CASTELLÓ. “Quería escribirte para decirte que soy uno de tus Orlandos. Estoy vive, he salido de tu ficción. No te haces a la idea, el mundo de hoy está lleno de Orlandos. Estamos cambiando el curso de la historia”, dice la voz de Paul B. Preciado en el comienzo de Orlando, mi biografía política, la ópera prima del filósofo, escritor y activista trans, en la que reinterpreta la novela Orlando, de Virginia Woolf, y que después de presentarse en la Berlinale (donde obtuvo el Premio Especial del Jurado en la sección Encounters), en el Festival de Toronto y en la reciente edición del Festival de San Sebastián acaba de llegar a los cines españoles este 11 de octubre.
El libro de Woolf, publicado en 1928, fue la primera novela en la que el personaje principal cambiaba de sexo en mitad de la historia. Un siglo más tarde, Paul B. Preciado recrea y actualiza esa historia para escribirle una carta a su autora, una especie de relato íntimo y colectivo sobre la transición de género, sobre sus múltiples formas y vivencias. Precisamente, ahí está una de las virtudes y de los aspectos más estimulantes de la película, en cómo desde lo íntimo se llega a narrar algo universal, una historia propia que también puede ser la de muchos. A través de diferentes registros entre el documental y la ficción, de las voces y los rostros de los personajes que representan al Orlando de Woolf, Preciado muestra las distintas experiencias y expresiones de la transexualidad, de entenderla y vivirla. A su vez, al tiempo que los distintos Orlandos narran sus historias, a través de una voz narrante poética y reflexiva, el director va hilando toda esa historia colectiva desde su propia historia personal. Esa voz narradora está llena de reflexiones lúcidas, "Tu Orlando, Virginia, es un libro sobre las metamorfosis de la subjetividad, no solo sobre el cambio de sexo. La primera metamorfosis revolucionaria es la poesía, la posibilidad de cambiar los nombres de todas las cosas, incluso, los nombres propios. La segunda y más profunda de las metamorfosis es el amor", dice Preciado en una secuencia de la película. La forma es así un modo de llegar al fondo, a esa idea omnipresente en el filme de que lo personal es político.
Con ello, la película tiene cierta condición de ensayo fílmico, de relato narrado a través de los recursos de la literatura, la filosofía y el cine. De esa forma, Preciado construye una película imaginativa y lúcida, que desde la narración del régimen de la diferencia sexual, de la violencia institucional, familiar, económica y social sobre las personas trans, de su soledad, consigue darle un giro y hablar también acerca de la búsqueda de la libertad, el deseo y el amor, del sentido de la identidad y la posibilidad de cuestionarla, de cuestionar lo normativo, del cuerpo como espacio ambiguo y de cambio, y de ese modo, acerca de la fuerza de las palabras, del poder transformador y sanador de la ficción. Sin duda, de esa imaginación y esa lucidez del director para narrar procede una de las grandes bazas de la película, pero también de su belleza y humor, de ese punto divertido, irónico y poético que recorre todo el filme, desde el texto a la música y la puesta en escena.
Con todo, Orlando, mi biografía política es una atrevida y hermosa carta dedicada a la autora de la novela en la que se inspira, pero también a todos los Orlandos de la historia borrados y sin nombre. Una valiente y poderosa película sobre la condición libre del deseo y el poder de contar, repleta de ideas (tanto en el fondo como en la forma), reflexiones y debates interesantes muy presentes en la sociedad actual.