VALÈNCIA. La Dana ha dejado una huella devastadora en 84 municipios de la provincia de Valencia, pero pocos espacios naturales han sufrido tanto como l'Albufera. Este humedal, emblema de biodiversidad y pulmón ecológico de la región, enfrenta una de las peores crisis de su historia reciente: toneladas de plásticos, aguas residuales, aceites y otro tipo de residuos se han acumulado en la laguna y todo ello ha exacerbado una situación crítica, marcada por años de degradación ambiental. En declaraciones a Valencia Plaza, la portavoz de la entidad Acció Ecologista-Agró, Marla Hernández, señala que el desastre evidencia la necesidad de frenar la impermeabilización del suelo en las localidades cercanas al Barranco del Poyo, cuya desnaturalización ha agravado los efectos de la gota fría del pasado mes de octubre.
"L'Albufera actúa como una esponja natural. Sin humedales funcionales y con territorios sellados por la urbanización, las inundaciones futuras serán más devastadoras", afirma Hernández a este diario. Desde Acció Ecologista-Agró, proponen medidas urgentes para revertir la problemática, entre las que destaca la protección de la huerta en la comarca de l'Horta Sud y la renaturalización de los cauces. "Construir en zonas inundables y hormigonar el trazado del Barranco del Poyo nos ha situado en una posición muy vulnerable frente al cambio climático", añade.
Las consecuencias de la Dana en l'Albufera son un duro recordatorio del deterioro que sufre este espacio natural. La laguna, históricamente alimentada por retornos de riego y episodios periódicos de lluvias, ha visto reducidos sus caudales, por lo que ha empeorado su ya de por sí preocupante eutrofización. A los daños estructurales, se suma la llegada masiva de residuos contaminantes, lo que dificulta aún más la conservación del humedal. "El cambio climático no es una amenaza futura; ya lo vivimos. Sin una intervención decidida, el impacto sobre el parque natural será irreparable", advierte Hernández.
Por ese motivo, la portavoz de la entidad ecologista subraya la necesidad de incluir a agricultores, pescadores y otros actores locales en las estrategias de recuperación del entorno ambiental. "La ciencia debe ser la base, pero también las personas que viven y trabajan en estas zonas, porque saben cómo responde el terreno ante este tipo de emergencias. Sin ellos, las soluciones que aporten las administraciones serán incompletas", insiste Hernández.
Entre las alternativas propuestas para mitigar los impactos de fenómenos climáticos extremos como la Dana, destaca el concepto de "ciudades-eponja". Estas urbes están diseñadas para gestionar el agua de manera eficiente y natural, de tal forma que el terreno absorba las lluvias intensas en lugar de convertirlas en inundaciones devastadoras. En definitiva, el modelo pasa por combinar infraestructuras verdes, como humedales artificiales y parques inundables, con técnicas urbanísticas que priorizan la permeabilidad de la tierra.
"El suelo actúa como una defensa natural frente a las lluvias torrenciales. Cuando lo impermeabilizamos con asfalto o cemento, eliminamos su capacidad para absorber el agua y, por eso, se producen riadas incontrolables", explica Hernández a este diario. Por tanto, la implementación de medidas como tejados verdes y canales de drenaje puede reducir de forma significativa el riesgo de inundaciones en estas áreas urbanas. En la provincia de Valencia, donde gran parte del territorio urbano se ha construido sobre antiguos espacios agrícolas, estas soluciones resultan especialmente relevantes.
De hecho, en Pinedo y El Saler, la presencia de huertas y suelos no sellados permitió que el agua de la Dana se filtrara al subsuelo, por lo que los efectos del temporal apenas se percibieron en ambas localidades. "Estos ejemplos demuestran que respetar los ecosistemas naturales no solo beneficia a la biodiversidad, sino que protege nuestras ciudades", señala Hernández y, en ese sentido, muestra su firme rechazo al Plan Simplifica, debatido este miércoles en Les Corts. Un decreto-ley que busca agilizar trámites urbanísticos y podría facilitar cualquier tipo de construcción en terrenos sensibles al cambio climático, como aquellos situados en la rambla del Barranco del Poyo.
"La gente no sabe que se ha comprado una casa a 200 metros de un barranco; una vivienda que, en cualquier episodio de gota fría como el del pasado mes de octubre puede desaparecer por estar situada en un terreno vulnerable a las inundaciones", añade. En ese sentido, Hernández advierte que no es momento de flexibilizar normas urbanísticas, sino de reforzar las restricciones en áreas de riesgo, de tal modo que se prioricen soluciones para paliar los impactos de la emergencia climática.
El problema no es solo ambiental, sino también cultural. Según Hernández, resulta fundamental educar a la ciudadanía sobre la importancia de preservar humedales como l'Albufera de València. "Mucha gente desconoce que vive en zonas inundables. Comprender cómo funciona nuestro territorio no solo puede salvar vidas, sino prevenir desastres mayores", afirma.
La activista también critica la falta de coordinación entre los municipios que colindan con la laguna y las autoridades autonómicas. "Necesitamos una estrategia común. Cada actor implicado en la causa, desde pescadores hasta representantes políticos, debe ser escuchado. Sin colaboración, cualquier esfuerzo será inútil", insiste.
Por su parte, la Generalitat Valenciana ha puesto en marcha iniciativas como la instalación de un "gemelo digital" para monitorizar en tiempo real el estado de l'Albufera. Este sistema, que combina sensores y plataformas abiertas, permitirá tomar decisiones rápidas y simular escenarios futuros para una gestión más eficiente del humedal.
Sin embargo, la portavoz de Acció Ecologista-Agró advierte que la tecnología no puede ser la única solución frente a la problemática de l'Albufera, por lo que la clave radica en respetar los ciclos naturales del territorio. "Hay que reducir la presión urbanística y recuperar el suelo perdido", señala Hernández.