España es un país complejo, pero en el que los esquemas y mapas a veces son sencillos. A veces España es lo que parece. Esta semana aprobamos la Ley de Memoria Democrática y los ‘ahujos’ -término con el que se denomina a los estudiantes del colegio mayor de élite gestionado por los padres Agustinos y al que asistió, entre otros, Pablo Casado- se hacían famosos por comportarse como una manada de acosadores. El caso hizo que se pusiera el foco en una residencia en la cual se habían grabado impunemente saludos nazis y en los que este tipo de actividades entraban dentro de la cotidianeidad.
Y decía que a veces España es lo que parece porque entre la aprobación de esta medida y estos cafres sigue siendo posible trazar dos Españas. Lo que no quiere decir que este país este partido al 50%, sino entre una mayoría y una minoría que se cree con el derecho a mandar y lo expresa abiertamente. Lo tienen tan claro que una de las jóvenes que salía a justificarles se expresó, dando una lección de conciencia de clase y en un alarde de empatía, afirmando que entendía nuestra preocupación porque los líderes del futuro se hubieran comportado de esta manera. La mayoría que ya estábamos atónitos por lo machista, también nos sorprendimos por lo asumido que tenía que esos chicos, en esta meritocracia tan deficiente, no se jugaban nada. Que el resultado fuera sí o sí, liderar el futuro. Ser los jefes de muchos de los hijos o, más preocupante, de las hijas de quienes veíamos ese vídeo.
Y me atrevería a pronosticar que si hacemos un sondeo en ese colegio mayor y les preguntáramos a estos jóvenes si creen que la Ley de Memoria reabre heridas dirían que sí. En cuanto a la ley del solo sí es sí, también aprobada en este momento, no parece preciso preguntar. Creo que no me equivocaría en el pronóstico porque pertenecen a aquellos que o bien directa y torpemente, como parece ser el caso, o en su fuero interno saben que el momento sobre el que pone el foco esa Ley es el que mejor y más asegura sus privilegios. Porque la democracia no es sólo votar cada cuatro años es que no asumamos como un hecho natural que los ‘ahujos’ serán los jefes de los y las García, Rodríguez o López.
La democracia daba un paso con una norma que dignifica, aunque tarde y solo simbólicamente puesto que no puede devolver la vida. Porque esta ley declara nulas las condenas del franquismo. Y esa norma forma más parte de los logros de la España mayoritaria que trabaja y no le regalan un futuro asegurado de lo que pudiera parecer a simplemente.
En España, aunque hayan pasado tantos años, sigue habiendo más hijos de personas que crecieron sin padre por una dictadura que niños de papá criados en la cautividad de este tipo de colegios mayores. Mi abuelo es uno de ellos. A su padre, mi bisabuelo, lo mataron porque no asumió esa ley natural en la que unos habían nacido para mandar y otros para trabajar. Era maestro rural, vivía en una pequeña aldea de Requena que se llama Hortunas y se dedicaba a enseñar a leer y escribir y a ‘hacer cuentas’ a agricultores y gente humilde que no había tenido la oportunidad de estudiar. Es decir, la mayoría de las personas en su entorno. Yo siempre lo he idealizado como un hombre extraordinario, pero no me cabe duda de que al menos era un buen hombre. Una persona que a cambio de lo que pudieran darle o a cambio de nada se desplazaba entre aldeas y pueblos con una mula, para que su cojera no le impidiera enseñar. Lo condenaron a muerte no por sus ideas, sino porque se rebelaba contra su orden natural de las cosas, en una de esas sentencias que desde esta semana son nulas. Él se despidió en una carta que ha pasado entre generaciones, seguro ya de lo que le esperaba y preocupado por los que dejaba. Imagino que estaría aterrado, yo lo habría estado, pero no escribió sobre sus miedos. Le importaba que sería de su mujer y sus hijos, porque él sabía que estarían muy lejos de tenerlo fácil.
Y llevo toda la semana con estas dos imágenes chocando en mi cabeza. La de quienes no teniendo nada se niegan a aceptar lo injusto, especialmente para los demás, y la de quienes se aprovechan obscenamente de tenerlo todo tan sencillo. Es la diferencia entre un casi todos, donde también encontraremos comportamientos reprochables, pero no hay intocables, y entre quienes creen que no deben ni tan siquiera respetar a la de enfrente. La de la gente común o la de los que pagan por vivir en una residencia donde no se mezclen con quienes no son como ellos.
Y es verdad que España es compleja y hoy es mejor. Que no quiero hacer un retrato pesimista, ni mucho menos. Pero cada uno debe de saber a que España pertenece, en cuál quiere vivir y tomar conciencia, al menos de forma tan clara a como la han tomado ellos. Hay sentencias que hoy son nulas, pero aún queda mucho camino para que deroguemos la ley natural de los ‘ahujos’.