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palabras llanas / OPINIÓN

No tomar decisiones en caliente mientras se deteriora nuestra seguridad

28/06/2024 - 

Supongan ustedes que son miembros de un club, de un club en el que se piden un cierto número de requisitos para entrar y ser miembro.

¿Quiere eso decir que si a una persona se le rechaza el ingreso en dicho club por no cumplir con los requisitos exigidos se está teniendo un comportamiento ilícito o condenable? De ninguna manera, pues las normas y las reglas están para ser cumplidas.

Supongan ustedes que un responsable de ese club invita o abre la puerta a alguien con la mejor de las intenciones, pero ese invitado no acata las normas y costumbres del club y decide, por ejemplo, llevarse las copas, molestar al resto de miembros o incluso pretende que los socios del club deban aceptar su modo de actuar, sus costumbres o su cosmovisión personal. Supongan también que, por esos motivos, los socios le piden al responsable del club que tome la decisión de expulsar a ese alborotador haciendo uso de sus facultades y en beneficio y como protección de lo socios del club del que es responsable.

¿Quiere eso decir que el responsable de ese club se comporta de forma ilícita o condenable? Por supuesto que no, las normas y reglas están para ser acatadas y el responsable solo cumple con su obligación que no es otra que velar por el bienestar de los que legalmente pertenecen a ese club y cumplen las normas.

Supongan ustedes que ese invitado, al que el responsable del club ha abierto las puertas, no dudo que, de buena fe, llega incluso a robar y agredir a los miembros de ese centro y a sus familias que tranquilamente disfrutan de las instalaciones.

¿Tendrían ustedes la más mínima duda de que ese individuo que está delinquiendo en un lugar al que ha sido invitado, debe ser expulsado inmediatamente por las fuerzas de seguridad?

Pues imaginen que, además de todo eso, el individuo en cuestión no hubiera sido invitado, sino que se hubiera colado por la fuerza en dicho recinto. Creo que no es difícil de adivinar qué haría cualquier persona sensata y que se preocupa por los suyos.

Como no puede ser de otra manera, todos estamos obligados a cumplir unas normas básicas de convivencia y a cumplir la ley para ser ciudadanos de pleno derecho, de la misma forma que los socios del club que mencionaba anteriormente.

Cuando hablamos de seres humanos y de su situación vital, resulta complicado abstraerse de cuestiones morales o sentimentales, en algunos casos, mal entendidas. Pero es primordial que usemos la razón cuando aquello que está en juego es el modo de vida y la seguridad de nuestros compatriotas y también, desde luego, la de muchos de esos que se juegan la vida engañados por desaprensivos que desprecian el valor de la vida humana.

Todo aquel que tiene responsabilidades de gobierno debería tener como prioridad procurar el bienestar de aquellos que le han conferido esas profundas responsabilidades.

Pues bien, cada día estamos viendo como se deterioran nuestros barrios y nuestras ciudades y como aumenta la sensación de inseguridad en ellos. Por desgracia para todos creo que no es una sensación, puesto que son los propios datos proporcionados por las administraciones los que nos están mostrando que son una realidad. Y cuando esos “pequeños” incidentes se convierten en uno grave, como puede ser la violación de una mujer o el asesinato de un ciudadano, siempre aparece aquel responsable político que nos pide que “no se tomen decisiones en caliente”.

Pues dejemos que la noticia se enfríe como se enfriará también el próximo cadáver que seguro tendremos en nuestras calles.

Tenemos ejemplos, por desgracia, casi a diario y estamos viendo como aumentan de manera exponencial.

¿No nos basta con ver la situación en otros lugares de Europa como Francia, Bélgica o la misma Alemania?

¿Hemos de llegar al punto de no retorno en el que ya será imposible recuperar barrios enteros para los ciudadanos?

Los discursos preponderantes que estigmatizan al que osa relacionar a la inmigración ilegal con una parte de la inseguridad, con falsas acusaciones de xenofobia y racismo, son insuficientes en cuanto aparece la realidad empírica de los datos oficiales.

Pidamos a nuestros gobernantes que se comporten como ese responsable del club del que les hablaba antes y exijámosles que sean realistas y tomen medidas realistas. Las utopías son muy bonitas pero imposibles, por eso son utopías.

Ojalá no tengamos que ver enfriarse muchos más cadáveres en nuestras calles.

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