MADRID. Científicos del Scripps Research Institute (Estados Unidos) han descubierto cómo, en las ratas adictas al alcohol, las señales que se asocian a la bebida durante la abstinencia son mucho más poderosas que las aprendidas durante las primeras fases del consumo, lo que provoca unas ganas de beber más irresistibles. Para algunas personas con trastorno por consumo de alcohol, puede ser la vista de un bar o una bebida favorita; para otras, puede ser la sensación de salir de la oficina después de un día estresante en el trabajo o entrar en una fiesta llena de gente. La mayoría de las personas que luchan contra la adicción a las drogas o al alcohol tienen señales particulares que desencadenan sus ansias.
"Ya sabíamos que el ansia producida por los estímulos ambientales suele intensificarse con el tiempo en el trastorno grave por consumo de alcohol, pero nadie había desmenuzado, tanto a nivel conductual como neurobiológico, por qué ocurre esto hasta ahora", explica el doctor Friedbert Weiss, primer autor del estudio, que se ha publicado en la revista científica British Journal of Pharmacology. Se calcula que 14,5 millones de personas en Estados Unidos padecen un trastorno por consumo de alcohol, que engloba toda una serie de conductas de consumo poco saludables. Al igual que otras adicciones a las drogas, la adicción al alcohol se caracteriza por ciclos de abstinencia y recaída.
Las ansias de consumo provocadas por los estímulos del entorno, como los que se presentan al pasar por un bar, son potentes motores de recaída. Del mismo modo, las ratas que han aprendido a asociar un determinado olor con el alcohol lo buscarán cuando se expongan a él. En el nuevo trabajo, Weiss y sus colegas trataron de entender si la experiencia de beber alcohol repetidamente durante la abstinencia, en lugar de sólo la duración o la gravedad de la adicción, ayuda a fortalecer las asociaciones aprendidas que conducen a las ansias.
Condicionaron a ratas que no eran dependientes del alcohol a asociar un olor a anís o naranja con el alcohol. A continuación, un subgrupo de esos animales pasó por ciclos de abstinencia, durante los cuales se les condicionó a asociar un olor diferente con el consumo de alcohol. "Esto nos permitió separar, por primera vez, el aprendizaje que se produce durante el estado original, no dependiente, y el aprendizaje que se produce durante la abstinencia", dice Weiss.
Cuando se probó a todos los animales para ver hasta dónde llegarían por el alcohol en presencia de un olor condicionado, el grupo de Weiss descubrió que las señales aprendidas durante la abstinencia eran mucho más fuertes para provocar una reacción. En otras palabras, la experiencia de aprender cómo el alcohol alivia los síntomas negativos del síndrome de abstinencia provocaba antojos aún más fuertes que la experiencia original de aprender los efectos beneficiosos del alcohol.
"Se suele pensar que la gente bebe porque le hace sentir bien. Pero en las personas que han desarrollado una dependencia, la sensación de 'bienestar' que produce la droga es en realidad una inversión de la sensación de malestar. Cuando esta inversión de la sensación terrible se experimenta repetidamente, entonces las señales ambientales que se asocian a esta experiencia producen un deseo mucho más poderoso que el deseo inicial de 'sentirse bien'", reflexiona Weiss.
Las ratas que habían aprendido a asociar un olor con el alcohol durante el síndrome de abstinencia eran mucho más persistentes en presencia de ese olor; durante un periodo de 30 minutos, presionaron una palanca para intentar obtener alcohol el doble de veces que los animales que sólo habían sido condicionados durante el consumo temprano de alcohol cuando aún no eran dependientes. Esta persistencia se mantuvo incluso cuando recibieron una pequeña descarga eléctrica al pulsar la palanca, o cuando la tarea de pulsar la palanca se hizo cada vez más difícil.
"Si un alcohólico llega a casa del trabajo y no hay nada en el frigorífico, ¿hasta dónde llegará para conseguir alcohol? ¿Correrá a la tienda de al lado? ¿Y si está nevando y la tienda está a ocho kilómetros de distancia? Lo que vemos es que en las ratas, se esforzarán mucho más por superar los obstáculos y estarán dispuestas a soportar las consecuencias adversas si han sido condicionadas con señales durante la abstinencia", señala Weiss.
Además, el equipo descubrió que el nuevo condicionamiento en realidad debilitaba las señales más antiguas que se habían aprendido antes de que el animal se hiciera dependiente del alcohol. Si un animal asociaba originalmente el alcohol con un aroma de anís, pero más tarde se le hacía dependiente y se le condicionaba a asociar el alcohol con un aroma de naranja mientras bebía durante el síndrome de abstinencia, el aroma de anís dejaba de ser una señal tan fuerte para desencadenar comportamientos de búsqueda de alcohol en comparación con el segundo aroma que se asociaba con el consumo de alcohol durante el síndrome de abstinencia.
A continuación, los investigadores estudiaron la amígdala, la parte del cerebro asociada a la adicción a las drogas y el alcohol en humanos y ratas, para ver cómo cambiaba durante cada experimento de condicionamiento. Descubrieron que se activaban zonas diferentes dependiendo de si las ratas aprendían un olor durante la exposición inicial al alcohol cuando no eran dependientes, o durante la abstinencia después de haberse hecho dependientes.
"Identificar cómo se instancian en el cerebro las asociaciones aprendidas entre la droga y el entorno fue para mí la parte realmente emocionante de este trabajo. Una vez que hayamos identificado los circuitos cerebrales responsables de este aprendizaje asociado a la abstinencia, podremos empezar a pensar en cómo dirigirnos a ellos con una terapia", remacha otra de las autoras, la doctora Hermina Nedelescu.