La película, que está producida por el valenciano Fernando Bovaira, llega a los cines este viernes tras conseguir la Concha de Plata a Mejor Interpretación Principal gracias a Patricia López Arnaiz
VALÈNCIA. Pilar Palomero llega a València casi directamente desde San Sebastián. Vino este lunes a presentar Los destellos, una tercera película en la que vuelve a deslumbrar tras el éxito de Las niñas y La maternal. A partir de un relato de Eider Rodríguez, Palomero cuenta la historia de Ixabel, una mujer que ha de reencontrarse con su exmarido tras 15 años sin contacto tras la petición de su hija de ayudarle en el cuidado de su enfermedad en fase terminal. Alejándose de los clichés dramáticos para ofrecer una visión luminosa de los cuidados y el amor, Los destellos explora la vida y la muerte desde la ternura y la contención.
- Hace apenas unos días que se estrenó la película en San Sebastián y Patricia López Arnáiz se ha alzado con la Concha de Plata a Mejor Interpretación Principal. ¿Cuáles han sido las sensaciones?
- Las sensaciones fueron muy buenas, la verdad. Sobre todo, percibimos mucho cariño por parte del público y de la prensa especializada. La Concha de Plata ha sido una alegría inmensa porque Patricia [López Arnáiz] lleva la película completamente a sus espaldas. Toda la historia está contada desde el punto de vista de Ixabel, y no hay ni un solo plano en el que ella no aparezca. Me ocurrió lo mismo con Andrea Fandos en Las niñas y con Carla Quílez en La maternal: Patricia ha estado presente en cada escena, sin un respiro.
- Pero a diferencia de Las Niñas y La Maternal, donde el elenco era muy amplio y muy coral, aquí precisamente la historia la sostienen tan solo cinco personajes. ¿Cómo ha cambiado eso tu forma de dirigir?
- Curiosamente, tener un elenco más pequeño ha sido un reto, pero también una oportunidad para profundizar en el trabajo actoral. Desde el principio, les dije a Patricia, Antonio, Julián y Marina que, aunque tenían mucha experiencia, me gustaba trabajar de una forma muy concreta, que es la que seguí tanto en Las niñas como en La maternal. Ellos aceptaron con mucha generosidad, y gran parte del proceso se basó en la confianza y en el juego. Durante el rodaje he descubierto lo bonito que es trabajar con actores que pueden modular sus emociones con una precisión increíble.
-Es sorprendente, en otras cosas, ver a Julián López en este registro tan distinto. ¿Cómo fue el proceso de elegirlo para este papel?
-La historia con Julián tiene que ver con la forma en que me planteo los castings. Me gusta encontrar personas que ya tengan similitudes con el personaje que imagino. Cuando conocí a Julián, estaba escribiendo una de las primeras versiones del guion, y vi claramente al personaje de Nacho en él. Aunque ya lo conocía y lo admiraba como cómico, sentí que también tenía una ternura y una consciencia muy profundas. Así que no hicimos casting; simplemente se lo propusimos porque sentí que encajaba perfectamente.
-Estamos acostumbrados a que las películas con esta carga dramática exploten en un momento muy concreto, y en lugar de estos momentos dramáticos intensos, optas por enmudecer la película, por la contención, el silencio y la ternura.
-Desde el principio la película iba de querer encontrar la luz en la oscuridad, y de ahí viene el título de Los destellos. No me interesaba meter el dedo en la llaga ni dramatizar en exceso; preferí enfocarme en el amor y la humanidad que surgen en los momentos más difíciles. Aunque la muerte nunca es algo bonito, sí hay cosas que lo son, como el amor de las personas que te rodean. Para mí, esta no es una película sobre la muerte, sino sobre la vida, y sobre cómo la muerte nos coloca en una nueva perspectiva ante la vida.
-Cuando el cine explora la muerte y el duelo, precisamente suele caer en la crueldad. Pienso en Amour, de Haneke. ¿Tenías claro desde el inicio que no querías cruzar ciertos límites en cuanto al tono?
-Es curioso, porque a lo largo del proceso tuve dudas. El miedo era pasarnos de sutiles. Quería mucha contención y que no hubiera explosiones dramáticas. Es lo que te decía antes: menos es más. Ahora, con los primeros feedbacks, me doy cuenta de que el tono ha funcionado, pero durante la película hay momentos que es como oler muchos perfumes: llega un punto en que ya no distingues ninguno.
Me alegra saber que ha funcionado. Las películas, en muchos casos, hablan también de sus directores, y supongo que esta película refleja mi forma de ver la vida. Me encanta el cine de Haneke, pero nunca haría una película como él, porque no veo la vida con esa dureza. O quizás sí la veo, pero prefiero quedarme con lo positivo.
-La película habla de un tema como el de los cuidados y lo complejiza. Esto ya estaba en el relato de Eider Rodríguez pero la película va más allá. ¿Le preguntaste por su perspectiva para construir tu propio relato?
- Hubo un momento en el que hablé con Eider y le pedí permiso para hacer la historia mía. Fue en ese instante cuando el título cambió de Un corazón demasiado grande a Los destellos. Ella, muy generosamente, me dio total libertad; al igual que Fernando Bovaira, el productor. La película es bastante fiel a la trama que propone ella, y los personajes son los que ella creó. Sin embargo, creo que hay un punto a partir del cual nos separamos un poco más de su relato.
El relato de Eider se titula Un corazón demasiado grande, y trata sobre Isabel, una mujer que al principio hace un sacrificio por su hija, pero que termina convirtiéndose en un acto de amor hacia alguien del pasado que ya no está en su vida. Durante el guion, una de mis preocupaciones era que no se interpretara simplemente como "una mujer cuida a su expareja". Quería ir más allá de esa lectura. En la película, los personajes cuidan unos de otros, y hay mucho amor entre ellos.
Pero Pablo, un médico de paliativos, me confirmó que lo que estaba contando era real: rara vez se ve a un hombre cuidando de su exmujer. Siempre que hay exparejas en cuidados paliativos, es la mujer quien cuida a su exmarido". Eso me hizo pensar en cómo, históricamente, los cuidados que han dado las mujeres han sido invisibilizados y poco reconocidos. También en que era el momento de reconocerlos como hace Madalen con su madre.
-¿Cómo es Fernando Bovaira como productor?
-Fernando ha sido un acompañamiento total y absoluto durante todo el proceso, pero siempre dejándome toda la libertad del mundo. Para mí, eso ha sido lo más gratificante de trabajar con él. Aunque él estaba presente en cada paso, siempre me dejaba elegir, decidir, y al revés: me ayudaba a confiar más en mi visión en los momentos de duda. Es un productor con una visión creativa total.
Cuando Fernando me propuso hacer esta película, venía de un lugar muy personal: de haber leído el relato de Eider y haberse conmovido. Ese origen creo que tiene mucho que ver con la forma en la que hemos trabajado, con un espacio para el diálogo y para reflexionar juntos sobre la película.