La violencia de género es un hecho. La Ley Orgánica 1/2004, dice que es víctima de violencia de género la mujer que es objeto de cualquier acto de violencia física y psicológica, incluidas las agresiones a la libertad sexual, las amenazas, las coacciones o la privación arbitraria de libertad, ejercido sobre ella. Tenemos datos más que suficientes que hablan de los millones de personas afectadas: las mujeres, los menores… Permítanme compartirlos.
La doble discriminación de género y de edad hace que las necesidades de las mujeres mayores sigan estando muy invisibilizadas y, por ello, poco atendidas. Sin embargo, algunos estudios nos permiten conocer cada vez más realidades y aproximarnos a este problema social aún tan oculto que nos afecta a la sociedad en conjunto. El 25 de noviembre es el Dia Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la mujer. Todavía falta mucho por hacer, pues observamos que la Comunidad Valenciana es la segunda en número de casos en España en el Sistema VioGen, con 13.160 casos con protección policial activa de mujeres. Tu abuela, tu madre, tu hermana, tu hija… podrían ser una de estas víctimas y aún no lo sabes.
Toda una vida de maltrato. Larga duración de la violencia. Un 67% de las mujeres mayores de 65 años que han sido víctimas de la violencia de género lo han sido durante más de 20 años: cuatro de cada diez durante más de 40 años y el 27% entre 20 y 30 años, según el Informe elaborado por Cruz Roja con una muestra de 245 mujeres usuarias del Servicio Telefónico de Atención y Protección para víctimas de la violencia de género, publicado en diciembre de 2022. Las mujeres mayores reciben malos tratos de larga duración perpetrados por hombres agresores.
Según el estudio Violencia de género y mujeres mayores en la Comunidad Autónoma de Euskadi: visibilizando una vulnerabilidad opaca, un 5,7% sufren actualmente maltrato (16.456 personas), y una de cada cuatro ha sufrido violencia de género a lo largo de su vida (67.559 mujeres mayores). Por cierto, el 98% de las mujeres maltratadas son españolas.
Por otro lado, la macroencuesta de Violencia contra la Mujer de 2019, mostraba que el 8,5% de las mujeres de 65 años o más ha sufrido violencia física y/o sexual de alguna pareja a lo largo de la vida. La encuesta también reflejaba que el 22,9% de las mujeres mayores de 65 años había sufrido algún tipo de violencia psicológica. El 4,4% de las mujeres mayores de 65 años dice haber sufrido violencia física o sexual alguna vez en la vida por parte de su pareja actual, el 10,1% violencia psicológica y el 5,2% violencia económica, pero las mujeres mayores que piden ayuda (tanto en los recursos formales como en su entorno íntimo) son pocas.
En el estudio Violencia contra las mujeres mayores. Interacción del sexismo y edadismo, del Instituto Navarro para la Igualdad, publicado en 2020, se subrayan algunas de las circunstancias que rodean a la violencia de género en las mujeres mayores: la naturalización de los roles de género, la creencia en la indisolubilidad del matrimonio y la idea de que todo lo que ocurre en el hogar debe permanecer en el ámbito privado hacen que para las mujeres mayores sea más difícil tomar la decisión de separarse o pedir ayuda para salir de una relación violenta. Por suerte, muchas de las mujeres de 65 o más años dijeron haber roto su relación con la pareja pasada como consecuencia del maltrato sufrido.
Los menores son también victimas. El 32% de las mujeres encuestadas creyó mejor no separarse "por los hijos"… sin saber que ellos y ellas son víctimas directas también de la violencia de género que sufren sus madres, pues siete de cada diez mujeres entrevistadas dijeron que sus hijos e hijas habían presenciado agresiones, insultos, coacciones, injurias, vejaciones, menosprecios e intimidaciones provenientes de machitos: "En esta casa mando yo", "Loca", "Imbécil", "Hija de puta", "Te voy a estar jodiendo toda la vida" y similares. Muchos estudios ponen de relieve el impacto de la violencia de género de larga duración en la salud física y mental de las mujeres y sus hijos e hijas menores o ya adultos.
Malos tratos diversos. Además del maltrato físico y psicológico, seis de cada diez dicen haber sufrido maltrato económico. El estudio sobre las mujeres mayores de 65 años víctimas de violencia de género indica que seis de cada diez mujeres encuestadas señalaron que el maltratador les impedía tomar decisiones relacionadas con la economía familiar y/o realizar compras de forma independiente. El 55% de las mujeres no recibían dinero para los gastos del hogar, el 41% dijo que él se apropió de su dinero, el 34% dijo que él no les dejó tener un trabajo o estudiar y un 31% dijo que él se apropió de sus bienes (herencias y similares).
El maltratador es y será y repite sus conductas agresoras. El 46% de las entrevistadas (casi una de cada dos) considera que el riesgo de que su expareja cometa una nueva agresión es alto o muy alto y el 28% señala un riesgo moderado. La espiral de violencia no acaba nunca y los hombres agresores repiten una y otra vez las mismas conductas: menosprecio a las mujeres, y abusos. A pesar de esto, ellas acuden menos a la Policía o a los juzgados para señalar el maltrato que están sufriendo y piden menos ayuda a otro tipo de servicios (médico, psicólogo…) que las mujeres jóvenes. En general, las mujeres mayores piden menos ayuda por tener más dificultades para reconocer la violencia, quizás por haberse socializado en una España que reforzaba los roles de género y negaba a las mujeres derechos básicos de la ciudadanía que puede haber normalizado la violencia supuestamente 'de baja intensidad', quizás por no saber dónde pedir ayuda o sentir indefensión aprendida pensando que no existe posibilidad de salir de la situación y la sociedad les condena a este desamparo. Una barrera para romper con la espiral de violencia es la resistencia al cambio ante situaciones que han permanecido igual durante mucho tiempo y sentirse indefensas ante la realidad que han soportado durante su vida. Todo esto puede ser la razón por la que muchas mujeres no denuncien y aguanten lo que ningún ser humano debería aguantar. Otra barrera para salir de esa situación de convivencia con un maltratador para las mujeres mayores puede ser la sensación de fracaso vital y de que ya es tarde para cambiar, muy relacionado con el edadismo y con la creencia de que, a partir de cierta edad, ya no es posible iniciar nuevos proyectos y empezar una nueva vida. Pero no es así. El papel de los hijos e hijas es clave, pues cuando ya son adultos pueden reconocer y denunciar la violencia y ser un apoyo fundamental durante todo el proceso.
Invisibilización del problema y necesidad de intervención. La exclusión que sufren las mujeres mayores se relaciona con la invisibilidad de este tipo de violencias. Es necesario sacar a la luz estos datos y reducir las trabas para conseguir ayuda policial, jurídica y psicológica, mayor formación específica para los profesionales que atienden a las mujeres víctimas (Policía, Juzgados), creación de espacios seguros, servicios públicos y protocolos adaptados a las necesidades de las mujeres mayores y una red de acompañamiento profesional, que no existe. Ahora que el término violencia de género ha desaparecido en los presupuestos de la Generalitat Valenciana, y que el pasado miércoles se presentó en las Cortes Valencianas una Proposición No de Ley que instaba a la Cámara a ratificar el compromiso con la prevención y erradicación de la violencia de género y que no fue aprobada, y ante la situación de desamparo en la que pueden encontrarse tantas mujeres mayores, desde la Sociedad Valenciana de Geriatría y Gerontología pedimos al Presidente del nuevo Gobierno Autonómico que tome medidas urgentes para acabar con esta lacra social.
Mucho por hacer, ¿no? La respuesta de la Administración Pública es aún insuficiente.
Dra. Sacramento Pinazo-Hernandis. Universitat de València. Sociedad Valenciana de Geriatría y Gerontología.