DESDE MI ATALAYA / OPINIÓN

Normas sí, pero...

18/02/2024 - 

Quizás por un acierta rebeldía innata siempre me ha fastidiado que me quieran gobernar. Prefiero que la libertad, la responsabilidad, la solidaridad, el esfuerzo o la cooperación, sean valores ejercidos voluntaria e individualmente, no de manera impuesta y, menos, con carácter colectivo. Por ello, no puedo entender el afán normativo de los poderes públicos, más allá del establecimiento de unas reglas mínimas que nos permitan convivir y, en caso de necesidad, protejan a determinadas personas o colectivos del abuso de los poderosos, incluida la propia administración.

Esta intuición de que mejor pocas normas y claras, que muchas y embarulladas, la he podido ratificar a lo largo de mi carrera profesional, durante la que he tenido que redactar y aplicar diversas normativas en los distintos departamentos de la Administración en los que he trabajado.

"el afán regulatorio de las administraciones puede resultar contraproducente"

Así, tan pronto como en mi primer trabajo pude comprobar que, en demasiadas ocasiones, las autorizaciones para poder desarrollar una actividad se convertían de algún modo en "licencias para matar", en el sentido de que una vez cumplidos los exhaustivos requerimientos para obtener el ansiado número de registro, ya podías hacer lo que quisieras. Esto sucedía, por ejemplo, con los permisos para instalar una quesería artesanal, te abrumaban con los requisitos sanitarios previos a la autorización. En Francia, por entonces (luego todo cambió a peor con los Reglamentos comunitarios de obligado cumplimiento en todo el ámbito europeo), bastaba con presentar una solicitud vinculada a un DNI, y al día siguiente a elaborar quesos. Pero ojo como tu mala praxis, por ejemplo la falta de higiene, causase algún problema de salud en los consumidores, la Fiscalía francesa iba por lo penal contra el titular del DNI que figuraba en la etiqueta.

También pude comprobar cómo, cuando se intentaba regular un determinado mercado con algún loable propósito, el efecto conseguido era muchas veces exactamente el contrario del perseguido, provocando distorsiones de los mismos como consecuencia de dificultar que actuaran con fluidez sus mecanismos de equilibrio y autorregulación.

Recuerdo múltiples regulaciones del mercado común agrario que trajeron como consecuencia modelos productivos menos eficientes y competitivos. Por ejemplo, cuando se pusieron en marcha las denominadas "primas ganaderas", un sistema de ayudas que consistía en subvenciones directas por cada cabeza de ganado ovino o caprino en aras de mejorar la renta de los ganaderos. Y todo ello sin pedir nada a cambio. Lo que contribuyó a que abandonasen los programas de selección genética del ganado, un esfuerzo que ya no veía recompensado el ganadero, puesto que el valor de una oveja vieja no seleccionada era igual al de una joven seleccionada por su mayor producción de leche o el mayor número de partos gemelares.

O el sistema de cuotas y, posteriormente, de derechos en el sector lácteo de vacuno, que provocó que el mercado de leche y su pago por calidad dejase paso al mercadeo de las cuotas, que era lo que de verdad tenía valor.

O la regulación del mercado vitivinícola con medidas tan ocurrentes como el arranque de viñedos viejos de variedades autóctonas -como nuestra sin par uva Monastrel-, mientras, al mismo tiempo, se subvencionaba la plantación de nuevas variedades y cepas. Curiosamente, a los pocos años, los vinos de viñas viejas comenzaron a destacar en los mercados internacionales por su singularidad sensorial y a ser demandados, con el consiguiente mayor precio en comparación con los procedentes de las nuevas variedades sembradas con subvenciones precisamente en las parcelas arrancadas.

Mucho me temo que con las regulaciones de los sectores productivos y sus mercados sucede algo parecido a lo que describe el principio de incertidumbre de Heisenberg en física, que viene a decir que no podemos conocer simultáneamente la velocidad y la posición de un electrón. De igual modo, cuando regulas lo haces sobre unos supuestos (certidumbre) que dejan de existir (incertidumbre) en el mismo momento en que entra en vigor la regulación que los altera.

Sirvan los casos expuestos, sacados de mi experiencia, para poner de manifiesto que el afán regulatorio de las administraciones puede resultar contraproducente. Y si no, piénsese en la febril actividad legisladora del pasado Gobierno de España, en cuestiones como las relaciones sexuales, que ha llevado a un recelo y enrarecimiento innecesario de las aventuras amorosas, algo puesto especialmente de manifiesto entre los jóvenes que se inician en estos juegos y que, sin embargo, no ha conseguido disminuir la lacra de las violaciones, en contra de lo que se prometía para justificar la entrada en vigor de la norma.

"¿ACASO EL LEGISLADOR QUIERE MÁS A MI MASCOTA QUE YO?"

O en materia de protección animal, prohibiendo que los particulares podamos tener alguna camada de nuestra perrita en casa, que podamos dejar atada a nuestra mascota en la puerta de una farmacia mientras entramos a recoger un medicamento, o que la podamos dejar a la sombra con las ventanillas un poco bajadas en el parking de un supermercado. ¿Acaso el legislador quiere más a mi mascota que yo? Lo que han conseguido es reducir el número de veces que mi perrita sale a pasear a la calle junto a mí, ya que no me la puedo llevar cuando voy a comprar algo, por miedo a que me multen. Los necios del Gobierno seguramente desconocen que lo primero y principal para un perro es la cercanía a su dueño, algo que puso de manifiesto hace muchos años Konrad Lorenz, el famoso etólogo alemán.

La UE alcanzó recientemente un acuerdo político para impulsar el reglamento la Inteligencia Artificial –IA-. Un tema necesario, aunque su génesis bienintencionada, no garantiza la bondad del resultado, como hemos visto. En palabras de nuestro inefable presidente del Gobierno, pronunciadas durante la recién concluida presidencia española del Consejo de la UE en la que se alcanzó dicho acuerdo,  "para fomentar el desarrollo tecnológico y proteger nuestros derechos y valores". ¿Los de quién?

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