àngels gregori, presidenta de la fundación del poeta, detalla los proyectos de esta

L'Elca después de Brines

24/08/2021 - 

VALÈNCIA. Donde sea que se encuentre, el poeta Francisco Brines debe sentirse plenamente contento y satisfecho. Su legado y su obra permanecerán en el tiempo porque, no en vano, ha sido el primer escritor valenciano en recibir el Premio Cervantes. Esto irá más allá: sus deseos, sueños y proyectos se harán realidad gracias a la visión que tuvo cuando dio forma a la fundación que lleva su nombre y cuando –acertadamente– escogió al grupo de personas que, encabezadas por la poeta Ángels Gregori como directora, velarán que se cumplan.

Ejemplo de ello es un libro que el poeta dejó en proceso y que escribió en los últimos 25 años. Se titula Donde muere la muerte y se presentará en octubre bajo el sello Tusquets. “Esta última obra hacía años que la estaba escribiendo. Se tardó porque Brines era un escritor de obra muy lenta, reflexiva y meditada”, aclara Gregori. “De hecho no tiene una gran cantidad de libros. Eso es lo que hace el tiempo de maduración; que sus libros, siendo pocos, son muy sólidos”. A lo largo de los setenta años en los que Brines desarrolló su poesía, se movió en las mismas coordenadas: la infancia y L’Elca, la finca ubicada en Oliva, donde pasó sus últimos años. 

Sin duda alguna, la Fundación Francisco Brines ha empezado su trayectoria con el pie derecho. En diciembre de 2020 lanzó la convocatoria para el I Certamen Internacional de Poesía bajo el nombre del escritor que, para sorpresa de la entidad, recibió mil cuatrocientos poemarios procedentes no solo de España sino de países hispanoamericanos, cuyos autores aspiraban a ganar el premio en la modalidad de castellano o valenciano, pero solo dos, Francisco José Martínez Morán (Alcalá de Henares) y José Luis García Herrera (Esplugues de Llobregat), han sido los ganadores de un premio dotado con 6.000 euros y la publicación de sus libros en la Editorial Pre-Textos. Los premios se darán en una ceremonia que se celebrará el próximo mes de octubre.

Este certamen abre la puerta, de alguna manera, a un nutrido programa de actividades que ya prepara la fundación en aras de mantener vivo el espíritu y los ideales de Brines, así como su entrañable casa de campo, L’Elca, considerada su “templo poético” y que, por decisión del mismo escritor, en su momento se abrirá al público para realizar actividades. 

Brines insistía mucho en que no quería que esta casa se convirtiera solo en un centro para difundir su obra, sino que fuera una casa de la poesía en general a la que pudieran venir poetas, que se crearan lecturas, actividades y recitales poéticos”, expresó la directora de la fundación, quien entrevistada en el recito, habló de los planes de la entidad y de Brines, ese entrañable amigo y maestro con el que caminó varios años en el mundo de las letras.

Proyectos entorno a la casa 

La entidad busca hacerse eco en muchos sitios, principalmente en Oliva y poblaciones cercanas, con proyectos y actividades, como la publicación de un cómic que narra la vida del poeta o la organización de charlas y rutas literarias, lecturas poéticas, e incluso la presentación de libros como podría ser el caso de tres ensayos que se han publicado en torno a la figura de Brines, posterior a su deceso.

“Ahora estamos haciendo un proyecto de la poesía de Brines para escuelas, el cual saldrá en septiembre”, informa la directora. Se trata de un cómic que está diseñando el artista olivense Bernat Moreno y que narra una pequeña historia del poeta. “Lo vamos a publicar y, junto con eso, hemos hecho una ruta literaria por L’Elca acompañada con propuestas didácticas y actividades. La idea es que los niños de Oliva, de la comarca –y queremos que de toda Valencia– puedan venir con sus maestros a hacer esta ruta”.

Gregori es consciente de que la finca, que se encuentra en perfecto estado gracias al mantenimiento que se le sigue dando, se tendrá que acondicionar como museo si la intención es abrir sus puertas para organizar actividades culturales. “Queremos que la gente del pueblo –es algo que quería Brines– se acerque y que realmente haga suyo un patrimonio como L’Elca”, manifiesta.

Si un interés tenía Brines es que la poesía llegara a los niños y a las escuelas. Y seguramente esto fue porque, desde niño, cuando estudió con los jesuitas en València, su maestro, el padre y también poeta Juan Bautista Beltrán, le ayudó cuando le enseñaba sus primeros versos, de tal manera que acabó bautizándolo como el “príncipe de la poesía de la clase”. Brines siempre dio mucha importancia a este suceso en su vida.

El compromiso que tiene la fundación desde 2019, cuando se constituyó, es muy grande y sus integrantes son conscientes de ello. No en vano, el mismo Brines escogió a quienes darían continuidad a sus ideas, presentándoles el proyecto. Son personas relacionadas con el arte y las letras como Rosa Mascarell, que ocupa el cargo de secretaria y es una artista que tiene experiencia en creación de fundaciones; María Rafael Ferri, una amante de la poesía; Pilar Roig, catedrática de arte y experta en restauración; Joan Millet, artista de la zona de Oliva y que tuvo mucha relación con el poeta. Además de su sobrina, la pintora Mariona Brines, que ocupa el cargo de presidenta de la fundación, así como la escritora Carmen Amoraga y Selina Brines, también sobrina del escritor. Hay, además, un patronato institucional integrado por Ximo Puig, president de la Generalitat, con quien Brines tenía una gran amistad y David González, alcalde de Oliva, que los ha apoyado mucho.

“La fundación tiene mucho trabajo por hacer”, afirma Gregori. “Mientras estaba Brines, la fundación existía, pero el hecho de que ahora no esté da más responsabilidad para seguir la iniciativa que él, con tanto cariño, impulsó. No solo por lo que representa su obra, sino por lo que representa L’Elca en el paisaje valenciano para los lectores de poesía españoles como patrimonio paisajístico”.

L’Elca y el legado de Brines

De un momento a otro, L’Elca abrirá sus puertas para que la fundación empiece a realizar sus actividades. Quien llegue a visitar esta hermosa finca enclavada en un entorno de naranjos con una tupida vegetación que permite ver a lo lejos el Mar Mediterráneo y bellas montañas, va a encontrar una casa absolutamente maravillosa en la que se respira libertad y poesía. 

Siempre que Brines escribía, fuera en Oxford o Madrid, donde vivió muchos años, aparecía L’Elca en sus poemas. “La suerte que tuvo este paisaje de tener a un observador privilegiado que transmitió en sus versos la belleza del Mediterráneo creo que es el gran patrimonio de L’Elca”, consideró quien es una gran conocedora de la obra del poeta. “De hecho, en su primer libro, Las brasas, no tenía ni 30 años y ya demuestra la ilusión o la voluntad que tenía de envejecer en L’Elca. Sorprende que, con tanta juventud, visualizara su final ahí”, expresó. «Siempre decía: Esta es la casa que me conoció en todas las edades, la casa de veraneo y fiestas de navidad. Es la casa donde amé y fui amado, donde aprendí a escribir y a leer sin prisa". Y para él esto era el refugio pero también el paraíso. Un santuario».

Aunque físicamente el poeta se ha ido, su esencia sigue ahí, en cada rincón y espacio al que le dio forma, como sus bibliotecas donde hay libros de todo tipo. “La primera contiene obras desde el siglo XVII, primeras ediciones que Brines disfrutaba mucho. Y las otras dos están en la parte de arriba de la casa, como una biblioteca usual; ahí está toda la poesía castellana contemporánea y latinoamericana del siglo XX, y al lado de una capilla se habilitó una última biblioteca más funcional”, explica Gregori, que aclara que, cuando la finca esté bien acondicionada, es deseo de la fundación que la gente visite estos recintos, sobre todo estudiosos de la obra de Brines o de la poesía en general. “La idea es que no se quede la reliquia de una casa-museo, pero sobre todo que haya profesionales que le den un buen uso”.

Entre el legado del insigne escritor hay una gran cantidad de correspondencia que intercambió con poetas de su generación como Luis Cernuda o Vicente Aleixandre, que le ayudó a organizar su primer libro de poesía. Incluso hay cartas que escribió a sus padres desde Oxford, en cuya universidad fue profesor de lengua española. “A través de la correspondencia se explica la historia”, manifesta la entrevistada, que revela que el poeta guardaba todo. “Él decía que era un perezoso epistolar. Le escribían más de lo que escribía, pero claro, hay cartas de Cernuda, de Carlos Bousoño, Claudio Rodríguez, José Ángel Valente, que reflejan mucho”. 

Dios hecho viento, su primer libro inédito

Lo más entrañable de todo su legado es el manuscrito titulado Dios hecho viento que antes de morir el poeta, la misma Gregori encontró en cajas donde el escritor guardaba cosas personales. Buscando material para preparar la exposición que por tradición se hace en honor del ganador del Premio Cervantes en la Universidad Alcalá de Henares –y que actualmente se expone en el Museo Etnológico de Oliva, bajo el título Francisco Brines: la certidumbre de la poesía–  la directora encontró un libro inédito de Brines, que se considera el primero de su obra, aunque no fue publicado. “Yo había oído en alguna entrevista que Brines hablaba de este libro, pero lo había perdido. Fue muy bonito encontrarlo porque hace unos meses se lo pude leer y él se reencontró con el Brines de 17 años. Realmente sorprende que lo escribió, lo guardó, lo perdió y nunca más supo de él. Muchos de los versos que hay ahí luego se repiten a lo largo de su poesía”.

Cuando Gregori le leyó sus primeros poemas –lo cual emocionó mucho a Brines– le preguntó si le gustaría meter ese manuscrito en la Caja de las Letras del Instituto Cervantes, donde se depositan objetos, escritos o cartas de mucha importancia, que hayan pertenecido al escritor ganador. “Se depositó ese primer libro de Brines y quizá cuando se abra, que será en el primer centenario de su nacimiento, se publique. También se depositaron cinco libros de diferentes amigos poetas, un escrito que hizo sobre Oliva y que habla de la calle Moreres donde nació, además de dos obras pictóricas de su sobrina Mariona y de su amiga Carmen Calvo”.

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Brines publicó siete libros: Las brasas, El santo inocente, Palabras a la oscuridad, Aún no, Insistencias en Luzbel, El otoño de las rosas y La última costa, además de antologías, ensayos y escritos de poesía española sobre diferentes autores que a él le gustaban mucho. Fue merecedor de importantes premios como el Adonáis, el Premio Nacional de Literatura, el de las Letras Valencianas, el Internacional de Poesía Federico García Lorca, el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, además del Cervantes. Tomó posesión como miembro de la Real Academia Española en 2006, ocupando el sillón X.

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Para Ángels Gregori, Brines significa mucho en su vida. Lo conoció de niña, cuando tenía cinco o seis años y lo veía pasar por su casa, en Oliva, caminando, vestido elegantemente de traje, rumbo a comprar el periódico. Esa imagen se le quedó grabada. Además, en su casa había libros de él. Años después, cuando ella empezó a incursionar en las letras, se encargó de organizar un festival de poesía en esa población, al que él acudía y lo cerraba leyendo algún poema. Los últimos años tuvieron una relación más cercana y cuando el escritor creó su fundación, la invitó a dirigirla: “Fue un regalo maravilloso tenerlo tan cerca, sobre todo por la confianza que me demostró”. 

Si un grato recuerdo guardará esta poeta y gestora cultural sobre su gran amigo Brines, será del día que le notificaron a él la concesión del Premio Cervantes. «Eso fue el 16 de noviembre. Por la tarde lo llama el Ministro de Cultura. Estaban Víctor, su secretario, y él en la casa. Yo estaba en Oliva. Me llaman, me cuentan y me subí a la finca para celebrar con una botella. Brines estaba contento pero muy tranquilo. Yo estaba por las nubes. En un momento le dije: "Paco, ¿qué es lo primero que has pensado cuando te ha llamado el Ministro?". Y me dice: "en mi madre". Le pregunto por qué y me dice: "porque las madres siempre cobijan las excentricidades de los hijos"», recordó. 

Y es que Brines siempre expresó su reconocimiento a sus padres, porque el día que les dijo que quería ser poeta, respetaron su decisión, así se lo contó a Gregori ese memorable día. “La primera lección de tolerancia me la dieron mis padres al respetar mi vocación y después de eso la respetaron toda la vida. ¡Qué diría mi madre hoy si viera que su hijo está recibiendo el Cervantes!”, fueron las palabras que el poeta expresó a su amiga y que nunca olvidará.

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