CASTELLÓ. El Consell Escolar Municipal, con representación de todos los centros educativos de Almassora, ha aprobado el cambio de nombres de los colegios Embajador Enrique Beltrán y Enrique Errando Vilar de Almassora por los de Riu Millars y Boqueres, respectivamente. La sustitución de la nomenclatura surge de la petición realizada a las propias escuelas por parte de la Conselleria de Calidad Democrática, que alude a la inclusión de ambas figuras en el catálogo de vestigios del franquismo.
Es por ello que los colegios, a través de sus consejos escolares para abrir la decisión a alumnado, AMPA y claustro, realizaron una votación. La concejala de Educación, Raquel Barberà, se abstuvo en los respectivos consejos de los centros para trasladar la neutralidad del consistorio en la elección de los nuevos nombres y la conformidad con la decisión mayoritaria de cada uno de ellos. Una vez elegidos los nuevos nombres, elevaron su decisión este lunes al pleno del Consell Escolar Municipal. En este ente, equipos directivos y el resto de representantes con voto, como las AMPA y los sindicatos, aprobaron por mayoría absoluta la nueva nomenclatura.
Así, 18 votos a favor, una abstención y un voto en contra ratificaron la sustitución de los antiguos nombres, como pedía la Generalitat Valenciana para eliminar de la vía y espacios públicos los nombres referidos “a personas relacionadas con los procesos de vulneración de los derechos humanos y de institucionalización de la represión y la violencia contra los afectos a la República o que sustentaron el régimen dictatorial”.
En este sentido, la bibliografía señala que el médico Enrique Errando Vilar fue falangista con carné número 13, sus servicios militares en la División Azul le valieron la condecoración nazi de la Cruz de Hierro de la Alemania de Hitler y en su propia autobiografía, ‘Campaña de invierno’, relata: “Los judíos, inconfundibles con sus signos raciales, significan el 35% de los habitantes. Hay que defenderse de ellos. Van señalados con una estrella amarilla de cinco puntas sobre el traje. También hay que saber dónde viven”. El diario fue financiado con recursos de la embajada alemana en 1943.
Al respecto de la figura del embajador Enrique Beltrán, la documentación abunda en la publicación del BOE que lo nombra cónsul en Burdeos en marzo de 1939 mediante la firma de Francisco Franco, a través de su ministro de Asuntos Exteriores, pese a que en esa fecha existe un gobierno legítimo y no ha finalizado la guerra. La reseña del historiador local Primitiu Garcia i Pascual en ‘El senyor Enrique Beltrán, El cónsul’ abunda en que con la detonación del golpe de Estado, el cónsul “regresa rápidamente a España a unirse a los Nacionales y a su nuevo gobierno”.
En el Archivo General de la Administración (Alcalá de Henares) consta la correspondencia con el ministro consejero en la Embajada de España en París, Mario de Piniés, en la que relata sus gestiones para vigilar al presidente Azaña, así como a su cuñado y amigo el director de escena Cipirano Rivas, condenado a muerte, y a las mujeres de ambos, a las que sometieron a confinamiento y vigilancia. Después de la muerte del presidente de la Segunda República, Beltrán registró su casa francesa y en un escrito “muy reservado” dio cuenta a la Embajada: “Obras de arte no hay ninguna: aquello es una verdadera birria”.