humanos con recursos / OPINIÓN

¡Peligro: egoístas sueltos!

Foto: Michael Brochstein / ZUMA Press Wi / DPA
25/11/2022 - 

Sin conocerse el resultado definitivo de las recientes elecciones legislativas en los Estados Unidos, Donald Trump ya manifestó que si los candidatos republicanos ganaban sería gracias a él y que si perdían sería por culpa de ellos... Quizá debería leer a su compatriota Jeffrey Pfeffer, experto en poder y política en las organizaciones, que incluye la capacidad para esconder el ego, al menos temporalmente, como una de las características individuales que supone una fuente de poder. Ya que el orgullo nos lleva a la arrogancia y nos aleja de la humildad y la conexión con nuestros congéneres.

Y es que para conseguir la ayuda de los otros es  conveniente jugar como buen subordinado o miembro de equipo. Algo que le recriminaba Pablo Iglesias a Yolanda Díaz cuando le recordó que es vicepresidenta y ministra gracias a Podemos, que ni siquiera era su partido. Porque el poder personal requiere del apoyo de la organización, para adquirir una verdadera relevancia.

Por cierto que ante esta declaración la vicepresidenta se limitó a responder con lo que podría ser cierta vanidad: Yo creo que no le debo nada a nadie. De nuevo, alerta, porque esa displicencia puede estar en la base de un futuro fracaso. Y así lo advertía ya hace 2.600 años el poeta Teognis de Megara cuando escribió: “Lo primero que le otorgan los dioses a aquel que van a aniquilar es orgullo”.

Tal como explicaba el entrenador de fútbol americano Bill Walsh, cuando “la seguridad en uno mismo se vuelve arrogancia, la asertividad se vuelve obstinación y la confianza en nuestras capacidades se convierte en descuido”, es el ego que “nos tira hacia abajo como si fuera la ley de gravedad”.

Cuenta una historia que un pájaro hambriento miraba las aguas sin peces de la costa. Comenzaba a morir de inanición. De pronto llegaron los pescadores con un cargamento fresco. El pajarraco se acercó, con la fortuna de que una trucha saltó fuera del canasto y cayó en el pico del ave. Esta emprendió el vuelo con su inesperado botín. Al ver ese alimento, una bandada de cuervos comenzó a seguirle. El pájaro, que no descollaba por su inteligencia, se sorprendió: «¡No puede ser que me sigan a mí: no soy tan importante!». Pero cada vez le seguían más cuervos. «¡Qué grande soy! se dijo. ¡Estos cuervos saben reconocer mis valores!» Los cuervos agitaron sus alas, impacientes por devorar el pescado. «¡Ahora me están aplaudiendo! ¡Soy el jefe que esperaban! ¡Por fin encontré mi reino!» ¡Me veneran! ¡Y yo, estúpido, indigno, con este cadáver en el pico! ¡Van a creer que soy un muerto de hambre!» Y arrojó el pescado. Entonces los cuervos se olvidaron de él y comenzaron a disputarse la trucha. Por más que el pájaro gritaba: «¡No os equivoquéis, súbditos míos, aquí está vuestro adorado monarca!» Nadie le hizo caso. Tristemente volvió a su roca de la playa, esperando no morir antes de que volvieran otra vez los pescadores.
Foto: Joaquin Corchero / Europa Press

En este sentido, Alejandro Jodorowsky advierte que el destino otorga a veces el poder, pero que el agraciado debe tener la humildad necesaria para darse cuenta que el «amor del pueblo» puede ser simplemente hambre, y que sólo será amado si se olvida de sí mismo, cesando su vanidad para convertirse en servidor de los intereses colectivosY es que, como distinguía David McClelland, la necesidad de poder puede manifestarse en dos vertientes, un poder socializado ejercido en beneficio de los demás, o un poder personalizado ejercido de forma egoísta, de “suma cero”, es decir, que el poder que uno gana es a costa del poder de los demás, y al revés, si se pierde poder es porque lo ganan los otros.

En suma, que el control del ego es un verdadero reto desde el principio de los tiempos está plagado de ejemplos, y que es una lucha con constantes recaídas, también. Las recetas salvadoras no existen aunque sí que podemos encontrar terapias que procuren cierto alivio: humildad, autoconciencia, y realismo. Nada nuevo. Hace 4.500 años, Ptahhotep, visir del penúltimo rey de la V dinastía del imperio antiguo de Egipto, Isesi, dejó escrito: “No seas arrogante por tu conocimiento, ni llenes tu corazón porque eres sabio. Toma consejo del ignorante como del sabio, pues no se han alcanzado los límites de la destreza ni existe un artesano que haya alcanzado su perfección”.

Tomemos buena nota, porque como decía Adam Sandler en Niños grandes 2: “ser un capullo no tiene plazo de prescripción”.

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