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LA LIBRERÍA

‘Loops’, un cómic para ilustrar el universo relacional del físico Carlo Rovelli

Salamandra Graphic publica esta conversación llevada al papel por Luca Pozzi y Elisa Macellari en la que conviven la gravedad cuántica de bucles y los besos

28/10/2024 - 

VALÈNCIA. Los cumpleaños —los aniversarios en general— suelen visibilizar el incansable transcurrir del tiempo, que durante gran parte del día se esconde a simple vista, frente a nuestros ojos, como lo ha hecho hasta aquí en la naturaleza de diferentes palabras de este párrafo que en un ahora se encuentra en proceso de ser escrito —es jueves por la tarde y el barrio del Carmen vibra en penumbra, sus sonidos (una conversación etílica en inglés, el traqueteo de las ruedas de unos monopatines, el siseo de los motores de los vehículos eléctricos, unos tacones, el arrastrar de unas sillas, una lengua eslava) llegan amortiguados al otro lado de la pared almohadillada de la cancelación de sonido—, y en otro ahora ha sido publicado en lunes y está siendo leído por ti o no, quizás es descartado en un escrolar curioso y aguarda hierático, con su máscara comprensible que oculta su estructura electrónica, a ser otro ahora de alguien. 

Si se piensa, poco hay que no deba su existencia al tiempo, pero el tiempo al que nos referíamos es el tiempo aterrador, la cinta que nos transporta al abismo de nuestra caducidad y que pese a la recurrencia de los despertadores, las jornadas interminables, las esperas impacientes o las alegrías que se consumen fosfóricas, todos ellos hechos inequívocamente temporales y comunes, no vemos a cada momento, con toda certeza gracias a un mecanismo de supervivencia de nuestro cerebro. 

Por mucho que lo pretendan los eslóganes vacíos de la mercadotecnia carpe diem, la única manera de aprovechar la vida es no obsesionarse con el tiempo, porque este es una anguila y cuanto más queremos atraparlo, más se nos escurre entre los dedos. El tiempo es lo más real que tenemos, aquello que nos define y nos modela, el impulso que nos pone en movimiento, y sin embargo, es posible que no exista. En la vanguardia del conocimiento humano comienza a revelarse una verdad probable, que el tiempo sea un gran malentendido. Sin embargo, en esta ocasión vamos a hablar del espacio (principalmente).  

El físico teórico, escritor y brillante humanista italiano Carlo Rovelli es un asiduo de esta sección: su obra, por suerte prolífica, es a la vez divulgación y poesía, cosmología y aventura espacial, una luminaria rutilante en los catálogos de novedades. El trabajo de Rovelli se encuadra en el prometedor campo de la gravedad cuántica de bucles, que intenta reconciliar las dos mejores teorías —teoría en el sentido científico, no una hipótesis, sino un sofisticado aparataje de eficacia ampliamente confirmada mediante observaciones y experimentos— de las que disponemos, la teoría general de la relatividad —la de lo macroscópico— y la mecánica cuántica —la de lo infinitesimal—. Ambas han revolucionado nuestro conocimiento del universo y han generado un sinfín de avances, y sin embargo se repelen con saña, impidiéndonos llegar a una muy deseada y mucho menos frustrante teoría unificada que abarque la realidad —todo lo que conocemos de ella— al completo. 

Loops, con subtítulo El universo y sus teorías: una conversación con Carlo Rovelli, es un cómic con textos de Luca Pozzi y dibujos de Elisa Macellari, publicado por Salamandra Graphic con traducción de David Paradela, que como su propio título indica, ilustra la vasta belleza del universo que concibe el físico italiano, a quien se lleva hasta Laos para protagonizar un hermoso paseo que discurre entre la vegetación selvática y sobre el propio tejido del espacio-tiempo, en los cuantos de espacio en forma de bucle (loop) que vislumbra Rovelli, entre aullidos de gibones y prodigiosos gorjeos de las ondas gravitacionales originadas hace millones de años en la colisión cataclísmica de dos agujeros negros, un espectáculo cósmico como ninguno que se emite en ondulaciones del propio tejido espaciotemporal, y que ahora por fin oímos, cien años después de que las predijese Albert Einstein

En la teoría de bucles que consagraría a Rovelli, el bucle es la unidad mínima del espacio, un cuanto del mismo: todos estos bucles se engarzarían para posibilitar lo que es, sin embargo, ni rastro del tiempo a la escala mínima a la que descendemos en Loops; aquello a lo que llamamos tiempo solo es una serie de efectos que aparecen en el ámbito de la transferencia de calor y la estadística a medida que alejamos la lupa. Los nodos, los puntos de contacto, serían los gránulos del tejido, y los enlaces entre ellos, las relaciones, y esta idea es importante —esencial— en el cosmos rovelliano, fundamentalmente relacional: de aquí la cita que abre la historia, con ese universo de besos (relaciones) en lugar de piedras (elementos estáticos e inamovibles). 

Pozzi y Macellari se adscriben a la elegancia teórica y literaria del físico y también a sus influencias espirituales, como cuando se recurre al filósofo indio y monje budista Nāgārjuna para explicar con gran belleza la ausencia de una sustancia primordial en lugar de la cual lo que existe es una carencia que pone en marcha las conexiones —de nuevo, las relaciones—. Asistimos a viñetas que simplifican lo enormemente complejo, lo científico y lo humano ambivalente, el sobrecogimiento, la duda, la reflexión, el asombro. Es de esperar que el italiano haya quedado satisfecho con esta obra que si bien no escribe, sí protagoniza: Loops es un buen retrato de la cosmovisión rovelliana, la de un hombre pacífico y comprometido con la búsqueda de respuestas y de lo hermoso de una realidad cuya complejidad seguro excede a lo que hoy día sabemos, intuimos o imaginamos. Desde el prodigioso El orden del tiempo hasta el reciente White Holes (al cual se hace un guiño antes de terminar), la bibliografía del autor encarna ese universo que se autoobserva y con ello genera variabilidad, y quien mejor que Carlo Rovelli para ejercer de manifestación observante de un todo tan inconcebible como este en el que vivimos. 

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