tribuna libre / OPINIÓN

Los viejos, o los jóvenes con experiencia, ya no entienden el mundo

1/08/2023 - 

Hace pocos días comimos antiguos compañeros del Instituto Luis Vives y de la Facultad. Algunos llevaban muchos años sin verse y todos habíamos superado los 70. He tenido la suerte de estar durante estos más de 50 años en manera fragmentada en contacto con ellos en distintas etapas. Unas veces coincidíamos casualmente y otras porque quedábamos. Hay a nuestra edad no nostalgia sino añoranza de un tiempo en que convivimos juntos con profesores ya desparecidos en fiestas, reuniones y juegos que organizábamos. Varios han muerto pero otros estamos todavía vivos con trayectorias ideológicas y vidas distintas. Vicente se hizo policía cuando murieron sus padres para salir adelante y lo destinaron a la Brigada de lo Social durante el franquismo y después al servicio de Información de Carrero; Borcha es arquitecto, un anarquista vital y un gran gourmet; Chorro, es un racionalista hermético que todo lo matiza; Piti, María Victoria, la mas buena de nuestro curso, hoy una socialista ferviente del PSOE, y podía citar otros que han acudido en otras reuniones como los hermanos Alegre, uno socialista y otro mas del PP o de Cs.

Es lo mismo que los encuentros que mantengo con las llamadas "juventudes ciprianistas", la mayoría mayores de 70 (Ciscar, Balta, Carlos y José) y junto a ellos Maricarmen; Amparo, Kiti y Silvia; o mis reuniones con escribidores de izquierdas como Xuso, Joan Carles o Manuel; también con el grupo de Comprolis, casi todos ellos del PP (Lis, Ricardo, Barranca, Rafa, Ferrando); las amigas que rondan los 50 (Paula, Majo, Amparo y Bastidas, la mayoría peperas); los hermanos Sosa con Teresa y Mercedes; el escritor Puelles; el médico Edo y Gema en Serra; o Lloret y Tere, nacionalistas; mi amigo de pericias históricas y aventuras Piqueras; los didactas e historiadores y arqueólogos Ximo, Escudero y Santacana junto a profesores de mi universidad, Antonio, Xema, Pepa, Consuelo, Juanjo, Artes, María José, Cabezudo, Varela, de izquierdas o de centro; cristianos del Opus como Andrés; o poetas, tanguistas y políticos como Alejandro, Malen o Soler; socialistas históricos como Griñán; historiadores como Ricardo, amigo desde la Facultad, Gabriel y Nash; periodistas como Moran, María Consuelo, Seguí, Joseca y Paula; lingüistas como Blas o Julia; sindicalistas como Matoses. Alguna vez gente del PSOE, Boix, Lerma, o alcaldes como Almenar; mi apadrinada china, Inés, y su madre, María José; economistas y amigos de años como Tina y José Antonio; antiguos compañeros de la UNED como Fernando, Eva, Paqui, Esther, María José, Juan Carlos, Cotarelo, Manoli, Carmen, Caballero, Mario, Gracia, Soler, Amparo, Lombillo, Barrachina; antiguos alumnos hoy catedráticos, Mafé y David. Mi carpintero Ángel o Encarna, mi fontanero José, mi oftalmólogo Roberto. O Alicia y José Luis. Otros más, que ahora no me salen o han muerto (Alonso, Hobsbawm o Perales).

A todos los mantengo en mi imaginario y los veo a unos con más frecuencia que a otros, puedo llamarlos o mensajearme, son antiguos o recientes (Ramón) en mis relaciones vitales. Hay quiénes por distintas causas han desaparecido de mi vida, o no quiero saber nada de ellos, por sus deslealtades o las mías. He procurado aplicar aquel artículo de la Legión que aprendí en la Ceuta donde nací y aún mantengo allí algún antiguo conocido y familia (Ani, Beli, Elena, Pablo): “Todo legionario que se hallare fuera del recinto cuartelero y se encontrare en dificultades, y gritare ¡A mí la Legión!, los legionarios que le oyeren acudirán en su defensa con razón o sin ella”. Ese es y ha sido mi mundo más o menos cercano combinado con mi familia (hermanos, mujer, nueras, hijos y nietos) y, como digo, con más o menos intimidad o confianza a lo largo de los años. Son personalidades, a veces, muy distintas, defienden perspectivas diversas sobre el mundo y la realidad circundante, pero puedo relacionarme en mayor o menor medida según circunstancias o tiempo. Y si hago comparaciones procuró acudir a Kant al que leí que distinguía los que señalan con mayor énfasis las diferencias o, por el contrario, las semejanzas. En suma: me han hecho poco sectario.

Una mayoría sobrepasa los 50, 60 ó 70. Si aplico la propuesta de una ecologista holandesa, los que pasen de los 75 ya no se les debe atender en los hospitales, que la vida les dé lo que les correspondan y solo reciban paliativos para el dolor. La esperanza de vida aumenta pero los recursos del Estado de bienestar pueden ser insuficientes para cubrir a los viejos y la natalidad española es la más baja después del Vaticano. Falta entonces la continuidad del "mundo feliz" de Huxley en el que la vida esté tasada según cualidades. Unos podrán llegar a los 100 pero otros no podrán pasar de los 70. 

Así, hay quien piensa que los que somos ya antiguos militantes del PSOE no entendemos la política española, asumimos los discursos de la derecha, que estos sí pueden llegar a viejos y pensar lo mismo. ¿Cómo vamos a entender que una coalición de gobierno entre el centro izquierda y el centro derecha es imposible, nos dice en su "paisaje de decadencia" en la crónica de Sáenz de Ugarte en elDiario.es? Vivimos, según parece, en los ochenta del XX y no entendemos lo que ha pasado en estos más de 40 años en la trayectoria de la política española. Lo mejor que podríamos hacer es callarnos o morirnos porque este no es un país para viejos. Es, a su manera, un tipo de racismo generacional de progresistas que han estudiado poco o solo conocen las teorías por las tertulias de café; no nos consideran jóvenes con experiencia.