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el interior de las cosas / OPINIÓN

Las tantas sillas vacías

25/12/2023 - 

Este pasado fin de semana hemos celebrado las fiestas navideñas. En mi caso, según tradición familiar madrileña, el gran encuentro es la cena de Nochebuena. Desde hace unos años, la mejor celebración es la presencia de mis tres, casi cuatro, nietos. La vida me ha regalado a estos pequeños con quienes olvido la esencia de los problemas que me habitan. Una sonrisa, una mirada infantil, una mano que se aferra a la mía, es suficiente para poder seguir adelante.

Solo quedan sillas vacías en ese universo de la felicidad, esos días que son de obligado cumplimiento familiar

La primera fase de las fiestas navideñas, de la ‘noche de Paz’, ha sido buena, amorosa. Mis dos hijos y sus parejas han colaborado como nunca en la ya mítica cena de Nochebuena. He vuelto a cocinar, sigo pensando que me pertenece como matriarca seguir la tradición familiar. Pero cada año es más difícil. Las familias crecen, se reproducen, se dividen, y se escinden como gotas de agua vertidas al aire. Solo quedan sillas vacías en ese universo de la felicidad, esos días que son de obligado cumplimiento familiar. Unos días en los que la alegría es patrimonio de los más pequeños. 

 

El pasado día de la lotería nacional, escuché en la radio a un padre que ha merecido uno de los premios de seis mil euros. Muy emocionado explicaba que sus hijos podrían tener regalos para la noche del cinco de enero, y algún extra en la mesa de Navidad. Hay miles y miles de personas que no pueden celebrar estas fiestas, ni la llegada de los Reyes Magos. 

Soy una de las personas afortunadas, de las que podemos celebrar estos días, con muchos recortes pero con alegría, sobre todo con mis tres niños. Porque los informes de los índices de pobreza en este país son escalofriantes. Muy graves. Hay una enorme bolsa ciudadana que no puede permitirse festejar, que no puede encender luces en sus casas, que sobrevive y que desea que llegue la normalidad social del día después del seis de enero. 

este año, la muerte en Gaza de miles de personas ha convertido estas celebraciones en un infierno

Estas navidades, no obstante, son extrañas, mucho. Ya he escrito que mis experiencias de vivir la Nochebuena y la Navidad en Palestina, en Cisjordania, en Belén y Jerusalén, me cambiaron la percepción de estas fiestas. Pero, este año, la muerte en Gaza de miles de niños y de niñas, de decenas de hombres y mujeres, ha convertido estas celebraciones en un infierno. 

En las mesas navideñas hay infinitas sillas vacías, en mi mesa hay varias sillas vacías que atormentan esa cena que tanto preparas y deseas. El vacío de quienes se fueron, de quienes quisieron irse. La trampa emocional de estos días deja insoportables estelas de tristeza.

 

En Morella, además, este año hay otras sillas vacías. Pienso y siento profundamente el dolor de mi querida Malú, de Toni, que se ha ido demasiado pronto. Toni, tan militante socialista, con ese enorme y permanente bigote, con su sonrisa y tan entregado a todas las causas. Toni, tan cabreado tantas veces por defender retos justos, siempre cargando con ese enojo tan tierno. Toni, con quien he discutido hasta el más allá. Y Malú, siempre a su lado, conformando un amor de dos que era grandioso. Estas navidades, y siempre, la silla vacía de Toni se llenará de los recuerdos de las personas que le hemos querido. Mucho.

Buena semana. Buena suerte. 

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