CASTELLÓ. (CP/EFE). El escritor castellonense Manuel Vicent considera que debería estar prohibido que los niños vieran en televisión el "espectáculo" que dan estos días los políticos en el Parlamento porque es "tóxico" y "obsceno": debería emitirse a las tres de la madrugada, señala. "La maldición del pueblo español no es la envidia, sino la otra cara de la moneda, el resentimiento, el alegrarte del mal ajeno", que es lo peor que se ha instalado en la política, porque es "destructivo", asegura Manuel Vicent (Vilavella, Castellón, 1936) en una entrevista con EFE.
Vicent acaba de publicar la novela Ava en la noche (Alfaguara), una historia ambientada en la España de los primeros años 60 en la que, a través de un joven aspirante a cineasta, retrata el contraste entre las noches de glamour en un Madrid visitado por estrellas de Hollywood y la ciudadanía inmersa en la represión de la dictadura franquista, pero que empieza a ver los primeros vientos de cambio. David Arnau es el protagonista, un joven que abandona su ciudad natal en el Mediterráneo para establecerse en Madrid y cumplir un sueño: conocer a Ava Gardner y convertirse en director de cine.
El propio Vicent vio una vez a Ava Gardner, recuerda, en aquel Madrid, aunque la actriz ya no era esa "presencia explosiva" en la noche, esa que busca sin éxito el protagonista de su novela. Así, explica Manuel Vicent, ha utilizado a Ava como "señuelo" para describir ese mundo, en el que los madrileños veían la libertad "de cerca", pero ejercida por otros, esas estrellas casi irreales que rodaban películas en España y disfrutaban de fiestas nocturnas.
Porque además de Ava Gardner, formaban parte de esas noches Tyrone Power, que murió en Madrid sorpresivamente mientras rodaba una película; Orson Welles, que trabajó durante varias décadas en España, Sophia Loren, Frank Sinatra, Charlton Heston, Lana Turner,, Gary Cooper, Rita Hayworth... y Bette Davis, de la que Vicent relata una de las anécdotas más curiosas.
Porque en 1958, Bette Davis amenazó al productor, Samuel Bronston, con abandonar el rodaje si no despedía al encargado de las comidas, incapaz de suministrarle "carne de primera". Una situación que el cocinero solucionó con carne de gato, que la actriz, sin saber su procedencia, consideró exquisita. "En 1958 Bette Davis se comió ella sola unos diez gatos en un pueblo del Mediterráneo, y a eso debió tal vez su carácter", escribe Vicent en la novela.
Unas estrellas de Hollywood, además de otros personajes como Hemingway, a los que el régimen franquista usaba como "propaganda", indica Manuel Vicent, que destaca el material literario de "esos mitos de la pantalla en fiestas imposibles en aquel Madrid". A esos actores y actrices no les importaba que hubiera una dictadura en España, era un sitio exótico, barato, donde se podían rodar películas porque había un gran nivel técnico de los cineastas.
Y el protagonista, uno de los pocos personajes de ficción de la novela, aparece en este escenario con su mitomanía cinematográfica intentando "atrapar" la belleza. A través de él, el autor describe también cómo en los años 60, aún inmersos en la dictadura, se empieza a verse un horizonte". La clase media y el biquini fueron las causas: "Porque es el biquini el que rompió la espina dorsal del franquismo", señala Vicent, que recuerda cómo esta prenda de baño fue un icono de la libertad.
Y también retrata en la novela uno de los crímenes más "populares" de la época, el de José María Jarabo Pérez-Morris, quien, tras codearse con lo más distinguido de la sociedad española, cometió un múltiple asesinato relacionado con una casa de empeño. Fue ejecutado por garrote vil.