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punto de partida / OPINIÓN

Nunca seremos elefantes

Foto: Jorge Armestar/ EP
13/10/2022 - 

Un poti poti ideológico pidiendo tolerancia, respeto, comunicación y pluralidad y alguien como Santiago Cañizares defendiendo a Plácido Domingo después de que el tenor fuese acusado de haber acosado sexualmente a varias mujeres. Y no cambien de canal porque en el próximo episodio nos acompañarán mujeres tan dispares como Esperanza Aguirre, Luz Sánchez Mellado, Carolina Iglesias y la Mala Rodríguez para hablar sobre feminismo. Así, sentadas las unas junto a las otras y encajadas en un mismo plano televisivo: todas revueltas. La depredadora frente a sus más que probables presas porque si algo sabemos en este país es que hablando se entiende la gente y que, tres paquetes de tabaco después, hasta uno de la Falange es capaz de legalizar el Partido Comunista.

Han sido tantas y tan complejas las sacudidas de violencia que se han registrado en este país que al final no nos ha quedado más opción que sucumbir a la idea de que el diálogo es el último límite de conflictividad que podemos tolerar. Y eso está muy bien, en cierta manera. Salimos a la calle sin miedo a que un encapuchado nos dispare en la nuca y tuiteamos de espaldas a la Audiencia Nacional para sentirnos en plena libertad de expresión. Pero en todo esto de la resolución de los procesos victimizantes y de la implementación de una nueva España de derechos y de libertades no lo sé, es como que, no me hagáis mucho caso, seguramente son cosas mías, pero bueno vale allá voy lo digo y ya está: ALGO FALLA.

La primera descarga en la conciencia me lleva a pensar que nuestro diálogo es imperfecto. Que por mucho que tú quieras apoyarte en él, por mucho que tú quieras confiar en él, sucede que a la que reclinas el cuerpo encima de las palabras la estructura falla y te caes contra el suelo. Como si te hubieses subido a una mesa coja que se vence por culpa de tu propio peso. Y entonces te preguntas por qué y te lo preguntas pero no sabes cómo responderte a ti misma y luego quieres gritar ¡qué nos pasa para que la herida siga sangrando! y al final te das cuenta de que la respuesta no está en ningún sitio.

No se nos permitieron las respuestas. La ventanilla de los represaliados nunca levantó la persiana y en cuestión de meses unos señores que fueron victimarios junto con otros señores que fueron víctimas firmaron unos acuerdos de punto y final para conducirnos a todos hacia la desmemoria colectiva. Fruto del “aquí no ha pasado nada” de 1978, la gente que nació con el miedo en su ADN jamás ha recibido la consideración de víctima. Tampoco ha podido reclamar sus derechos como ciudadano entumecido por el franquismo ni se ha atrevido a reivindicar las propiedades que en 1939 dejaron de pertenecer a su familia para engordar el patrimonio de algún genocida. Lo único que les ha quedado es la derrota contra un monstruo que siempre será un monstruo y la certeza de que conservan cientos de huesos esparcidos en el subsuelo pese a que ya han transcurrido 83 años del fin de la guerra.

Foto: Santiago Cañizares/ EP

Y luego están los verdugos. Familias de derechas, familias fascistas y familias ultracatólicas que se han alimentado del dolor de los vencidos para reafirmarse a navajazos en su España excluyente. Ese reguero de pijos fachas que un buen día se adueñaron de aquello que no les pertenecía y que a día de hoy siguen sin consentir que nadie cuestione el expolio criminal que cometieron a lo largo de 40 años. No se nos permitieron las respuestas ni tampoco dejaron que los apellidos de la opresión trascendieran más allá de 1975, invalidándonos en nuestro derecho a saber y en nuestra capacidad democrática de deslegitimar a los interlocutores implicados en el daño causado.

Resulta triste de asimilar pero así es cómo hemos construido esta democracia basada en el desequilibrio entre unas élites mezquinas que nunca buscarán la reparación de las víctimas y una izquierda débil que permanecerá tibia y arrinconada por miedo a que vuelvan los tanques. Nadie pidió perdón y nadie se preocupó por el bienestar de los arrasados y aun así hay quien todavía cree que podemos hacer política desde estos orígenes profundamente viciados. Hay quien todavía cree que hablando se solucionan las cosas y que dos no se pelean si uno no quiere y que bueno sí Esperanza Aguirre es una privilegiada por el franquismo pero me pareció muy maja, la tía.

Será complicado que disfrutemos de una justicia social digna sin haber puesto nombres a todas las atrocidades cometidas por esa derecha que pregona alegremente sus ganas de volver al 36. Sin haber reclamado que los responsables de los crímenes de la guerra y de la dictadura sigan un proceso judicial habilitado expresamente y que incluso más adelante puedan abanderar una reconciliación honesta con las víctimas. Y aún más. Será complicado que disfrutemos de una justicia social digna sin haber exigido al Estado español que sea capaz de compensar a la población por aquellos procesos de violencia que surgieron debido a su papel ausente en muchas parcelas de nuestra sociedad.

Supongo que alguien prefirió que España fuese un país homogéneo de pequeñas memorias a corto plazo y cuya única capacidad de revisar el pasado es un podcast de Edu Galán hablando sobre lo mucho que le gustan los chistes de Arévalo. Y puede que ahora, después de tantos años de olvido colectivo, sea imposible que dejemos de ser pececitos desmemoriados para convertirnos de repente en los elefantes que lo recuerdan absolutamente todo.

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