LIBERALMENTE / OPINIÓN

¿Por qué somos de Ciudadanos?

29/07/2022 - 

¿Recuerdan aquel anuncio del Atlético de Madrid en el que un niño le preguntaba a su padre desde el asiento trasero del coche: “Papá, ¿por qué somos del Atleti?”. A mí esa escena me viene últimamente muy a menudo a la memoria, y no como aficionado colchonero, que no lo soy, sino como afiliado a un partido político como Ciudadanos, que sí lo soy, si bien con una ligera diferencia en la pregunta: ¿Por qué somos de Ciudadanos?

Quien me conoce sabe ya que soy muy de comparar política y fútbol. Por variadas circunstancias, pero, sobre todo, porque en los dos ámbitos, tanto en la gestión de las cosas que son de todos como en lo balompédico, hay un fondo de sentimiento y visceralidad a la hora de decidirse entre las opciones disponibles. Y esto se da bien cuando uno se identifica con una ideología, unas siglas y un líder, bien cuando elige club de fútbol, una camiseta y al goleador de sus sueños. Puede ser cosa de tu educación, de tus valores, de tu experiencia vital, pero también puede ser una reacción frontal a todo ello.

Tanto en el fútbol como en la política influyen a la hora de posicionarse circunstancias, claro que sí, tales como la familia o los amigos. Te haces seguidor de un equipo o te decantas por un partido siguiendo la tradición en casa o por tus conocidos, de la misma manera que eliges al equipo contrario o muestras tus preferencias políticas por el adversario básicamente por llevar la contraria a tus mayores o para poder discutir de algo con algún amigo cada dos por tres. Pero al fútbol, como a la política, se llega por algo que no se sabe explicar bien, algo que es más que la simple convicción, que basta para ir a votar. Algo que se asemeja casi más a un acto de fe. Y es que tanto el balón como las ideas tienen en el fondo algo de religioso. Y ya sabemos que los conversos no son de fiar…

Por esto precisamente siempre me he preguntado por qué para cualquiera, incluso para los profanos en esto del deporte del balón, resulta motivo prácticamente de anatema que alguien mude de camiseta de sus amores a la del adversario porque los propios hasta entonces han dejado de marcar goles, pero, sin embargo, es hasta comprensible para algunos que se dicen entendidos en política que abandones tu partido político para irte al adversario porque el tuyo pasa por una crisis de votos. Y ya más chocante si cabe es, incluso, el que haya quien abogue nada menos que por incorporarse y jugar, no se sabe bien cómo, en el otro equipo a fin de mantenerse en activo. O eso que se pretende por algunos de que actuales miembros de Ciudadanos puedan sumar en listas electorales de otros partidos (básicamente PP y como independientes, dicen), si así lo ven oportuno, para seguir en la pomada política.

Igual resulta que lo que el chaval rojiblanco del anuncio se preguntaba, los motivos de ser del Atleti dando por sentado que su padre y él lo eran, es algo que le falta a quienes desde mi partido quieren, simple y llanamente, ponerse la camiseta del PP, aunque aseguren vehementemente querer estar en ese equipo con otra camiseta, la de Ciudadanos, ignorando que en política, como en el fútbol, es imposible, porque no te dejan, formar parte del equipo si no lo haces con los mismos colores que tus compañeros.

Por eso, cuando algunos nos preguntamos lo de “¿Por qué somos de Ciudadanos?”, nosotros sí sabemos perfectamente lo que somos y dónde estamos. Y lo más importante: nos acordamos de por qué lo somos. Donde no estamos, cosa que sí les pasa a algunos con tanta imaginación como interés, es en ese otro anuncio, posterior al que les recordé antes, también del Atleti, en el que un hombre visitaba la tumba de su padre para dejarle sobre la lápida una bufanda colchonera reconociendo amargamente no poder seguir como aficionado atlético por lo frustrante de la falta de éxitos. Están para la colleja como la que recibe ese hijo acobardado de la rama de un árbol con un oportuno golpe de viento.

Si no saben responder a por qué son de Ciudadanos es que hace tiempo que no están en este equipo.

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