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el interior de las cosas / OPINIÓN

Las fases del desasosiego

11/05/2020 - 

 Este domingo transcurrió entre santas, mártires, vírgenes y procesiones virtuales. El vaivén de la Virgen de los Desamparados, patrona de València, se ha quedado este año en un atrevido acercamiento en la Plaça de la Verge del Cap i Casal, entre la imprudencia eclesiástica y los fieles imprudentes. Ninguna imagen religiosa nos va a curar de esta peste del siglo XXI. Ni con promesas y rogativas purificadoras. Ni editando estampitas gloriosas, ni emitiendo novenas milagrosas y sermones apocalípticos. Una amiga me contaba este sábado que València se despertó con la resaca de la desilusión y el enorme cabreo de no superar la fase 0, con tanto que se alimentó y se anunció la victoria en esta liga de champions, creando unas expectativas que no se han cumplido. En Castelló ha pasado lo mismo. El viernes amanecimos con una sonrisa cargada de esperanza. Era el día de la nominación de los municipios en esta desescalada, un proceso que debe tomarse con calma y prudencia. El sector de la hostelería y comercios comenzaron a prepararse, -con muchos esfuerzos-, adaptando sus locales a la situación de emergencia sanitaria, a contratar, de nuevo, a las plantillas laborales suspendidas, a llenar despensas, neveras y botelleros. Pero al caer la tarde del viernes, todo quedó en el aire. No para todos en Castellón, porque las comarcas de Els Ports y Maestrat están ya en fase 1, aunque no se puedan mezclar las fases para quienes residen en la misma provincia.

"La hostelería y comercios comenzaron a prepararse, adaptando sus locales a la situación, a contratar, de nuevo, a las plantillas laborales suspendidas, a llenar despensas, neveras y botelleros".

Este lunes, día 11, la mayoría habíamos hecho planes, cumpliendo las medidas de seguridad, para compartir con la familia, para quedar con amigos y amigas, para sonreír tras la mascarilla y expresar con una mirada la necesidad que tenemos de estar cerca de los nuestros. Hemos soñado con estas metas sencillas, básicas, aunque en el fondo mantenganos una actitud temerosa, lógicamente desconcertante y desconfiada. Nuestro pequeño país mediterráneo está inmerso en el desasosiego que genera la vertiginosa propagación de este nuevo virus, del poder que está ejerciendo esta pandemia mundial. Todo parece incierto. Integrarse en el trabajo presencial no aporta tranquilidad, no genera ninguna alegría por regresar a las viejas rutinas. Seguir en casa, tampoco. Necesitamos un proceso de acoplamiento de gran envergadura humana, social y política. 

Que los municipios pasen de una fase a otra en esta nueva normalidad proporciona el aliento de ver y sentir la vida en la calle. Mucho más que la estampida ciudadana que hemos vivido los últimos días tras los horarios de paseo decretados. Ha sido una semana para la preocupación, porque no toda la ciudadanía cumple con el rigor de las medidas preventivas. Y no hay más que leer y observar lo que ha pasado en países cercanos y en otros continentes. No podemos permitirnos un repunte de la pandemia. Si no respetamos, el virus no tiene licencia de caducidad. 

Foto: ANTONIO PRADAS

En este sentido, el municipalismo sigue siendo la clave para desarrollar esta desescalada, a pesar de que los ayuntamientos de nuestro territorio no reciben datos locales ni conocen la situación real de la evolución de esta pandemia en sus municipios y entre su población. No conocen la realidad para poder aplicar medidas preventivas o distribuir mascarillas. Ni siquiera saben en qué momento de adaptación se encuentran las infraestructuras sanitarias de su localidad. Este pasado sábado, en cada una de las ciudades y pueblos que se han quedado en la fase 0, se escuchó el malestar de una ciudadanía enfadada y atemorizada, de unas pequeñas y medianas empresas, de quienes viven del turismo y del maná playero. Y tenían razón, la fecha del 11 de mayo estaba marcada en todos los calendarios de la alegría, en un contexto negro y difícil para las economías locales. 

"EL municipalismo sigue siendo la clave para desarrollar esta desescalada, a pesar de que los ayuntamientos no reciben datos locales ni conocen la situación real de sus localidades".

Pero, no pasa nada. Hay que confiar en quienes saben, en los equipos de expertas y expertos. Hay que transcurrir esta ruta tortuosa con prudencia y optimismo. No hay que precipitarse. No obstante, necesitamos más información transparente frente a tanta expectativa y especulaciones. Nos gustaría saber en qué momento nos encontramos, y a la ciudadanía, a estas alturas, le sobran, y le molestan, las batallas políticas, la confrontación territorial, los protagonismos y los golpes de pecho. Generar guerras absurdas entre administraciones, provocar manipulación y mentiras convulsivas, ejercer de salvapatrias o de mártires, por ejemplo, presidiendo la Asamblea madrileña lleva a la catástrofe, a la desconfianza ciudadana y a remarcar más, si cabe, el desprestigio institucional que tanto gusta a la derecha de este país. 

En tiempos del Covid-19 hay que mirar hacia adelante desde la cohesión y, sobre todo, desde la responsabilidad. Es complicado porque se ha generado un ruido innecesario que, además, se mezcla con esta derecha, esta ultraderecha, que aprovecha todas las vísceras, que está desplegando hace semanas una estrategia bien planificada, y lo están haciendo en todos los municipios. No buscan conmover ni solidarizarse, se están apropiando del dolor de los demás. Trafican con el sufrimiento y la muerte. No sienten, es la clásica estrategia de manipular y de utilizar a las personas, a todas, a las tristemente muertes y también a las vivas. De hecho, este domingo, la portada de la edición nacional de El Mundo mostraba a toda página La Inmaculada Concepción de Murillo. Como si quisieran seguir la estela de las redes sociales donde los usuarios clonan, con mucho conocimiento, el arte de pinturas referentes. Pero, en esta portada del diario nacional, el arte es otra historia. Es un mensaje macabro. Levita una Isabel Ayuso, presidenta autonómica, iluminada, de luto, pura y casta, honrada y transparente, una mujer como dios manda, en el contexto de la crisis más grave de este país, en el contexto de lo más miserable del periodismo actual (a pesar de que en ese medio trabajen periodistas colegas excepcionales). No son conscientes -o sí- del mal que están propagando. 

"Els Ports y Maestrat están ya en Fase 1, aunque no se puedan mezclar las fases para quienes residen en la misma provincia".

Los días de confinamiento transcurren similares, cada vez más taciturnos, oscuros, tristes. Ya casi nadie aplaude. Hay cansancio en el aire, en los gestos y miradas de los vecinos. Hay quien sigue, de noche y de día, con sus conversaciones solitarias, con la terapia maldita de quienes no tienen salida de emergencia. Hay quienes han dejado de bailar bachata y merengue, de quienes ya no ponen música en la calle, de quienes ya no gesticulan pesadumbre ni se preocupan del final de este túnel. La desescalada va a ser brutal en cuanto a las personas. ¿Hacia dónde vamos? ¿Quiénes somos y quiénes seremos cuando esto termine? ¿Seremos capaces de volver a vivir? ¿Seremos capaces de aprender a vivir? ¿Vamos a transformar la desastrosa evolución de este sistema, de esta sociedad, de este mundo? ¿Yo soy yo, y tú eres tú? ¿Los de entonces somos ahora los mismos? ¿Qué nos está pasando? 

(Panxo y Manolo me acompañan en este encierro. Juegan y corren por los pasillos, son carreras de choque, divertidas y estimulantes. Panxo ha entablado amistades en el nuevo barrio de Castelló donde ahora vivimos. Desde el balcón conversa con otros perros, hablan, se contestan, quedan varias veces al día, y se arrullan con sus aullidos. Un confinamiento canino perfecto. Manolo, por su parte, recorre sumiso la casa sin dejarse un rincón por limpiar. No hay nada más confortable que gritarle: Manolo ponte a limpiar. Y él, pequeño, redondo y audaz, te guiña un ojo con sus luces azules. Un robot de marca valenciana, con facilidades de pago, para limpiar, el último capricho de este extraño confinamiento, el último elemento que habla.)


"Estoy viva
como fruta madura
dueña ya de inviernos y veranos,
abuela de los pájaros,
tejedora del viento.
Soy la mujer que piensa.
Algún día
mis ojos
encenderán luciérnagas." 
Gioncoda Belli 

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