VALÈNCIA. En la calle Conde Trénor, a los pies del viejo cauce del río Túria, en un noveno piso, Ramón Gilabert, pieza clave de la entonces llamada “movida valenciana” (formó parte del grupo Glamour, entre otras muchas cosas), transformó su comedor en un pequeño estudio precario para que algunos grupos hicieran sus primeras maquetas con las que distribuir su música en aquellos lejanos años 80. En otro lugar de València, más bien a las afueras, Javier Bartual, que formaba parte de La Morgue, también grababa grupos en los Estudis Tabalet de una manera algo más profesional por si sonaba la campana y alguno daba el salto al panorama nacional, copado por la noche madrileña y la barcelonesa. De aquellos grupos, no quedan ni siquiera muchos recuerdos, tan solo las huellas perdidas y diseminadas de las canciones, que se quedara la gente por cariño o por casualidad.
Estas son solo dos historias de la música siniestra en la ciudad de València, pero la ola de post-punk, el new wave y otros subgéneros inundó las tres provincias de arriba a abajo y de este a oeste. Una red de microgrupos —la mayoría de ellos seguramente no saldrían prácticamente de su comarca para actuar—que conformaron una sombra alargada que sigue hasta la actualidad, como una línea roja sonora que teje el tiempo y que diferencia a la música hecha en el País Valencià de otros territorios por su vínculo íntimo con la oscuridad y con la deshinibición.
De aquel baúl lleno de proyectos supuestamente sin trascendia, Jaume Ivars ha hecho arqueología para lanzar desde su sello, Polze de la mort, el segundo y último recopilatorio con algunas de las mejores canciones de aquella ola siniestra que marcó el sonido valenciano desde 1982 hasta 1992.
TV Soviética (Buñol), Taxidermia Mental (Vila-Real), Paracuellos Bar (Picassent) o Aspirantes a la horka (Vila Joiosa) son algunos de esos grupos que duraron los años que les duró la afición a sus integrantes y se esfumaron con pocas huellas que seguir. Ivars les ha localizado a través de webs como Ochenteca, foros especializados, blogs y el archivo del Micro Estudio de Ramón Gilabert y contactos que le acercaban a las historias de estas bandas.
De todo este material, Ivars ha hecho una selección y ha vuelto a pulir y masterizar las grabaciones, hechas en su mayoría en un cuatro pistas y en un salón de casa o un local de ensayo. “La gran mayoría de grupos duraron cinco o seis años y no salieron de Valencia para tocar. Pero todos acabaron formando una escena que estaba presente en todo el País Valencià y que nada tenía que envidiarle a los grupos madrileños o catalanes”, comenta el responsable a preguntas de Culturplaza.
Su trabajo no se ha limitado a curar las canciones, sino que ha podido conversar con muchas personas que han participado en esos proyectos. Todas recuerdan con cariño ese momento único y se sorprenden de ver que algo que hicieron de una manera trivial y con el único objetivo de divertirse tenga, tantos años después, una trascendencia. “En su mayoría eran grupos que estaban viendo conciertos de new wave en València, que les gustaba The Cure y New Order, y empezaron a hacer esa música antes del bakalao. La noche valenciana no se reduce únicamente a lo que pasó allí. En muchos pueblos se contagió ese gusto por la música siniestra”, desarrolla Ivars.
Este segundo recopilatorio amplia un poco la mirada y selecciona grupos que no formaron parte de esa corriente gótica u oscura, pero cuya influencia es innegable. Era la manera de hacer música a la valenciana, y nunca ha dejado de hacerlo: “es sorprendente cómo, creyendo de manera natural que los valencianos estamos tan ligados a lo festivos y a la vitalidad, la gran mayoría de grupos le cantan a la mierda de vida que tienen y a lo mal que están”. Sigue siendo así: la vanguardia del mal llamado post-punk estatal sigue en València, y la oscuridad no se la han quitado de encima. “En aquel momento, hay que entender el contexto: de la post-dictadura, sin ver del todo claro las posibilidades que se suponía que iba a haber, y quemados por el trabajo, surgen estas letras. Y es una tendencia que se ha mantenido hasta ahora”, añade.
Este trabajo de archivo, que le ha llevado más de dos años, trasciende lo sonoro. Ahora se plantea poder abordar los descubrimientos arqueológicos a través de un documental. “Es una historia totalmente desconocida, pero que fue crucial en aquella época”. El underground —en la periferia, en la resistencia y en la sombra— siempre ha sido el territorio donde la creación artística valenciana se ha sentido más cómoda, paradigmáticamente.