La cumbre de la OTAN en Vilna (Lituania) pasaría a la historia como la de la ignominia contra el Gobierno de la Unión Europea (UE). Dos aliados externos acababan de decidir nuestro destino en un escenario global que implicaban peligrosas consecuencias con una guerra a las puertas de nuestro territorio. “Turquía lleva esperando en la puerta de la UE más de 50 años. Hago un llamamiento a estos países que hacen esperar a Turquía. Abran el camino a Turquía hacia la UE y nosotros despejaremos el camino para Suecia, tal y como lo allanamos para Finlandia”, declaró el presidente turco, Tarcipp Erdogan, en el aeropuerto de Atatürk, antes de viajar hacia la capital lituana.
Según el “Índice Elcano de Presencia Global”, el conjunto de Estados miembros de la OTAN casi duplicaban en 2022 la influencia de los países de la región de Asia-Pacífico en el mundo, con un 52% frente al 27%, pese a que los segundos incluían al gigante chino. Acababan de publicarse estos datos con una nueva herramienta digital, en el cálido y temible verano del Año III d. C. -después de la Covid-, tan temible como aquél día en que decidiste partir.
Turquía, país asiático, solicitó su entrada en 1959 en la entonces Comunidad Económica Europea, y sólo en 1999 se le concedió su estatus de país candidato, comenzando el proceso de negociación en 2005. Desde 2018, las conversaciones para su adhesión están congeladas por la ausencia de respeto a las libertades más básicas. Ahora, le daba una vuelta al puñal que le ha clavado por la espalda a Bruselas. Y lo hacía con la ayuda de Noruega, que tampoco es miembro de la Unión Europea. Durante décadas y, tras varios referéndums, sus ciudadanos se han negado a entrar a este “club privilegiado”.
Había que cumplir las exigencias turcas para que diera el visto bueno a la entrada de Suecia en la OTAN. Y se han cumplido. Turquía pedía eliminar las restricciones a las exportaciones de armas, y fortalecer la cooperación entre Turquía y Suecia en la lucha contra el terrorismo, para terminar con la colaboración sueca con el PKK, el grupo armado kurdo que se enfrenta a Erdogan.
Las exigencias añadidas ahora por Erdogan implicaban un peligro real de desestabilización del territorio de la Unión Europea. Pero el apoyo a ultranza del Secretario General, Jens Stoltenberg, para la entrada de Ucrania en la OTAN resultaba suicida. Ambos organismos contienen una cláusula de salvaguarda frente a amenazas externas. El artículo 5 de la OTAN es equiparable al artículo 42,7 del Tratado de la Unión Europea. Ante cualquier amenaza a uno de sus miembros, todos actuarán en su defensa.
“Esto envía un mensaje claro de que defenderemos cada centímetro de Lituania y cada centímetro del territorio aliado”, dijo el Secretario General, Jens Stoltenberg, tras renovar un año más su mandato en espera del fin de la guerra entre Rusia y Ucrania. El mensaje iba dirigido al Kremlin. Este país, también miembro de la Unión Europea, comparte frontera con Rusia a través del enclave de Kaliningrado, y con Bielorrusia.
"Ésta será la primera Cumbre de Finlandia como aliado de la OTAN, y esperamos que Suecia se una lo antes posible”, dijo Stoltenberg recordando que el “proceso aliado” frente a Rusia no estaba cerrado. Los aliados abordarían en Vilna el camino de Ucrania hacia la adhesión a la OTAN. Pero no estaban solos. En la capital lituana, se reunirían con sus socios más cercanos del Indo-Pacífico: Australia, Nueva Zelanda, Japón y Corea del Sur. En aquel temible verano…