VALÈNCIA.Sala Russafa abre sus puertas para Culturplaza, lo hace para acoger una conversación a tres voces sobre el futuro incierto de las artes escénicas valencianas. Para contemplar la escena con mayor amplitud contamos con tres puntos de vista cruciales: La directora de Comité Escèniques Helena Gómez, David Campillos socio de la Sala Russafa y Gabi Ochoa, dramaturgo, guionista y director. Un análisis del panorama valenciano a través de sus voces y gracias a una opinión labrada desde la experiencia y la trayectoria. Sin telones de por medio ni máscaras estas tres figuras muestran su proyección de futuro respeto al teatro valenciano.
-¿Qué tal vosotros y qué tal vuestros proyectos?
-Gabi Ochoa: La semana pasada fui por primera vez al teatro tras mucho tiempo y fue muy especial para mí. Echaba mucho en falta estar en una sala, como en la que estamos ahora, la de Russafa. El teatro tiene algo de comunión que genera esta fuerza.
-David Campillos: Yo me encuentro en un momento delicado, tanto en lo que se refiere a las compañías como a las salas. El tema del público últimamente está siendo muy preocupante, llevamos unos últimos meses muy difíciles. Cuando teníamos reducción de aforo a 75% teníamos más respuesta que ahora, y es algo que preocupa. Siento que no veo la luz al final de este túnel.
-Helena Gómez: A mi me gustaría responder en este caso como espectadora e intérprete, he visto poco público y considero que hace un año se veían más caras. A pesar de las restricciones la gente tenía muchas ganas y ahora se siente un poco más la incertidumbre… las dinámicas han cambiado.
-Este verano, en una entrevista para Culturplaza, Abel Guarinos aseguraba que el IVC está presente “allí donde se encuentra un déficit”. ¿Sentís ese apoyo ahora que estáis en un momento de incertidumbre como bien hemos dicho?
-Helena Gómez: En nombre de Jessica, la otra mano de la dirección de Comité Escèniques, te puedo decir que tras la pandemia no nos esperábamos la respuesta que nos ha dado el IVC. Han aplicado una política que continúa con el modelo de producción y exhibición anterior y está siendo muy complicado ahora aplicarlo en las compañías valencianas.
-David Campillos: Ahora por lo menos siento que podemos dialogar, somos muchas estructuras muy diferentes y tenemos que lograr ponernos de acuerdo entendiéndonos entre nosotros. La cosa va a tardar en llegar a acuerdos pero a medio largo plazo lo conseguiremos.
-Tal vez como sucede con el informe ’50 propuestas para el futuro de las artes escénicas valencianas’, ¿no?
-Helena Gómez: Hay una voluntad de escucha para todas las asociaciones pero no siempre tenemos el feedback esperado, y eso agota mucho a los profesionales… Aunque sí que se contempla una voluntad por ambas partes, de hecho durante la pandemia se contemplaron varias reuniones a nivel asociativo para paliar el golpe.
-Gabi Ochoa: Hay una pandemia externa incontrolable por nuestra parte, pero a modo positivo diré que si que noto una piña en la que nos apoyamos. A mi la pandemia me pilló en plena coordinación del Escalante y fue muy muy duro, pero ahí vi que es muy importante hablar y comunicarse con el sector.
-¿Permite esta conversación el IVC?
-Helena Gómez: El IVC está anclado en unas dinámicas de burocracia y legales que le impiden avanzar al ritmo de la sociedad. No puede alcanzar las exigencias de las compañías ni de los espectadores, es un poco como chocar contra un muro. La estructura que se empleaba antes de la pandemia no es la que funciona ahora. El teatro público tiene que aceptar toda la propuesta escénica, y nuevos tipos de lenguajes que amplíen el espectro, y no solo buscar la rentabilidad económica. El teatro debe dar herramientas para la sociedad, y de momento no está sucediendo.
-Gabi Ochoa: A favor de Roberto García puedo decir que se ha abierto un ciclo de compañías valencianas que no estaba, aunque realmente nos echamos las manos a la cabeza pensando el por qué no existía. Por otro lado cabe resaltar que anteriormente València contaba con cuatro teatros públicos y ahora solo tiene dos, sería necesario contemplar al menos un teatro más. Además el Teatre Principal está demasiado atomizado, se contempla en su programación tanto música, como galas de cine como teatro y eso no pasaría si hubiera otra sala en València. Si entramos a los teatros públicos tenemos la gestión privada de La Rambleta, un teatro sin gestor que es La Mutant y un teatro que está contra viento y marea que es El Musical, que sí que ha logrado permear donde está.
-No solo falta coordinación en La Mutant sino que también está el tema de la coordinación privada de las Naves de Ribes… ¿Qué balance hacéis de esta gestión local?
-David Campillos: Hay muchísimas trabas, a veces de verdad pensamos: “¿Por qué no se puede atajar esto?”, es de locos.
-Gabi Ochoa: La gestión pública está tomada por interventores, la han tomado por su mano y esto no puede ser. Hay políticos que no tienen capacidad de movimiento solo por la ley. El problema es cultural, no solo del teatro… Las leyes que se rigen en España están basadas en los 80, y eso no sirve ahora.
-Helena Gómez: Los perjudicados son, primero los creadores y las compañías y luego el público. Al final les acaba afectando a ellos, y eso no puede ser porque se acaban quemando todos frente a esta situación.
-¿Hay alguna salida para mejorar esto?
-Helena Gómez: Podemos contemplar modelos que sí que están funcionando. Tendríamos que dejar de mirarnos el ombligo y mirar hacia fuera.
-David Campillos: Tampoco tenemos que irnos tan lejos, nuestros vecinos de Portugal tienen un sistema estupendo. Las estructuras que tienen allí son alucinantes, aunque cabe resaltar que cuentan con unas dotaciones económicas muy importantes, a nivel de compañías, salas y gestión.
-Gabi Ochoa: En Alemania por ejemplo se contemplan las líneas creativas a través de los teatros y las salas… Esto de momento está a años luz de lo que nosotros buscamos pero es un genial ejemplo.
-Si aquí en España ya tenemos problemas con las salas grandes… ¿Qué consideráis que va a pasar con las pequeñas?, tomando el ejemplo de la Sala Ultramar mismamente
-David Campillos: Es una putada enorme, no tiene otro nombre. Que los de la Sala Ultramar hayan tenido que recurrir al mecenazgo es ya el último recurso.
-Gabi Ochoa: Lo que se puede hacer es apoyar lo máximo posible, desde el tejido y desde arriba. De hecho como dramaturgo y filólogo de formación me gustaría aprovechar para reivindicar la idea de las “ayudas”, que para mí tienen un nombre muy poco acertado: No debemos utilizar el concepto ayuda para lo que son las inversiones en el sector. Cuando oímos la palabra ayuda da la sensación de que nos están haciendo un favor y no es así, realmente estás invirtiendo en un sector que te da calidad de vida y compone un tejido cultural.
-David Campillos: Totalmente, cuando hablas con otro compañero y mencionas el concepto de las ayudas te miran con una sonrisilla.
-Helena Gómez: Durante la creación tiene que existir un sustento, que se tiene que contemplar desde la base del sistema y que debe considerar que en este mundo nosotros estamos creando y no estamos cobrando. El objetivo tendría que ser crear un ciudadano con capacidad de crítica y que pueda hasta plantearse generar cultura, que no solo sea espectador.
-Siendo un poco más introspectivos… ¿Qué otros problemas contempláis actualmente?
-David Campillos: Hay un claro problema con la sobreproducción. Hay mucha producción para tan pocos espacios, si eres una compañía te cuesta mover lo propio a unos niveles increíbles, y luego no poder girarlo es una pena. Yo tengo una sala privada y tengo una cantidad de propuestas inasumibles, imagínate un ayuntamiento… Hay cosas que me encantaría poder hacer en Sala Russafa, pero directamente no llego.
-Gabi Ochoa: Si no produces tienes un problema, si no produces te apartan de la ecuación. Yo como creador defiendo que la producción precisa de un tiempo de creación y reflexión, y que eso luego no se mueva es una pena. Este régimen de inversiones no fomenta esto y a mi me preocupa enormemente.
-Helena Gómez: Lo que no puede ser es que se busque una producción sin fin y esta no gire más allá del estreno. Muchas compañías se plantean directamente el sistema de producir y estrenar, sin contemplar un recorrido más allá.
-Gabi Ochoa: También cabe contemplar que las giras de València de aquí no salen, no se ven en otros sitios y eso en realidad siempre es bien recibido. Es un público que recibe poca oferta y cuando la recibe lo agradece enormemente.
-¿Consideráis que esto se podría fomentar desde el programa de residencias artísticas Graners de Creació?
-Gabi Ochoa: Yo siempre diré que es más importante la calidad que la cantidad, por lo que considero que dotar con más recursos a algunas compañías sería mejor que generar nuevas. Las residencias no tienen que ver necesariamente con la producción, pero sí que puede abrir una puerta hacia ello.
-David Campillos: Ponemos de "nuestro dinero", pero no hay una partida específica del IVC para ellos. Tú apuestas por una compañía y les dotas de unos recursos para que se desarrollen.
-Gabi Ochoa: Considero que las residencias son un acierto, y en el sector ha arrimado el hombro.
-Helena Gómez: Lo de Graners de Creació permite hacer partícipe al público del proceso de creación y eso es lo que realmente conecta.
-Como espectadores, creadores y programadores… ¿Qué os emociona de lo que está pasando actualmente?
-Gabi Ochoa: Yo sí que veo que tras la pandemia hay más atención en los cuidados, y tal vez eso ha unido más a nuestro sector, nos tenemos mucho cariño.
-Helena Gómez: Yo ahora mismo no te voy a mentir, veo el tema de la creación bastante complicado. Poco a poco me he ido desencantando, me veo más compartiendo la creación hacia otros sectores como los colegios o fuera de València tal vez. Me voy acogiendo a otros entes, a otras administraciones que apuestan por nuevos motivos de creación.
-David Campillos: Tenemos que trabajar duro y tirar hacia delante, o al menos intentarlo.
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