En Castelló, la sala Salatal ha vuelto a posponer su inauguración por "no tener la capacidad de asumir los gastos que conllevan las nuevas restricciones". Ya aplazaron toda su programación de septiembre, ahora lo hacen con los conciertos de octubre
VALÈNCIA. Ha pasado cerca de una semana desde el anuncio de la “normalidad mejorada” del Consell y casi veinte días desde que Ximo Puig anunció el fin de las restricciones culturales. Son testigos de ello los museos, los teatros, los auditorios, y lo serán los festivales. Pero este fin de semana -previsiblemente- los conciertos en salas seguirán siendo en butaca y -por tanto- con un aforo muy reducido.
Como viene explicando este diario, las salas de concierto se encuentran en el callejón sin salida que es el “ocio nocturno”, y por el que las medidas legislativas y las restricciones se diseñan por igual para una macrodiscoteca que para estas. En este sentido, el pasado 9 d’Octubre se iniciaba “una nueva etapa” del control sanitario por el que estos establecimientos podían levantar a la gente y habilitar la pista de baile siempre y cuando estuvieran con mascarilla y solo pudieran consumir en una mesa controlada por grupos burbuja.
Sin embargo, esto es inaplicable a las salas, que con superficies tan pequeñas, les hace imposible acercarse a cubrir gastos si tienen que partir la sala en dos zonas diferentes. Las otras dos opciones son la de abrir sin permitir el consumo de bebida ni comida, o seguir como hasta ahora, con el público sentado. Las salas valencianas, con resignación, han optado por esta última opción, que en la práctica les hace no superar ni el 25% de su capacidad real (a pesar de que el Diari Oficial les permite el 100%).
Esta situación ha provocado un comunicado de EnViu!, la asociación profesional de salas de conciertos, en el que piden a Sanitat que publique una regulación específica para sus establecimientos que adaptaría la legislación vigente con los festivales. Lo hace copiando al pie de la letra el texto del DOGV para los festivales pero haciendo modificaciones que pueden asumir. Las salas se comprometen a pedir el pasaporte covid y reducir su aforo real al 70%, así como prohibir el consumo de comida, y establecer un máximo de 90 minutos en funciones, con 15 minutos de descanso entre cada uno para desinfectar la sala. Todas estas concesiones buscan llegar a un acuerdo de mínimos para funcionar con una relativa normalidad y poder empezar a programar con otras perspectivas. Desde hace 19 meses, desde marzo de 2020, las salas no han podido recuperar el formato de concierto. Son el espacio cultural a la cola de la desescalada.
Según explican las propias salas en el comunicado, la situación “ha provocado el cierre de muchas salas de conciertos de manera definitiva, algo que está provocando una brecha enorme en la creación artística, en la cultura emergente y en los estilos minoritarios. Si las salas de conciertos no podemos trabajar la cultura de base está bloqueada, y es algo que la Generalitat Valenciana debería salvaguardar”.
“Creemos que es un texto asumible y responsable, y que podría aplicarse de manera inmediata para las salas de conciertos, con el que podríamos recuperar nuestra identidad, tal y como está sucediendo con el resto de sectores. Desde la asociación confiamos que seáis altavoz de esta petición y podamos tener un protocolo con carácter urgente, que nos permita trabajar con dignidad y podamos salvar al sector, ya que la situación es extrema y con este nuevo DOGV nos deja lejos de ser sostenibles, y por si fuera poco, sin herramientas para ser competitivos”, sigue el comunicado.
De paso, se preguntan: “Si todos los asistentes tienen correctamente el “pasaporte covid”, ¿es más seguro un recinto al aire libre de 10.000m2 con 40.000 personas durante horas, que una sala de conciertos de 200m2 con 140 personas durante 90 minutos?”.
En verano de 2020, cuando la segunda ola empezaba a asomarse, el Consell ordenó el cierre total del ocio nocturno, es decir, los locales con licencia de pub o bar de copa. Los conciertos pasaban a estar prohibidos en las salas, mientras el resto de la cultura funcionaba con estrictas restricciones pero haciéndolo en todo caso.
Días después de las primeras restricciones, y ante las quejas de las salas, Sanitat firmó un protocolo para marcar una excepción en los centros culturales “con programación regular”. El documento, se aprobó, se publicó… Pero cayó en saco roto cuando los controles de la policía exigían a las salas hacer caso a su condición de pub, y no a una orden que otorgaba de manera abstracta la categoría de “lugar cultural”. Conforme las restricciones fueron avanzando, las pocas salas que se atrevieron a abrir cerraron.
Durante todo este curso, se han movido al ritmo del resto del ocio nocturno: abierto, cerrado, reabierto y vuelto a cerrar. Mientras, las grandes citas musicales al aire libre han ido rascando de mil en mil un aforo máximo que ahora a desaparecido.
El problema está cronificado: sin una licencia específica para las salas, la legislación ad hoc se hace de difícil aplicación. Los empresarios detrás de los negocios llevan pidiéndolo mucho antes de la explosión de la pandemia. Por ahora no se ha hecho ningún tipo de avance en este tema en concreto.
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