VALÈNCIA. Cuando la Dana desbordó numerosos barrancos en la provincia de Valencia, llevándose el agua consigo vidas humanas, barrios, viviendas y vehículos, fueron los voluntarios quienes, pala en mano, asumieron la labor que las instituciones tardaron días en organizar. El escritor Santiago Posteguillo, testigo directo del desastre desde su vivienda de Paiporta, trasladaba en el Senado la sensación de abandono de la población: "¿cómo puede ser que en 48 horas no venga nadie?".
Dos días que dieron paso a la llegada del apoyo ciudadano, que se desplazó en masa por el Puente de la Solidaridad desde Valencia, para empezar a mitigar una situación en la que, la administración, tardó clamorosamente en reaccionar. Este jueves se celebra, como cada 5 de diciembre, el día internacional de los Voluntarios, que tanto protagonismo han tenido desde que el 29 de octubre la riada asolara numerosos municipios. Voluntarios que llegaron de toda España y a los que ciudadanos afectados han agradecido reiteradamente su ayuda por hacer un poco más agradecido lo que no tiene nombre.
“Decidí bajar al día siguiente con la ayuda de la Fundación Sepla”, relata Erika von Berliner, integrante del colectivo DanaWarriors, quien coordinó el llevar tres minibarredoras a las áreas afectadas para iniciar la limpieza de un lodo que, un mes después, sigue dando dolores de cabeza. Estas máquinas se sumaron a la ardua tarea de remover escombros y barro, complementando los esfuerzos insuficientes en un escenario que ella describe como "un terreno de guerra, con gente caminando en todas direcciones".
"A pesar del caos inicial, la movilización espontánea de voluntarios fue impresionante. Personas de toda España se unieron, muchas sin protección ni experiencia previa, pero con una determinación que transformó el desorden en acción. Fue emocionante ver a tanta gente haciendo lo que podía", señala la voluntaria, que llegaba desde Madrid. Sin embargo, era necesario establecer un cierto orden, por lo que comenzó a gestionar la logística, organizando horarios, coordinando a voluntarios y reclutando chóferes y maquinistas capaces de manejar las pesadas máquinas.
A través de este grupo han llevado voluntarios a Picassent, Paiporta, Picanya, Torrent, Alfafar o Massanassa. "Hemos sido un poco ovejas negras, porque no hemos esperado órdenes del ayuntamiento y hemos tenido que actuar por nuestra cuenta para sacar coches de parkings y evitar que peligraran las estructuras", señala. La rapidez en llegar y la organización fueron clave en la efectividad de la ayuda de estos voluntarios. "Desde hace una semana, las autoridades empiezan a ver que tienen que movilizarse para cuestiones como sacar el barro de garajes, cuando nosotros llevábamos varias de ellas", lamenta.
En cuanto al porqué el voluntariado termina por movilizarse en masa antes estas situaciones, Von Berliner lo tiene claro: "No estamos aquí para recibir agradecimientos; estamos aquí porque alguien tiene que hacerlo". No obstante, insiste en la necesidad de tratar bien a los voluntarios desde las poblaciones, algo que no se ha dado en todos los casos, donde han tenido que buscar, por ejemplo, sitio para dormir o comida caliente. Tras la fase de emergencia, ahora quieren abordar la reconstrucción, dándole al pueblo los enseres necesarios para volver a sus vidas. Mientras, tras Dana Warriors, ellos crearán 1000 Razones, una organización para seguir prestando ayuda ante desastres naturales que impliquen emergencias humanitarias.
Andreu Veà, creador del mencionado movimiento Dana Warriors, ya había constituido otras plataformas efímeras como CáncerWarriors o Covid Warriors para ayudar con voluntarios y mecenas en las diferentes circunstancias. Desde la distancia, y con el respaldo de los contactos de su grupo de innovación Interesting People Community (IP), tejieron una red para empezar a organizar a personas que llegaran a las zonas afectadas con las herramientas adecuadas.
Se trata de una asociación que no canaliza donaciones monetarias, sino que se encarga de unir los puntos. "Hemos fletado furgonetas, trailers y hasta un avión con herramientas. Lo que hacemos es coordinar la ayuda y ayudar a los que ayudan", explica. "Actuamos ante el desorden clásico de la administración pública, de los que todavía no ha llegado ni un euro a los afectados", lamenta. Un contexto de voluntariado en el que, tal y como señala, es imprescindible la organización. "Somos gente con capacidad de gestión, tenemos dinero y sabemos lo que hay que hacer. Gestionamos en base a la confianza y no a la desconfianza".
Si de algo hablan los expertos en voluntariado, es la mencionada necesidad de coordinación. En el caso de DanaWarriors, se plantea por grupos de Whatsapp, donde han creado el concepto del destilador, que prepara informes y permite unir la demanda de los ciudadanos afectados con los voluntarios adecuados. Una organización sin estructura que construye una red que ha llevado maquinaria, ha repartido agua, colchones o generadores de luz. "Nuestras estructuras de confianza son Cáritas Interparroquial y Rotary Club", señala Veà. "El secreto de nuestro éxito y rapidez es no pidas permiso, ya pedirás perdón", asegura.
Juan Ángel Poyatos, ex director general de Coordinación de la Acción del Gobierno durante el último gobierno socialista, fundó Volies en 2013, donde se une el voluntariado con la empresa. "Empezamos a investigar y vimos cómo aumenta el compromiso de los empleados a través del voluntariado. Para una empresa, que la gente esté comprometida, es mucho dinero", reconoce, en una acción donde los empleados mejoran capacidades como la comunicación, el liderazgo o la adaptación al cambio. Empresas como Telefónica, Endesa o Repsol están entre sus clientes y tienen presencia en Colombia, México o Argentina.
Con el enfoque puesto en las emergencias, han ayudado a abordar a través del voluntariado corporativo algunos escenarios como las inundaciones de Alemania. En este sentido, Poyatos explica que muchas personas conocen esta fórmula de ayuda a través de la empresa, que además está capacitada para movilizar recursos físicos como herramientas. "Se trata de generar una sociedad que quiere tener muchos voluntarios y ciudadanos que se movilizan, que no se quedan pasivos ante los problemas que les rodean", recalca.
"El voluntariado siempre reacciona muy rápido. Tiene una capacidad de movilizarse casi espontánea, aunque la organización es complicada", señala el fundador de Volies. "No obstante, hay que ser capaces de que toda la voluntad de ayuda sea de calidad para no hacer sentir a los voluntarios que pierden el tiempo. En el caso de la Dana, al principio había trabajo en todos los sitios, pero con el paso de los días, el saber qué hacer y a dónde ir sin previsión fallaba", reconoce. "Fuimos al Ayuntamiento de Massanassa y nos mandaron a limpiar la estación de tren. Y para qué, si no iba a funcionar", lamenta. "El voluntariado corporativo es algo organizado, que sabe a dónde va".
Uno de los episodios de peor aprovechamiento de voluntarios fue el protagonizado por la Generalitat Valenciana, cuando en aras de organizar la ayuda y evitar atascos con prohibiciones de acceso en vehículo a las zonas afectadas terminó por hacerles esperar durante horas y pasearles en bus, y hasta en algunos casos volver a sus casas prácticamente sin ayudar. "En 2013, por la crisis, se cerró Fundar, la Fundación de la Solidaridad y el Voluntariado de la Comunidad Valenciana. Esta estructura desempeñó un papel importante en la promoción y coordinación del voluntariado en la región durante años", explica Poyatos.
Una fundación que también formaba a otras estructuras del tercer sector en la buena gestión del voluntariado y tenía iniciativas como un programa de pymes, para que éstas pudieran acceder a acciones de voluntariado. En esta línea de devolver el protagonismo al voluntario, y poder reforzarlo desde la parte pública, señala la importancia de los centros de voluntariado. "La administración como ente que ayuda a las ONG a entender cómo gestionar, formar y reforzar la estructura para tratarlos", apunta.
Poyatos señala la importancia de no saltar de emergencia en emergencia, y mantener el voluntariado de forma constante durante el paso de los meses. "Ahora nos ha toca de lleno, pero está el terremoto en Turquía, Marruecos, nos vamos olvidando de Ucrania y tenemos que luchar contra ello", asegura. "Nos movemos por impulso, pero muchas empresas se han acercado a nosotros para organizar estas situaciones y que este voluntariado pueda fluir de forma constante", explica. También insiste en la importancia de cada catástrofe no caiga en el olvido para los ciudadanos y que la ayuda pueda alargase durante más meses de forma organizada y útil. "El voluntariado no es algo que vayamos contando por ahí. Es algo que queda en nuestra esfera privada y no me dimensiona", reconoce.
Además, destaca la dificultad en algunos casos de hacer voluntariado para las personas, quienes ven dificultades al intentar encontrar proyectos a los que sumarse. "Hay gente que lo intenta, escribe a las ONG y no acaba de recibir respuesta", explica. "No es sencillo y la realidad es que, a título particular, las personas que viven esas experiencias mejoran su bienestar". El hecho de sentirte útil, de que alguien te dé las gracias, es vital y, señala que, si se hace con compañeros y amigos, es una experiencia gratificante.
En este afán de no olvidar, Volies ha impulsado junto a Jon Elicegui el documental 'La Voluntad', que se estrenará este jueves en Picassent y Alaquàs. "Estuvimos ayudando y viendo el fenómeno de cómo las administraciones tardaron de reaccionar y cómo la gente no", señala Elicegui. "Dentro de este drama, ha surgido algo especial, por lo que hemos querido hacer este film entorno al agradecimiento, al ver esta marea de ayuda". "Queremos mostrar que, dentro de la desorganización, se ha organizado a sí mismo el fenómeno. Voluntarios, pero también gente que ha ido a apoyar a éstos con comida o personas afectadas que ayudan a gente más afectada. Un documento que, posiblemente, se hará público en tres capítulos "para que esta situación no se olvide" de forma prematura.
Álvaro Cuadrado, fundador de Hambre Cero, organización humanitaria presente en 38 países fundada en 2020, tiene una visión clara sobre la respuesta a las emergencias: no se trata solo de enviar ayuda, sino de generar equipos locales que puedan mantener el impacto a largo plazo. Desde que inició su labor en 2020, Cuadrado ha trabajado en conflictos bélicos y catástrofes naturales, siempre con el objetivo de empoderar a las comunidades afectadas, transformando a las víctimas en agentes de cambio.
"Nuestro enfoque es llegar los primeros e irnos los últimos", explica Cuadrado, quien ha estado presente en diversas emergencias, incluida la crisis de Ucrania. La filosofía de su organización es que la ayuda no debe ser un "chute puntual", sino que debe contribuir a una solución estructural y sostenible. Este modelo se aplica también al desastre de la Dana en la Comunidad Valenciana, donde su equipo ha coordinado esfuerzos de asistencia llevando donaciones de alimentación y recursos a todas las poblaciones afectadas.
El voluntariado juega un papel fundamental en la respuesta humanitaria y Cuadrado enfatiza la importancia de contar con personas comprometidas. Para ello ha decidido que, entre los perfiles de los que se rodea para recibir esta ayuda, se encuentran las personas prejubiladas. "La sociedad les lanza el mensaje de que ya no valen, pero nosotros les damos un propósito: su experiencia y su compromiso son clave", señala Cuadrado.
El trabajo durante las primeras horas y días de una catástrofe de este calado es crucial. En Valencia, por ejemplo, Cuadrado y su equipo movilizaron hasta 60 palés de ayuda diaria al principio, pero ahora, cuando la emergencia da paso a la recuperación, se enfocan en identificar las necesidades específicas. "En cuatro meses, no habrá nadie en el terreno. Ahí será más necesario que nunca que la comunidad pueda sostenerse", subraya.
A pesar del impulso inicial de las donaciones, Cuadrado advierte sobre la importancia de mantener el flujo de recursos a largo plazo. Aunque su organización recibe grandes cantidades de donaciones, tanto económicas como en especie, el verdadero reto es asegurar que los recursos estén bien gestionados, además de recibir facilidades logísticas. "Necesitamos furgonetas, maquinaria como toros mecánicos, más que donaciones directas de comida. Nuestra organización no compra ni un kilo; lo que hacemos es evitar que los alimentos se desperdicien, por lo que todo lo que se necesita para gestionarlo es clave", apunta.
Mientras muchas organizaciones enfrentan dificultades para asegurar recursos en tiempos de crisis, Cuadrado destaca la importancia de estar siempre preparados para futuras catástrofes. "Ya estamos preparando la próxima. En Alcalá de Henares, tenemos un centro logístico con suministros para seis meses", señala. Con su enfoque en la formación de líderes locales, el compromiso de los voluntarios y la sostenibilidad de la ayuda, tanto Cuadrado como todos los voluntarios que han visitado la Comunitat Valenciana son claves para abordar un cambio real.