CASTELLÓ. Ya han pasado nueve años, pero cada vez que Jérémie Laheurte (París, 1990) escucha la banda sonora de La vida de Adèle (Abdellatif Kechiche, 2013) o atisba alguna de sus secuencias, se le llenan los ojos de lágrimas. “Siempre tengo el síndrome del impostor. Aquella película fue la primera vez en la que me sentí legitimado como actor”, comparte el intérprete que daba vida al novio del personaje protagonista, Adèle, antes de que la adolescente descubra su deseo por una artista de pelo azul.
Ahora ya cuenta con una carrera consolidada con directores de la talla de Jean-Jacques Annaud, bajo cuyas órdenes protagonizó la reciente Arde Nôtre-Dame (2022) y actores como Rosamund Pike, junto a la que relató la vida de la periodista de guerra Marie Colvin en La corresponsal (Matthew Heineman, 2018).
Su celo personal por la privacidad se está resquebrejando tras protagonizar una de las series del momento en Francia, aplaudida también en Inglaterra, Paris Police 1900. El thriller policíaco de época llega a nuestro país este jueves, 8 de septiembre, a través de Cosmo. La propuesta viene firmada por el novelista gráfico Fabien Nury, autor de Soy legión, Érase una vez en Francia y La muerte de Stalin, adaptada al cine por el creador de Veep, Armando Ianucci.
La trama se ambienta en 1899 en la Ciudad de la Luz. El trasfondo del caso Dreyfus aviva la tensa situación de antisemitismo, anarquía y ascenso de los grupos de extrema derecha con una violencia y una crueldad cotidianas con las que diariamente trabaja un joven y ambicioso detective interpretado por Laheurte.
“Kechiche tiene la capacidad de detectar una capacidad natural en un actor para encarnar lo que busca, así que muchas de las técnicas que aprendí en La vida de Adèle, como la concentración y la escucha, las he aplicado a este trabajo”, explica el intérprete que, en esta ocasión da vida a un antihéroe complejo y enigmático, cuyos principios éticos se van atisbando a medida que transcurre la acción.
Las primeras veces de Jérémie frente a una cámara fueron, no obstante, para campañas de moda de Yves Saint-Laurent. Tenía 17 años y medio y ya había olvidado su sueño de ser actor. Con 14 se había sorprendido al ver una película dramática interpretada por chavales de su edad, Diario de un rebelde (Scott Kalvert, 1995). “Eran adolescentes cuyos actos tenían consecuencias. Le dije a mi madre que quería dedicarme a aquello, pero ella me disuadió advirtiéndome que no era un trabajo que uno elige, sino que vienen a buscarlo”. Así sucedió, pero para que trabajara como modelo. Un cazatalentos lo abordó en el instituto para ofrecerle ser el nuevo rostro de la insignia francesa que hizo resurgir la alta costura en los años ochenta.
“Trabajar para Saint Laurent supuso mi primera encarnación de un personaje, pero sin darme cuenta. Conocí a personas creativas, amaba crear a alter egos para las sesiones de fotos, pero al mismo tiempo, me decía a mí mismo que no me interesaba, que no quería dedicarme a aquello. No obstante, aquel trabajo me hizo sentir que había puesto un pie en el arte dramático y el puente que debía cruzar para debutar como actor se me hizo menos grande”.
La serie que ahora protagoniza conecta con su historia personal y familiar. Fue a clase con la tataranieta del capitán Alfred Dreyfus, injusta y racistamente condenado por espionaje, y parte de su familia procede de Polonia y sufrió el gueto de Varsovia. Curiosamente, y a pesar de ser hijo de un médico, no tenía constancia de los avances de la medicina forense durante la Belle Époque. “Sabía que Dreyfus había sido víctima de una injusticia, pero desconocía los métodos por los que había sido condenado. A través de esta serie he descubierto que el fallo del juicio contra Dreyfus se debió al ego de Alphonse Bertillon, que no quiso reconocer su error al atribuir su autoría en el espionaje a las pruebas de caligrafía”.
Paris Police 1900 arranca con el espeluznante hallazgo del torso de una joven en una maleta que flota en el río Sena. La investigación a cargo del personaje al que da vida Laheurte se desarrolla en el París de los impresionistas, sí, pero en lo que abunda la propuesta es en la podredumbre real y figurada de la capital de Francia, con sus epidemias de tuberculosis, sus calles sucias de sangre y excrementos, el odio al otro y la marcada desigualdad de la mujer. En ese contexto poco halagüeño se gesta la policía moderna.
“Me encanta la estética de la serie. Descubrimos un París peligroso. Ha sido fascinante ser testigo de lo que allí sucedía, pero desde luego prefiero no haberlo vivido”, concluye el actor.
Fue una serie británica de humor corrosivo y sin tabúes, se hablaba de sexo abiertamente y presentaba a unos personajes que no podían con la vida en plena crisis de los cuarenta. Lo gracioso es que diez años después sigue siendo perfectamente válida, porque las cosas no es que no hayan cambiado mucho, es que seguramente han empeorado