Las presidenciales siguen pareciendo cosa de Trump. Las encuestas sugieren que hay suficientes votantes que pueden pasar por alto sus polémicas, animados por mensajes que prometen una economía más fuerte y centrada en Estados Unidos. Los acontecimientos devastadores en Pensilvania podrían haber mejorado su posibilidad de elección, ganando la simpatía de los votantes indecisos.
Por el contrario, los demócratas aún deben ponerse de acuerdo para elegir a un candidato que no sólo una a su partido, sino que también atraiga a los cada vez más recelosos votantes indecisos, y las acusaciones de un liderazgo lento y fuera de onda no han ayudado.
Nos parece lógico que el mercado se haya precipitado a reducir las primas mediante el aplanamiento de la curva de tipos. A corto plazo, la perspectiva de que el presidente Trump se enfrente a una competencia creíble aliviará la creciente preocupación de los mercados ante la posibilidad de una victoria aplastante del Partido Republicano. Una carrera electoral más equilibrada debería atenuar los temores a un segundo mandato inflacionista de Trump centrado en aranceles y recortes fiscales importantes. Esto ha eliminado, con razón, parte de la tensión en la curva de tipos estadounidense, especialmente en el tramo largo.
Parece que la carrera presidencial de este año podría retomar un debate más tradicional, centrado en las políticas más que en la idoneidad para el cargo. No estamos convencidos. Para empezar, es probable que a Trump se le vuelva a dar la vuelta a la tortilla y se enfrente a sus propias acusaciones de ser demasiado viejo para la Presidencia. En cualquier caso, un Trump algo menos seguro de sí mismo podría aumentar la intensidad de su campaña, con titulares polémicos y ataques inevitables a su carácter. A esto hay que añadir la reciente suavización de los datos de inflación y del mercado laboral, que implican recortes de los tipos de interés antes de noviembre. Una cosa parece segura, la volatilidad de los mercados seguirá siendo alta.