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entrevista

Los Chikos del Maíz: "Los festivales son insostenibles y hacemos como si nada"

En su nuevo disco, Yes, future, proponen la esperanza contra la incertidumbre consciente del sistema capitalista

3/01/2023 - 

VALÈNCIA. Los Chikos del Maíz le dicen que sí al futuro en el momento en el que más complicado parece imaginarlo. Lo hacen con un libro-disco, Yes future. En las canciones, repasan su carrera, cambian su sonido y le cantan al hedonismo; en el libro, recopilan textos de activistas y pensadores como Layla Martínez, Nuria Alabao o la colaboradora de Culturplaza, Marta Moreira. Ricardo Romero y Toni Mejías desgranan su nuevo proyecto.

- Empezáis haciendo balance de vuestra propia carrera y os quería preguntar por el propio contexto. Después de tantos años, ¿qué momento de la realidad os hace decir que toca apostar por un sí al futuro?
- Ricardo Romero: Pues precisamente que, a priori, no hay muchas señales de que haya un futuro muy esperanzador. Es en momentos como este, en el que parece que todo se va a la mierda, cuando hay que apostar por la esperanza. Si nosotros mismos, que somos la izquierda transformadora, no nos terminamos de creer que puede haber alternativa, ¿cómo vas a convencer al vecino?

Ante la incertidumbre y el auge del fascismo y de la guerra, el contexto pinta de cualquier manera menos de un futuro esperanzador. Es ahora cuando hay que salir a dar la cara y decir que, si luchamos, sí que habrá futuro. 

- Toni Mejías: También la idea del libro viene a ser la de presentar alternativas. Buscar gente que nos gusta cómo piensa, cómo escribe, y desde diferentes puntos de vista (desde la cultura, la educación, la salud mental o el deporte) que presenten opciones de futuro. Sí que creemos que existe un futuro. No en este sistema, no conforme está la sociedad actual del derroche de energía, pero pensamos que se pueden presentar alternativas.

-R.R.:  y que existe posible al futuro, por supuesto claro y sobre todo lo del libro lo de ofrecer un libro con textos es porque si algo caracteriza estos tiempos es la incertidumbre, no? O sea, como que la gente está muy machacada y no sabe no sabe qué va a pasar.

Foto: NATALIA VÁZQUEZ

- Sin salir aún de la primera canción del disco. Resulta chocante escuchar unas disculpas sinceras por vuestras propias letras o la manera en la que habéis afrontado algunas realidades en vuestro pasado. ¿Cómo ha sido ese ejercicio? 
- T.M.: Bueno, lo fuerte es que pedir perdón o reconocer errores sea algo extraordinario, aunque visto lo visto recientemente con Pablo Motos… Nosotros queríamos hacer una canción que sirviera de retrospectiva de nuestra carrera. En ella hay muchas luces, pero también algunas sombras y no podíamos dejarlas pasar. Tampoco en ningún momento buscamos machacarnos, sino reconocer esos errores y sobre todo darle las gracias a toda la gente que nos ha ayudado en aquellas cosas que no teníamos claras, desde personas cercanas, a colectivos, o gente anónima que nos ha hecho críticas constructivas por las redes.

- R.R.: Y aunque suene bastante extraño, la autocrítica forma parte de la tradición de la izquierda En la cultura militante tampoco tiene nada de extraordinario lo que estamos haciendo.

- Decís que este es vuestro disco menos político, pero todas las canciones siguen siendo esencialmente militantes. Mi sensación, decidme si es o no así, es que de lo que os habéis alejado es de depender de los titulares, mientras abrís la mirada más a los retos generales, echando un vistazo al futuro.
- R.R.: El disco es político porque Los Chikos del Maíz lo es. Pero sí hemos eludido más el latigazo o el insulto fácil, que también ha sido muy propio- [Risa] Hemos intentado hacer letras que son políticas, pero no tan virulentas… Más constructivas. A lo mejor esto te lo da la edad: te apetece decir las cosas de otra forma, no ser destructivo y esperar a ver qué pasa como hacíamos antes. 

- T.M.: Ahora todo es tan cambiante que, a lo mejor, grabar una letra de hace cuatro meses podía quedar súper obsoleta. Eso es algo que hemos aprendido también de un tiempo para acá. Pero bueno, ya no tenemos 20 años como cuando empezamos, creemos que —artísticamente— es más fea la crítica directa, y pensamos que, a ese nivel, enriquece nuestra música más reconocer que destruir.

- También han cambiado las bases, la música. Hay un giro importante, pero es una perogrullada decir que es resultado de que escucháis más música. Quería preguntaros, más que como oyentes, en qué punto de la creación decidís qué sonidos entran y cómo.
- R.R..: Ha habido un giro importante en lo puramente instrumental que no estaba premeditado, que ha surgido de forma natural. No “decidimos” meter breakbeat, instrumentos reales o country. Ha sido espontáneo y eso lo ha hecho interesante. Creo que es un giro obvio y nos motivaba transitar otros sendas musicales, y creo que a nivel puramente artístico, resulta interesante. Ponerte a sacar una letra o a rapear sobre un beat que va a 120 bpm como la primera o en estos temas más bailables que hemos que hemos sacado, nos apetecía ponernos a prueba también a nosotros mismos. Y, honestamente, creo que el resultado ha sido bueno.

- T.M.: Siempre vamos haciendo las cosas un poco al día, quien nos conozca sabe que no planeamos nada, para bien o para mal. Creo que, después de 18 años de carrera y de haber conseguido el hito del WiZink Center, con nuestras letras y nuestra música no creo que vayamos a llegar mucho más allá. Ojalá, pero no creo. Así que ya pensamos que tampoco tenemos que demostrar nada a nadie, ¿no? Y eso nos da la libertad, tampoco ni buscada ni pensada, de poder probar otros estilos que no hemos abordado hasta ahora y con los que también nos sentimos cómodos. 18 años de carrera te dan cierta licencia para hacer lo que te dé la gana.

- Eso influye, inevitablemente en vuestra manera de rapear, ¿no? Ahora no puede ser tan agresivo como demandaban las bases de vuestros primeros discos.
- T.M.: Era un reto y una motivación porque, claro, son ritmos sobre los que nunca habíamos rapeado. Pero llevamos 25 años haciéndolo desde diferentes estilos, y eso nos da cierta naturalidad para enfrentarnos a casi cualquier cosa: hay que adaptar las frases, que sean más cortas, más largas, a doble tempo… Por suerte, creo que ha salido bastante fluido.

También creo que es un avance: antes en el rap (en la época de SFDK) había que poner voz grave, parecía que teníamos que ser todos como súper agresivos, varoniles. En Pasión de Talibanes intento poner una voz que no es la mía y creo que todos hemos comprendido que lo mejor es cantar de una forma natural.

Foto: NATALIA VÁZQUEZ

- En las complejidades que también planteáis de la propia izquierda en vuestras letras, en Fiebre del viernes noche habláis de esa visión de que la música revolucionaria se está perdiendo en favor del reggaeton, que sería contrarrevolucionario. Vosotros defendéis el derecho al hedonismo. Desarrollad eso.
- R.R.:En todas las épocas y lugares, desde que existe el trabajo asalariado, la gente tiene necesidad de evadirse en su tiempo libre. Desde los chavales del Northern Soul en Manchester hasta las raves de los 90 o La Ruta del Bakalao. Si una persona está trabajando ocho horas al día del lunes al viernes, inevitablemente cuando llegue el fin de semana, va a tener cierta necesidad de evasión  y hedonismo, de olvidarse de la rutina. Creo que el debate no debería ser tanto modelo de ocio, sino el modelo de producción. Mientras haya un modelo capitalista de producción en el que el trabajador se siente enajenado de su trabajo, es inevitable que la gente quiera evadirse. Pensar que el problema es solo el modelo ocio es una idea reformista.

- T.M.: Y sobre el consumo de reggaeton en espacios politizados… Ya lo vimos hace años en de Euskal Herria hace te sorprendía. Pero es que hay día que te apetece cantar Kortatu y otro te apetece perrear y berrear Don Omar toda la noche. Creo que no pasa nada, y que de hecho es positivo porque hace que más gente se sienta involucrada en esos sitios.

- R.R.: Así se cae la etiqueta de izquierda sectaria, y de paso, varios complejos.

- Hablemos del libro. Habéis reunido varias voces como Layla Martínez, Yago Álvarez o Nuria Alabao. ¿Cuál fue el encargo que les distéis?
- R.R.: Les dimos muchísima libertad. Simplemente pedimos lo que comentábamos antes, que reflexionaran sobre la idea del futuro en estos tiempos de tanta incertidumbre, cada uno desde su campo de conocimiento concreto.

- T.M.: Sí, las instrucciones eran simplemente de extensión, de forma… Pero poco más. Confiábamos mucho en sus voces. Y bueno, a todas les estamos muy agradecidos. Falta César Rendueles, que por cosas técnicas no hemos podido incluirlo.

- R.R.: Ha sido muy importante el hecho de que todas estas personas son amigos, gente a la que sigues, a la que admiras… Hemos juntado un cuerpo de élite importante. Y además, hemos evitado meter políticos, que en otros discos sí han estado y alguno nos ha salido rana luego. Queremos ofrecer, con estos textos, sino respuestas a la incertidumbre, al menos algunas vías.

- Marta Moreira también escribe y lo hace sobre la industria musical. Vosotros sois independientes pero también habéis sido capaces de llenar ese WiZink. ¿Cuál es vuestra radiografía de la situación actual?
- T.M.: La industria de música también es otro melón que abrir importante, sobre todo después del último año. Ha habido este boom de todo el mundo queriendo hacer muchas cosas, de sobreoferta, y ahora hace falta que se asiente. También hay echarle un ojo al modelo de los festivales, donde parece que la música está empezando a quedar en un segundo plano. Lo entienden como un acto de encuentro y eso también perjudica a los festivales pequeños porque tu grupo de amigos seguramente quiera ir más al Primavera Sound o al Arenal, que son más chic, que a un festival más pequeño. Acabas arrastrándote a esa dinámica y falta un poco de perspectiva de en qué canalizar el mundo cultural. Este 2022 ha sido el del capitalismo salvaje, con fondos de inversión cogiendo festivales y demás. Todo esta cambiando mucho y hay que fijarse también en los pequeños festivales que apuestan por un modelo alternativo.

- R.R.: También habría que plantearse, en un contexto de emergencia climática, que igual no es sostenible un festival de 300.000 personas en medio de la nada. Porque en la nada tienes que llevar agua y otros muchos recursos. Por no hablar de las giras intercontinentales. Es que a lo mejor hay que plantearse los artistas tenemos que girar solo en nuestro continente. Estamos haciendo como que no pasa nada, pero es una locura. Por ejemplo, se ve que el jet privado de Taylor Swift y otros artistas contaminan en un par de viajes cortos mucho más que una persona en todo un año. Los macrofestivales ahora mismo son inviables, a toda vista, y por supuesto, insostenibles económico y ecológicamente por supuesto. Pero llega otro verano y se nos olvida. ¿A qué precio puede aguantar Benicàssim el ritmo y el modelo de festivales que tiene?

- Decís que con este proyecto queréis dar respuesta a la incertidumbre actual. ¿Y vosotros? ¿Tenéis más respuestas después de haber hecho este proyecto?
- R.R.: Pues… No te creas. Es que la situación es tan cambiante… No sé si hay respuestas a todas las preguntas, pero yo estoy contento porque hemos puesto nuestro granito de arena.

- T.M.: Sacar un disco entero, de una, ya es una locura porque poca gente se para a escuchar un álbum de arriba a abajo. La cultura del single se ha impuesto. Igual como la duración de las canciones. Pero nuestra reivindicación del futuro también es la de tener la capacidad de poder sentarte y escuchar un disco tranquilamente porque no tienes tantas tareas importante de las que ocuparte. El derecho a la pereza, a la pausa, a saborear la vida.

- R.R.: Saborear la vida, saborear los discos, saborear los festivales… Hay que levantar el pie del acelerador y saborear la vida, la cultura…

- T.M.: ¡Y el amor!

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