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la nave de los locos / OPINIÓN

Ni a los muertos dejan en paz

Cementerio

El Gobierno también se acuerda de los muertos. Que no crean que se iban a ir de rositas. Además de pasar por caja, no podrán disponer sobre su entierro. ¡Hasta ahí podíamos llegar! Un cadáver, si es español, no está para exigencias  

17/10/2022 - 

Ahora que se acerca el fin del mundo, según nos anuncia el yayo Biden, pensemos en la muerte, siquiera por unos minutos. Si el “armagedón nuclear” es cosa de unas semanas o meses, según la prisa que se dé Vladímir el Terrible en apretar el botón rojo (tenía que ser rojo), debemos ir preparando nuestra despedida de este valle de lágrimas.

“MORIRSE NUNCA HA SIDO UNA TAREA GRATA NI FÁCIL, PERO EN ESTOS TIEMPOS, IRSE AL OTRO BARRIO ES SUMAMENTE COMPLEJO”

Morirse nunca ha sido una tarea grata ni fácil, pero en estos tiempos, en que todo lo sencillo se torna complicado por decisión de las autoridades, irse al otro barrio es sumamente complejo, un camino plagado de dificultades y contratiempos que acaban con la paciencia de cualquiera. En España el panorama es más sombrío desde que somos una potencia mundial en el crecimiento de la mortalidad. Los españoles le han cogido el gusto a morirse, sobre todo en verano, cuando los decesos se incrementaron en más de 21.000 respecto al mismo periodo del año anterior.

Uno debería ser soberano para decidir su post mortem, pero no es así. El margen de actuación de un proyecto de difunto es cada día más limitado, y lo será más si cristaliza el plan del PSOE para imponer unos entierros “ecológicos”. Los socialistas se proponen obligar a empresas y particulares a aplicar medidas para reducir, en el curso de una incineración, “emisiones contaminantes peligrosas para la salud”.

Ataúdes de cartón y ropas de fibra natural

Si prospera el macabro plan socialista, los ataúdes deberán de ser de cartón o de “otros materiales vegetales”, y los cadáveres serán vestidos con “ropas de fibra natural”. Ahí quiero ver a modistos ecologistas como Roberto Verino o Adolfo Domínguez. Además, el plan del PSOE pretende dificultar los tratamientos de tanatopraxia con que se embellecen los cadáveres, y obligará a trasladar “los hornos crematorios” fuera de los núcleos urbanos.

La parroquia de san Agustín de València anuncia un columbario para custodiar las cenizas de los difuntos. Foto: J. C.

Conocido el proyecto del PSOE, no cabe duda de que se cierne una amenaza en vísperas de nuestra más que probable desaparición. En tales circunstancias, ¿qué puede decidir un finado en potencia? En la práctica, casi nada. El totalitarismo del Gobierno se refuerza con el ejercido por muchos ayuntamientos.

Hace no tanto tiempo, uno podía elegir el nicho en que quería ser enterrado, y ese nicho era de su propiedad. Hoy te ofrecen una concesión de cincuenta años y te imponen la altura del enterramiento. Es de suponer que vencida la concesión, arrojarán tus huesos a una fosa común o se las darán a los perros, algunos de los cuales formarán parte del Gobierno de lo que quede de España. La crueldad de algunos ayuntamientos es tal con los muertos y sus deudos que ni siquiera, en algunos casos, permiten velar a los difuntos en los tanatorios por la noche.

Pero con dinero la muerte se hace más llevadera, al igual que la vida. Como sucede con la sanidad y la enseñanza, si quieres un mejor servicio, has de pagarlo. El Estado del bienestar tiene estas cosillas. La iniciativa privada, en este caso religiosa, consciente de las limitaciones del sector público, ofrece alternativas a las familias pudientes. Parroquias como la de San Agustín en València trabajan en un columbario para custodiar las cenizas de los difuntos que así lo quieran. Si puedes abonarlo, me parece una iniciativa encomiable, pero habría que pensar en esa mayoría que no puede y está a merced de los caprichos del ribó de turno.

Más de 34.000 muertos en las residencias 

La muerte nunca ha estado peor considerada que ahora. O se la ridiculiza con patochadas como Halloween, o se la esconde en esas industrias de la muerte que son los tanatorios. A los difuntos se les inflige un trato demencial. Recordad lo que sucedió en la pandemia: más de 34.000 ancianos murieron en residencias, en situaciones de desamparo y soledad, muchos aporreando las puertas de sus habitaciones para que los llevaran a un hospital, y nadie hizo nada. Nadie respondió por ello. Ni el burguesito que se cortó la coleta, ni la estomagante doña Ayuso. Dicen que se investigará, pero no pasará nada. Esto es España.

Cementerio General de València. Foto: EFE/BIEL ALIÑO

El termómetro moral de una sociedad se mide, entre otras cosas, por el trato dispensado a los ancianos y a los muertos. A los primeros se les ofrece la eutanasia y a los segundos se les confisca parte de su patrimonio en aplicación del nefando Impuesto sobre Sucesiones, y ni siquiera se les permitirá disponer sobre su entierro. Para quien quiera verlo, esto es otro ejemplo de la dictadura cotidiana en que vivimos desde hace al menos cuatro años.   

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