VALÈNCIA. El consumidor está cambiando y las marcas lo saben, ya que los compradores cada vez están más informados y empoderados, y buscan servicios y productos de marcas que conecten con sus valores.
Los consumidores, preocupados por su salud y la del planeta, apuestan cada vez más por la calidad y están dispuestos a pagar por ella. Esta calidad pasa también por la apuesta por la sostenibilidad y la proximidad por parte de las compañías, lo que desemboca en el auge que están viviendo los productos artesanales.
En definitiva, un círculo que nos lleva al mismo punto: la priorización por parte del consumidor de aquellos productos y servicios que son respetuosos con el entorno, social y medioambiental.
El individuo siempre ha buscado diferenciarse dentro del grupo. Esta actitud le lleva a valorar especialmente aquello que podríamos calificar como único, auténtico. Por otro lado, en una sociedad que día tras día busca más el bienestar y la salud, la calidad de los productos que se consumen está cada vez más valorada. Y aquello que nos remite a nuestras raíces, también. Se asocia lo artesanal con lo auténtico y, por ende, de más calidad.
Y lo mejor de todo es que el consumidor está cada vez más dispuesto a pagar por esta calidad, tal como hace pocos años indicaban estudios como el de ‘Journal Research Consumer’, que afirmaba que la nostalgia nos empuja a gastar más, u otro llevado a cabo por la Universidad de Arkansas, según el cual estamos dispuestos a pagar más por la producción local porque la consideramos de más calidad y más sana.
Por poner un ejemplo, en el sector de las bebidas alcohólicas se ha notado un descenso de las ventas, sin embargo, la realidad es que se bebe menos pero mejor. Esta tendencia entronca con la preocupación por la salud por parte del consumidor, que ha reducido su consumo de alcohol, pero el que consume es de calidad.
Por este motivo, los productos premium están viviendo un auge que se ve acentuado por un mayor conocimiento por parte del usuario, lo que le permite valorar mejor este plus que ofrecen los productos de calidad.
Además, el sector está viviendo un retorno a lo artesanal que liga tanto con el compromiso por parte del usuario de consumir productos auténticos y de calidad como con su preocupación con el entorno, puesto que lo artesanal se asocia con los productos locales y de proximidad. Todo ello en un momento en que, después de la pandemia, los consumidores están apostando por el consumo de proximidad con la voluntad, por una parte, de ayudar a la economía local y, por otra, evitar contribuir al deterioro del medio ambiente.
En este sentido, destaca la creación de Magellan & Cheers, compañía internacional cuyo objetivo es crear una alianza de marcas artesanales de bebidas espirituosas de producción local y de alta calidad. Por ahora, la primera operación en España ha sido la compra del vermut Perucchi, elaborado en Badalona. Se trata pues, de la primera piedra de un proyecto que pretende ayudar a las pequeñas marcas locales que no cuentan con la estructura ni el músculo financiero de las grandes compañías, lo que dificulta su subsistencia. En palabras de su CEO, Jean-Noël Reynaud, “queremos impulsar el desarrollo y fortalecer las marcas regionales y locales”.
El reconocimiento a la producción local también lo está viviendo la moda, una de las industrias más contaminantes y en la que la deslocalización entre producción y consumo es muy acentuada. No obstante, los nuevos consumidores preocupados por el planeta aprecian cada vez más aquellas marcas que producen cerca de casa.
En este sector, sin embargo, hace falta mucha didáctica hacia el propio consumidor. En los últimos años, grandes marcas han establecido un sistema en el que se prima la ropa barata y de poca calidad para poder cambiar de armario temporada tras temporada. La labor de concienciación por parte de las compañías es capital y, en este sentido, ya son muchas las que trabajan en esta línea, consiguiendo que la “fast fashion” pierda fuerza en beneficio de la “slow fashion”. Marcas como Alohas, Miriam Ponsa o Brava Fabrics pueden enorgullecerse de decir que fabrican en España. Igual que Sepiia, que no solo fabrica en la Península Ibérica, sino que sus creadores están también dispuestos a cambiar el sistema de la moda con prendas atemporales y duraderas que no favorecen la alta rotación. Esta startup, que ya cuenta con el sello B Corp, además produce sus prendas con tejidos monomaterial, lo que facilita su reciclaje.
Si antes se citaba el valor de lo ecológico y natural en el sector de las bebidas y, por extensión, de la alimentación, el mundo de la decoración y, concretamente, el de los muebles, también tiene mucho que decir en este sentido.
Y los consumidores lo demandan. Según el informe ‘Homes of the Future’ elaborado por Plan Radar, los españoles apuestan cada vez más por mobiliario hecho a partir de materiales sostenibles y reciclados.
Relacionado con la sostenibilidad, el factor local, igual que sucede con la moda, está cada vez más valorado y esto ha favorecido el estallido de marcas que producen muebles ecológicos en talleres de proximidad. Es el caso de Decowood, una empresa creada en Barcelona con taller en la Ciudad Condal que vende a través de su web muebles y objetos de decoración artesanales y ecológicos. Sus creadores aseguran que su objetivo es mantener los valores de la carpintería de toda la vida, pero aprovechando lo que ofrecen las nuevas tecnologías. Todo ello para fomentar un consumo responsable.
El nuevo consumidor, consciente, solidario y sostenible, lo encontramos también entre los usuarios de productos cosméticos. En los últimos años las etiquetas “eco”, “bio”, “orgánico” y, más recientemente, “vegano”, han proliferado en este tipo de productos, atrayendo la mirada de estos nuevos consumidores. Y según indica Stanpa (la Asociación Nacional de Perfumería y Cosmética), el 46% de los consumidores muestra su compromiso con la sostenibilidad alineándolo también con el consumo de productos de proximidad. Para satisfacer esta demanda, han aparecido marcas como Freshly Cosmetics o Cocunat. Esta última, compañía española creada por Sarah Werner, comercializa desde 2017 cosméticos totalmente libres de tóxicos, convirtiéndose así en una pionera en este tipo de productos.
En definitiva, los consumidores han dejado de ser pasivos y están haciendo oír su voz. Lo que ahora demandan son marcas con propósito: un propósito que se alinee con el suyo propio, que cada vez más pasa por el respeto por el entorno, social y medio ambiental. Los consumidores han hablado. Y las marcas deben escuchar.