CASTELLÓ. La Sala San Miguel se ha adelantado a la Nochebuena y ya tiene preparado su banquete para estas fiestas. Hoy mismo, a las 19:30 horas, tendrá lugar la cena, digo inauguración, de Post lux tenebras, a cargo de Alejandro Ocaña. En el centro del espacio, un enorme monstruo presidirá la mesa. Una mesa que sale desde su propia lengua de 10,55 metros de largo. "Quien venga podrá tomar ponche y comer tarta", avanza el artista vila-realense, quien explica que como toda festividad, esta celebración también tiene su porqué. En este caso, representar el pecado capital de la gula.
"Todo gira en torno a una mesa, una celebración, una cena. Ese exceso que se comete muchas veces dentro de este tipo de celebraciones. La fiesta se convierte en un espacio donde todo se excede. Se llega a un límite que prácticamente no podemos ni soportar", manifiesta Ocaña. La mesa central que preside la sala constituye así el panorama macabro de un banquete donde el plato principal es el hambre inacabable.
Pero para que sea una fiesta hacen falta más invitados. Bocas dentadas con miles de puntas observarán, cada una desde su sitio, la cantidad de pecados que se configuran dentro del espacio de la Fundació Caixa Castelló. Una imagen inquietante que el artista consigue potenciar al arrojar luz sobre estas piezas y es que las sombras los vuelven más grandes, más deformes y más monstruosos. "Es entonces cuando de verdad te das cuenta de lo malévolos que son", apunta Ocaña.
Pero, la cosa no acaba aquí, porque a lo largo de la sala habrá colgados diferentes retratos de monstruos. Y es que esta es una familia barroca y monárquica. Todos sus antepasados tienen su corona y todos han cumplido con su deber, el cual no es otro que excederse y crear fiestas en torno a esa perversión.
"Esta exposición es un viaje a través de la oscuridad. Un recorrido vital que nos abre las puertas a la contemplación de aquello que nos incomoda y que, sin embargo, nos atrae. Porque existe en la monstruosidad de las cosas una fuerza invisible que nos empuja a contemplarlas. Quizá porque los monstruos somos nosotros. Nos reconocemos en la fealdad de aquello que nos rodea y no podemos evitar recrearnos en nuestra propia morbosidad", afirma el creador Rubén Rodríguez.
Con todo, Post lux tenebras culmina llevando a los invitados hasta un dormitorio. El lugar más oscuro de la sala y donde toda esa euforia inicial acaba convertida en agotamiento. Para el vila-realense este recorrido ayuda a transmitir, también, el sentir del artista. Como se pasa, por ejemplo, de la euforia de una inauguración, a poco después volver a encontrarse con el abismo y con la incertidumbre. "El arte es también una carrera de contrastes. Y bueno, ahora estamos en un momento en el que éste goza de muchos espacios y oportunidades para desarrollarse, pero, ¿hasta cuándo continuará así? ¿dónde está el límite? En otro momento una exposición como la mía posiblemente no hubiera tenido cabida", asegura Ocaña.
La gula es pues el elemento central que vertebra el nuevo trabajo del vila-realense, como también lo es el pecado y las tinieblas. La oscuridad que puede habitar en nosotros mismos. Ahora bien, el trabajo de Ocaña se caracteriza por el color. Un contraste con el que el creador se siente cómodo y juega a conciencia. En la obra de Alejandro se fusiona lo infantil con lo perturbador, lo trash y lo estético, con lo desagradable o inquietante de ver. El propio artista explica esta dicotomía.
"Tiendo a trabajar con registros muy infantiles porque me dan esa espontaneidad y urgencia que busco. En este caso me parece divertido utilizar la plastilina para una pieza artística que va a ser instalada en una sala de exposiciones. Es una manera de hacer un guiño a lo genuino y lo auténtico. Pero dentro de ese mundo tan pueril también encuentro algo muy perverso, en tanto que la infancia es un momento en el que los valores y la ética están un poco disueltos. Cuando eres muy muy pequeño no sabes diferenciar lo que está bien de lo que está mal. Algo que también ocurre aquí".
Por todo esto, las obras de Ocaña muy posiblemente arrastrarán hasta la Sala San Miguel de Castelló un público muy variado. "Sé que igual a una persona de cinco años le puede causar gracia mi trabajo. Mientras que a una persona como a mi abuela le va a alucinar", afirma el artista, quien reconoce que parte de este éxito se debe a que emplea un lenguaje "bastante intergeneracional".
Post lux tenebras permanecerá en el centro cultural hasta el 2 de marzo. Eso sí, sin tarta ni ponche. "Solo este viernes la pieza se transformará en algo que es real, un banquete propiamente dicho. Me parecía buena idea hacerlo, porque no solo se va a contemplar el consumo sino que se va a participar en él".