Éramos pocos y parió la abuela. La primera vez que escuché esa expresión fue en boca de mi profesor de deporte en el colegio, Julio César, un exfutbolista brasileño cuya carrera se frustró como consecuencia de una grave lesión de rodilla. En cuanto han empezado a circular los rumores escacharrados de que Mónica Oltra se estaba planteando volver a la política me he acordado de D. Julio y de su sarcástica afirmación. De materializarse las cábalas mágicas de Carlos Esteve y de dar Oltra el paso de conformar una formación a la izquierda del PSOE para las próximas generales (es lo que interpreto con sus declaraciones vertidas en el secreto de confesión público en la entrevista con Rosana Crespo en Plaza) estaríamos ante un experimento con gaseosa más del progresismo alternativo; formulaciones que terminan haciéndose con las burbujas de la Coca Cola mezcladas con caramelos mentos y todo termina saltando por los aires (no hagan ese experimento en casa, por favor). Me refiero al de las pastillas azucaradas con el jarabe carbonatado, si quieren fundar un partido son libres de jugar al Risk posmoderno.
El curioso caso de Oltra pone de manifiesto algo que se ha repetido hasta la saciedad: cuerpo a tierra que vienen los nuestros. A juzgar por el desarrollo de los turbulentos acontecimientos más de uno estaba fantaseando sobre mojado al ver a su colega entre la espada y la pared del escarnio público y judicial. Todos los que hemos estado en política en algún momento de nuestra vida conocemos bien las lágrimas de cocodrilo de unos compañeros que en cuanto se han secado los ojos, te devoran con unas fauces decoradas por unos colmillos numerados de forma proporcional a las ansías de asaltar el poder del depredador. El otro día, sin ir más lejos, cuando un servidor lleva alejado de la política desde hace años, me enteré de que un compañero de filas al que creía merecedor de mi cariño intentó darme el golpe de gracia antes incluso de empezar mi trayectoria mediática. Ni Mónica Oltra, la icono pop de Compromís, el emblema de las siglas nacionalistas se libró de un intento de parte para hacerle la cama y dejarle en la estocada; el insaciable rebaño de lobos de la política convierte en pastor a los contrincantes políticos y en verdugos a los propios compañeros. Ya dijo José Luis Abálos en la comisión de investigación del Caso Koldo que sintió más el apoyo estas últimas semanas por parte de exdirigentes de otros partidos que de sus hermanos orgánicos.
Con el Manual de Resistencia de Pedro Sánchez en mano quizá pretenda dar un golpe de efecto a la ejecutiva de su partido y al espacio político que ocupa apostando por un intento de asaltar la Moncloa. Ya veremos si lo hace sola o acompañada, si es como protagonista o como actriz secundaria en el reparto del teatro de las intrigas de las confluencias. Tras la ruptura del bipartidismo y la eclosión de un progresismo sin filtros a raíz del 15-M, llevamos diferentes variantes en cada celebración de comicios generales. Primero se hizo Podemos, luego nació Más País, después se sumó al carro Sumar y ahora asoma en el horizonte Oltra cosa similar que promete ser diferente. Salvo que se aferre a la bandera verde, a la causa del ecologismo centrando la mayoría de su discurso en esa vertiente, no se me ocurre ninguna receta que convierta su idea en una propuesta vanguardista. Íñigo Errejón ya intentó aprovechar el empuje de los ambientalistas en países como Alemania cuando creó Más País pero al final se ha quedado en una muñeca más de la matrioshka trotskista. Los últimos movimientos del PSOE con la pedagogía de la ampliación del puerto de Valencia y del aeropuerto de Alicante pueden servirle a la exlíder de Compromís para poner pie en pared y evitar que el PSOE absorba todo el espacio a su izquierda. Zafándose de los rictus valencianistas propios de una formación nacionalista y mirando desde Valencia al resto de España pueden construir un proyecto ecologista de garantías.
Otro de los temas que habrá que ver, es si el liderazgo de Mónica Oltra es tan potente como dicen sus acólitos amparándose en el descenso de Compromís en las pasadas autonómicas, sin considerar el posible efecto de esa caída por la causa judicial que le asolaba y en prolongación a su partido. Nunca se sabrá cómo habría quedado Compromís con Joan Baldoví como candidato si no hubiese estado contaminada la candidatura por la toxicidad de las sospechas penales. Creo que ya he escrito en alguna ocasión que Oltra me parece una de las dirigentes políticas más sobrevaloradas de los últimos años, creo que de dar el salto a la política nacional estaríamos ante una remasterización caricaturesca de Yolanda Díaz, pero sin el timbre gallego y con el acento valenciano.
¿Votarán a Mónica Oltra en su pueblo?