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Pacto de investidura con el ex golpista y ahora President legítim

11/11/2023 - 

Una vez más, Pedro Sánchez ha vuelto a demostrar su capacidad para el contorsionismo político, particularmente negociando investiduras. Porque este hombre, en lo que a negociar investiduras se refiere, es un consumado experto. Ha negociado con Ciudadanos, con Unidas Podemos, con el PNV, con ERC, y ahora con Bildu y con JuntsxCat. Y ello le ha reportado una moción de censura exitosa en 2018 (una forma de investidura excéntrica, pero investidura al fin) y dos investiduras llevadas a término, en enero de 2020 y posiblemente la semana próxima.

De todo ello, Pedro Sánchez ha extraído algunas enseñanzas útiles, que tienen que ver con la relación actual del PSOE, y de él en particular, con la derecha española. La primera, que es imposible alcanzar un pacto de investidura con la derecha o el centro derecha de ámbito nacional. Pedro Sánchez fracasó en su intento de investidura de 2016 con Ciudadanos y fracasó en sus intentos por atraerse a Ciudadanos tras su victoria en abril de 2019. En cuanto a las perspectivas de obtener una abstención del PP, o una Gran Coalición, entramos en el mundo de la política ficción, pues esta opción sólo le puede parecer bien al partido que quede primero en las elecciones y ostentase la presidencia tras dicho hipotético pacto.

La segunda, que los números con la Antiespaña dan de sí lo suficiente para ser investido y para gobernar. Pedro Sánchez logró llevar adelante su moción de censura con toda la “Antiespaña” involucrada (PNV, Bildu, ERC, PdCat), su investidura de 2020 con casi toda la Antiespaña (todos a favor o en la abstención, salvo JuntsxCat), y su próxima investidura con los 178 votos que le proveerá el bloque antiespañol en su conjunto.

Y la tercera es que, contrariamente a lo que cabría suponer viendo algunos medios de comunicación, manifestaciones ciudadanas y declaraciones de colectivos profesionales, el coste político, para Pedro Sánchez, de pactar con la Antiespaña es menor de lo que parece; en todo caso, no es suficiente para que pierda el poder, porque el hombre ahí lo tenemos desde 2018, pactando con la Antiespaña una y otra vez, y sigue mandando.

En cambio, sus experiencias de abrazar a la “Verdadera España” que estos días se manifiesta en Madrid y en otras ciudades españolas (si bien los medios de comunicación se centran, como siempre, en Madrid, entre otros factores porque es, de largo, donde más gente se manifiesta), no han salido tan bien. Tampoco electoralmente. El PSOE, tras su pacto con Ciudadanos de 2016, empeoró los resultados en la repetición electoral de ese mismo año (bajó de 90 a 85 diputados, el peor resultado de su historia). Tras intentar un pacto con Ciudadanos en el verano de 2019, volvió a descender ligeramente en la repetición electoral de noviembre (de 123 a 120). Y, en particular, al PSOE no pareció sentarle muy bien la apuesta de Pedro Sánchez de apoyar firmemente en 2017 la posición del Gobierno español de Mariano Rajoy y su aplicación del artículo 155 de la Constitución. Los meses que sucedieron a ese acontecimiento vieron una victoria histórica de Ciudadanos en Cataluña en las elecciones autonómicas convocadas por Rajoy en diciembre de 2017 (36 diputados, mientras el PSC se hundía hasta los 17) y sucesivas encuestas de ámbito nacional que ponían a Ciudadanos por delante del PSOE.

Es decir, y en resumen: para el PSOE pactar con los independentistas supone un desgaste. Pero pactar con el centroderecha español también, porque los votantes, en esa tesitura, tienden a apoyar al original, y no a la copia con menos credibilidad y peor historial en su enfrentamiento con el nacionalismo periférico. Y, sobre todo, lo que queda cristalino es que los pactos de Sánchez con ERC, Bildu y Junts, paradójicamente, desgastan al PSOE más en procesos electorales a los que no se presenta Pedro Sánchez (elecciones municipales y autonómicas) que en los que sí se presenta. Porque ahí, en las Elecciones Generales, por una parte, Sánchez va a contar con el impulso de las comunidades autónomas “antiespañolas” (País Vasco y Cataluña) y, por otra parte, también con la polarización de su electorado, que vota al PSOE de Pedro Sánchez, muy a menudo, no por sus virtudes sino por no compartir los defectos de la alternativa de Gobierno (un Gobierno del PP apoyado por Vox). En este sentido, las manifestaciones nocturnas de esta semana, capitalizadas por la ultraderecha española, constituyen el mejor antídoto para las tentaciones de muchos votantes socialistas de irse a la abstención o “cruzar el Rubicón” electoral hacia el PP.

Cabe recordar y volver a insistir en algo que, a estas alturas, todo el mundo ya sabe: Pedro Sánchez carece de principios ideológicos reconocibles. Es un animal político que lo que busca es el poder. Y eso implica abordar las condiciones existentes con la creatividad necesaria para alcanzar el poder. En esta ocasión, obteniendo un pacto a seis o siete bandas que incorporan a un partido, Junts, y un dirigente, Carles Puigdemont, que durante años ha sido tildado desde el PSOE y su entorno afín como un prófugo golpista medio loco… hasta que sus siete escaños han sido necesarios. Como oportunamente se destacó en el podcast de La Paella Rusa, ello le ha permitido a Sánchez cumplir su promesa electoral de 2019, cuando dijo que traería a Puigdemont a España… lo va a traer, pero no como malvado prófugo que monta referéndums ilegales y golpistas, sino como President legítim y amnistiado.

Es muy pronto para conocer el sentido profundo de este pacto. Lo esencial es la amnistía, que ya se conocía, y el reconocimiento por parte del PSOE, aunque sea tácito, de parte del argumentario victimista del nacionalismo catalán. ¿Han ido Sánchez y el PSOE demasiado lejos? Electoralmente, no lo sabremos hasta dentro de unos años, por muchas encuestas que se publiquen ahora. Ideológicamente, pienso que no, pues su contorsionismo lleva años ejecutándose; los votantes que no estén cómodos con esta situación ya han abandonado el PSOE desde hace tiempo.

Queda saber lo más importante: si esto afectará a la estabilidad del país, a su credibilidad como proyecto de convivencia, y en qué sentido. Como tantas veces con Pedro Sánchez, acostumbrado a equilibrismos imposibles, este pacto vergonzosamente ligado con la investidura (porque es una vergüenza que se perdone los independentistas sus responsabilidades penales y civiles a cambio de sus votos, y no, sencillamente, para encauzar una situación anómala), tal vez acabe haciendo de la necesidad virtud y el efecto a largo plazo de esto sea reintegrar al nacionalismo catalán en la política española.

Un factor de largo alcance, pues desde 1993 prácticamente siempre, salvo en la última legislatura de Rajoy, que se apoyó en Ciudadanos, y en las dos ocasiones en que un partido obtuvo mayoría absoluta (las dos veces el PP, en 2000 y 2011), el nacionalismo catalán ha sido el aliado necesario de todos los Gobiernos españoles. Y un factor, a nadie se le escapa, que a quien beneficia exclusivamente es al PSOE, al menos para los próximos años.

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