas líneas revisamos no menos de 350 informes, papers y artículos cada uno (prácticamente todos en inglés, ya digo que la gestión del conocimiento es un tema delicado y no la estamos cuidando) para ayudarle a documentar el desafío científico y tecnológico.
Y observamos un problema recurrente: en aquellos asuntos en los que la participación de profesionales sobre el terreno resulta clave, aparece el problema de la falta de formación y de instrucción, de conocimiento bien gestionado en suma, para aprovechar las herramientas tecnológicas disponibles como uno de los grandes obstáculos. Especialmente en el ámbito de la salud. Lo cual significa que se podrían estar perdiendo oportunidades de salvar vidas por este asunto. La ignorancia aquí es suicida.
Algunos ejemplos de lo que hemos visto. En 2018, 24 países de la UE, el Reino Unido y Noruega firmaron una declaración en la que se comprometieron a crear una infraestructura europea de datos genómicos y a adecuar sus normativas nacionales a ello. De ahí surgió la iniciativa '1+ Million Genomes' (1+MG) cuyo objetivo inicial era conseguir el acceso a al menos un millón de genomas secuenciados en la Unión Europea en 2022.
Posteriormente, se puso en marcha el proyecto 'Más Allá de 1 Millón de Genomas ' (B1MG), que dio lugar a la Infraestructura Datos Genómicos (GDI) presentada en noviembre pasado, un entorno de datos genómicos y clínicos federados en toda Europa. Ha propiciado otro proyecto multinacional, Genoma de Europa, que pretende construir una red europea de alta calidad de cohortes de referencia genómica nacional, representativa de la población europea.
Los países se encuentran todavía en etapas muy diferentes de desarrollo en genómica, pero ninguno en solitario puede alcanzar la escala de genomas necesarios, ni tampoco la investigación ni la práctica médica suficientes como para sacar máximo provecho a la tecnología. Ese es el gran problema en un sector en el que el conocimiento está tan desgraciadamente fragmentado como el sanitario.
España lanzó la estrategia sobre medicina personalizada (IMPaCT), dentro del Plan de Choque para la Ciencia y la Innovación, aprobado en julio de 2020, y el Instituto de Salud Carlos III (ISCIII) recibió el encargo de coordinarla. Uno de sus tres planes avanzados, el de Medicina de Precisión, pretendía configurar una cohorte de base poblacional de 200.000 personas, que incorporaría datos de hábitos de vida e información clínica y genética para generar modelos predictivos, en línea con la apuesta europea. Cada cinco años, todas las personas participantes se debían someter a una serie de pruebas físicas y debían depositar muestras biológicas en el Biobanco Nacional del ISCIII. En mayo pasado se presentaron los avances conseguidos hasta ahora: cuatro estudios piloto puestos en marcha en grandes núcleos urbanos de Aragón, Baleares, Castilla-La Mancha y Madrid, solo uno, el de Monzón (Huesca), es un nodo rural. Es lo que hay.
Si bien la genómica predictiva no es nueva (la tecnología en la que se basa, los microarrays, está muy bien establecida), no ha entrado en los planes de estudio de los médicos ni en las guías de tratamiento, salvo excepciones. No dejan de alzarse voces reclamando la necesidad informar a los profesionales sobre el estado del arte en este campo. De hecho, aunque el modelado, el análisis de datos y la programación de inteligencia artificial (IA) son clave para muchas empresas de genómica, el 70% de las europeas encuestadas por McKinsey aseguran que les resulta difícil o muy difícil contratar a profesionales.
Resulta desolador que, en una tecnología crítica para acabar con el cáncer, el problema no sea ya estrictamente tecnológico, sino también de generación y gestión de conocimiento. El Plan Europeo de Lucha contra el Cáncer se puede leer que, para apoyar la seguridad del suministro de radioisótopos para el diagnóstico del cáncer y los tratamientos oncológicos, y para mejorar la calidad y la seguridad de la tecnología de radiación en medicina, la Comisión presentará un nuevo plan de acción que, entre otros asuntos, apoyará la formación de los profesionales médicos en radiología, radioterapia y medicina nuclear.
Cuando se habla de diagnóstico inteligente, el sistema sanitario se puede beneficiar ya de un número considerable de dispositivos y software de IA e internet de las cosas (IoT). Sin embargo, no todos están automatizados y los médicos tienen que tomar la decisión final. Diversos informes demuestran que esa interacción entre los profesionales de la salud y los modelos de IA puede conducir a diagnósticos y resultados de tratamiento falsos, lo cual probablemente se convierta en una fuente de rechazo a la tecnología.
Los directivos de atención médica aseguran que el personal sanitario no comprende cómo usar los datos (20%) y un 55% de ellos se siente abrumado por el volumen de información. Un 36% de las compañías de salud consultadas declaran querer colaborar con empresas de informática y TI de salud para impulsar la transformación digital, y un tercio los quiere convertir en socios de referencia. ¿Cuál es el beneficio más importante que quieren conseguir con esa alianza? Más de una cuarta parte (26%) cita la capacitación y educación del personal. Es el objetivo que más adhesiones recibe.
La monitorización en remoto de los usuarios de servicios de salud se puede beneficiar claramente del análisis predictivo que se obtiene con el diagnóstico inteligente, incorporando las tecnologías digitales, pero solo el de compañías de salud 12% lo usa en esta área, entre otras razones, por el problema del personal con la gestión de los datos.
En un informe, Ernst & Young dice que, con los conocimientos disponibles sobre gemelos digitales, los sistemas de salud podrían personalizar cada interacción con el paciente (el usuario de salud, según la terminología en boga), desde el momento de la recepción en el centro sanitario, hasta el tratamiento y la recuperación posterior, como sucede en sus experiencias de compra. Las personas no quieren ser tratadas con protocolos de atención estandarizados, de la misma manera.
La gestión del conocimiento en salud no sólo tiene que ver con la potenciación de las figuras profesionales actuales, sino que podría ver surgir en el futuro nuevas tareas de atención médica ofrecidas a través de microcredenciales. Personas que dominen en profundidad una habilidad específica y demuestren esa competencia a través de una evaluación.
Podría conformarse, según algunas visiones, una fuerza laboral de salud globalizada capaz de ofrecer atención las 24 horas, los 7 días de la semana, apoyada en los nuevos dispositivos y aplicaciones de realidad virtual y aumentada. Los profesionales de la salud trabajarían para sistemas sanitarios en todo el mundo, o incluso para varios al mismo tiempo, con esas microcredenciales.
Sí, la ignorancia es atrevida, improductiva y, muchas veces, suicida. Diseñar un ecosistema de innovación sin considerar adecuadamente los medios puede resultar un error. En ocasiones vemos mucho énfasis en el mundo del emprendimiento en el management, el marketing, las herramientas online, las magníficas webs de presentación de proyectos. Pero falta un contacto con el mundo del conocimiento.