VALÈNCIA (EFE/Nacho Herrero). Por tercer día consecutivo una marea de voluntarios ha llegado este sábado a barrios del sur de la ciudad de València y a los pueblos de la comarca vecina de l’Horta Sud asolados por la Dana este martes para luchar contra un fango, donde grupos especializados de los equipos de intervención buscan cadáveres en garajes o fosos aún anegados.
Casi no había amanecido cuando los primeros voluntarios empezaron a cruzar la pasarela peatonal que separa València de su barrio de La Torre. Han sido miles los que lo han hecho durante el día como ya había pasado el jueves y el viernes.
Cargados con escobas y palas, otros con agua, llegaban al inicio de la zona 0. Los había preparados con botas de agua y de montaña y otros con zapatillas que ya intuían que no volverían. Esta vez muchos habían recuperado ya la costumbre de llevar mascarilla antes los avisos de posibles infecciones.
Con la entrada principal a La Torre cerrada para permitir trabajar a la maquinaria pesada, fueron muchos los que se dirigieron a Paiporta, el municipio con más víctimas mortales.
A la entrada, varias empresas habían situado un par de camiones cargados de cubos, recogedores y agua y animaban a los voluntarios a entrar el material al pueblo.
En el polígono que da la bienvenida al pueblo por este camino, trabajadores, familiares y amigos ayudaban a limpiar naves de pequeñas empresas donde el barro ha hecho estragos.
En la zona nueva, los Grupos de Actividades Subacuáticas de la Guardia Civil (GEAS) escudriñaban los fosos en los que se preparaban los cimientos de nuevos edificios y que ahora están llenos de coches. Tras vadear el fango para comprobar que no había cadáveres, con mazas y palancas abrían el amasijo de hierros en el que se habían convertido para ver si había los había en el interior. A pocos metros los vecinos contenían el aliento.
A cada paso hacia el centro de la población el barro acumulado aumenta. La estrechez de las calles dificultaba las labores de limpieza. Una grotesca exposición de muebles, juguetes y recuerdos destrozados preside muchas calles. En otras las cañas crecen metros de altura.
Los voluntarios van casa por casa y preguntan si hace falta ayuda. Es extraño el portal en el que se les dice que no. Con sus escasas ‘armas’ ayudan a sacar el barro de las casas. Hay tanto por hacer que parece que no se avance.
Una calle sí y otra también, Protección Civil, Guardia Civil y la UME conversan con vecinos para preguntarles por los garajes, por la situación, por si piensan que pueden haber muertos. Todos lo creen.
Llega el mediodía y aunque la procesión cívica sigue alimentando la marea de voluntarios, ya hay otros que dejan sitio. Las pocas escobas que vuelven hacia València ya no van altas como cañas sino arrastrándose.