Leo los comentarios a una noticia sobre el incendio del pasado lunes en La Vila, en el que fallecieron un menor de cinco años, su padre y su abuela, y me encuentro que casi todos se refieren al nombre de la capital de la Marina Baixa. A su uso en valenciano o en castellano, naturalmente. Tres vidas perdidas, el susto de los vecinos, el precedente de la semana pasada en Campanar, y lo que mueve los dedos de los presuntos lectores es la denominación oficial de la ciudad. También vi a alguien que preguntaba en redes, con supuesta ironía, si Mazón iba a decretar tres días de luto como en València y sí, los decretó, pero no sin que alguien eligiera antes sacar a relucir el resentimiento alicantino contra los valencianos ante una tragedia como esta. Me faltó alguien, sin embargo, que arremetiera contra el gobierno, ya sea municipal o autonómico (ambos del PP en este caso) o el central (socialista), para, simplemente, vomitar su odio hacia el otro color de las bancadas parlamentarias.
Sigo leyendo, esta vez en papel, un artículo de opinión sobre las especulaciones que giran en torno a Kate Middleton, la princesa de Gales. Ya saben, tras una operación quirúrgica de la que no se ha contado más que lo imprescindible, es decir, que salió bien y que no retomaría su actividad pública hasta finales de este mes, su ausencia en los medios ha estallado en las redes. Creo que los gabinetes de comunicación de la casa Windsor deberían ahondar un poco más en la transparencia, porque la salud de la familia real, como la de los Borbón, es materia de Estado. Y también porque la única manera de acallar los rumores es con mensajes claros y anticipados. Pero doctores tiene la iglesia, incluso la anglicana. Retomo el caso Middleton. Por un lado, están los que se lo toman a chufla, entre los que destaco a los que sugieren que la princesa se cortó mal el flequillo y está esperando que le vuelva a crecer. Por otro, los conspiranoicos, que ya han dejado a la muchacha en coma e incluso la han matado y avanzan que la van a sustituir con una doble. Algún día llamo a mi amigo Jota Galiana y les cuento lo que sabe de la trama PID, que en una delirante teoría similar, aseguraba que Paul McCartney está muerto.
Concluyo. Recuerden que en el primer párrafo me he referido a los autores de este tipo de comentarios como supuestos lectores. Se ha hablado mucho de los troles (plural de trol, según el Diccionario Panhispánico de Dudas) que bombardean las noticias en busca de seguidores o, simplemente, de reacciones a sus comentarios que les demuestren que están vivos. Pero, sobre todo en el caso del siniestro vilero, yo lo que veo es gente que tiene demasiado tiempo para perderse en las esquinas de cualquier artículo o para quedarse en el umbral, como los que piden la nacionalidad de cualquier detenido en una operación policial. Y el problema no es que existan, sino que el cambio en el negocio de los medios de comunicación que han traído las nuevas tecnologías los alimenta. Desde dentro, porque cada exabrupto aporta un usuario. No tengo claro si mi oficio agoniza o se diluye. No hay otra perspectiva, me temo. Pero sí que tenemos que encontrar la manera de que cuente más el pinchazo de alguien interesado en la familia vilera fallecida, en las causas del incendio o en las razones por las que el edificio de La Cala no ardió como el de Campanar, que el tedio existencial de alguien que no entiende que La Vila Joiosa es Villajoyosa. O viceversa.
@Faroimpostor