VALÈNCIA. El nuevo escenario en la Comunitat con la ruptura de Vox del Gobierno compartido con el PP y la retirada del apoyo parlamentario ha reconfigurado el papel de cada uno de los partidos con representación y deja a Les Corts como el centro neurálgico de la política en lo que quede de legislatura.
Hasta la fecha, la gestión se decidía en su totalidad desde la Generalitat, dirigida por ambas formaciones. Incluso algunas leyes clave que han presentado estos grupos en la Cámara estaban supervisadas desde el Ejecutivo. La negociación se llevaba como socios y el paso por Les Corts era un trámite más. Si existían tiras y afloja, se solían resolver en privado.
Pero a partir de ahora la cosa cambia. El presidente de la Generalitat, Carlos Mazón, y el resto de consellers -ahora sí, de un ejecutivo monocolor- seguirán realizando su acción de gobierno, como no podría ser de otra manera. Pero cuando las leyes o decretos más relevantes pasen a Les Corts para su tramitación o convalidación, pueden llegar los problemas. Vox ya no apoyará todo como socio, de manera que tendrá una capacidad de bloqueo que el PP ya ha asumido.
Toda esta partida que se abre ahora tiene pros y contras para los populares, que tratan de enfocarse en la oportunidad que se les crea y en la que esperan salir reforzados. Pero la preocupación, innegablemente, existe. Los riesgos son muy altos en un escenario que Mazón, en realidad, no deseaba.
En el lado positivo, el PP aprovechará para autoproclamarse como un partido centrado. Aquello que seguramente le gustaría haber hecho de manera mucho más enérgica si hubiera obtenido la ansiada mayoría absoluta. Con Vox a su lado era difícil, pero a partir de ahora podrá desmarcarse y trazar una estrategia solo suya. Apelará, de nuevo, a los pactos con todos los partidos en Les Corts. Para la oposición del PSPV y de Compromís acaba uno de los principales argumentos utilizados en el primer año de legislatura: que Mazón es la ultraderecha porque gobierna con la ultraderecha.
La reubicación de los posicionamientos de la izquierda resulta, así, relevante. Si los voxistas pasan a ejercer una oposición dura como han asegurado que harán y señalan al PP como la derechita cobarde y los colegas del PSOE, los socialistas y Compromís deberán girar su discurso hacia otro lado. O, efectivamente, Mazón se quedará en el centro político en solitario acusado por unos y por otros.
A la parte positiva de la balanza se une asimismo que el presidente de la Generalitat mantendrá la visibilidad que le facilita su cargo y podrá vender gestión propia.
Pero luego aparece el lado negativo. O, al menos, el arriesgado. Con todos los consellers y la gran mayoría de altos cargos de Vox fuera del Gobierno -a diferencia de en otras autonomías-, el grupo parlamentario pasa a ser el protagonista porque tendrá la capacidad tanto de apoyo como de veto. Y es aquí donde vendrá el jaleo. La situación recuerda de algún modo a la primera legislatura del Botànic, cuando Podem daba su respaldo externo al Consell del PSPV y Compromís y Les Corts eran el escenario de todos los enfrentamientos.
El contexto actual, en todo caso, resulta mucho más complicado para el PP que aquel de 2019 en la izquierda. El portavoz voxista en Les Corts, José María Llanos, ya advirtió este viernes de que no puede "garantizar ninguna estabilidad" al Consell. "Si el gobierno de Carlos Mazón hace las cosas bien, tendrá nuestro apoyo. Si no las hace bien, según el programa de Vox, pues evidentemente no lo tendrá", afirmó. El aviso parece claro. Aseguran que ejercerán una oposición leal y responsable, pero lo que eso significa en la práctica nadie lo sabe.
Así que, en definitiva, el PP se va a tener que dedicar a negociar en mayúsculas. Y precisamente para ello, el jefe del Consell ha colocado a su hombre fuerte, Juanfran Pérez Llorca (número dos en el partido), en un lugar estratégico: la portavocía. El hasta ahora síndic, Miguel Barrachina, pasa a ser conseller de Agricultura, por lo que este movimiento parecía perfectamente estudiado si se iba a producir la ruptura de Vox.
El traslado de Barrachina al Ejecutivo, con un perfil más vehemente que solía crispar a la oposición, permite a Mazón utilizar una de sus mejores piezas en la nueva realidad del hemiciclo. Ya no se trata de un perfil con capacidad de oratoria y de discurso, sino del manejo de las negociaciones con los grupos políticos. Relevantes pactos de partido que se llevaron a cabo en el inicio de la legislatura tienen el sello de Pérez Llorca. Por ejemplo, el de la Diputación de Valencia con Ens Uneix o el de la entrada de Compromís en la Mesa de Les Corts y que dejó al PSPV con un solo representante.
Ahora la va a tocar desempeñar, seguramente, su papel más complicado: el de lograr que la legislatura sobreviva el máximo tiempo posible. El nuevo portavoz ya tenía por delante el intento de negociación de la renovación de los órganos estatutarios y el nombramiento del Consejo de À Punt, que se producirá en septiembre. Todo después de que la Agencia Antifraude la hayan sacado en solitario junto a Vox.
Pero ahora se le unen muchos más asuntos. Solo para empezar, la ley más importante para cualquier gobierno, como es la de Presupuestos, cuando entre a tramitarse en Les Corts. Será la gran prueba de fuego de la resistencia del nuevo Consell. Pero a las cuentas le seguirán otras leyes y decretos que el PP tratará de sacar adelante.
En este punto, los populares creen que existe una baza que no saben todavía si funcionará pero que intentarán jugar, y es el absoluto shock y la total división que predomina en este momento en el grupo de Vox. El PP necesita a 10 diputados para asegurarse la mayoría absoluta. Vox tiene 13. De esos, unos 4 se podría decir que están totalmente a favor de la ruptura en el Consell. Las cuentas creen que podrían acabar saliendo a su favor con un poco de suerte en determinados momentos.
Pero es una incógnita los parámetros en los que se moverán los voxistas. Que haya diputados contrarios y realmente cabreados con la decisión de Santiago Abascal no quiere decir que se vayan a convertir automáticamente en unos insurgentes. Los habrá que mantendrán la lealtad. Y esa lealtad conllevará que los criterios de la dirección nacional serán los que todo lo guíen. Por lo que poca autonomía tendrán para decidir posicionamientos.
En todo este escenario habrá de funcionar el PP para sobrevivir. Entre un Vox supeditado pero enfadado en su mayoría y una oposición con pocas intenciones de pactos pero con un replanteamiento de sus estrategias si quiere aparecer como alternativa real.