Finales de mayo. Pedro Sánchez saca adelante la moción de censura. Ocho meses y medio más tarde convoca elecciones por falta de apoyos para los Presupuestos Generales del Estado. La alegría dura más en la casa del pobre que en la Moncloa.
No es la primera vez que Pedro Sánchez da un paso atrás para dar dos hacia delante, obligado casi siempre, pero exitoso, no cabe la menor duda. Las encuestas le dan como ganador, pero ponen en duda que vaya a tener apoyos suficientes para gobernar.
Los Presupuestos Generales del Estado nos anticipan el posible conjunto de medidas que llevará el Partido Socialista en el programa electoral para las próximas elecciones. Dejando de lado la percepción que se pueda tener sobre la viabilidad para cumplir con los objetivos, queda claro el aumento de los gastos y la consecuente necesidad de incrementar los ingresos vía aumento de impuestos y la creación de nuevas figuras impositivas.
Los demás partidos tampoco se manifiestan en términos diferentes en lo referente al aumento de gastos y, por lo tanto, de los ingresos. Para los que no somos políticos, la práctica habitual es adecuar los gastos a los ingresos e intentar tener algo ahorrado para imprevistos y otros. Eso suele ser lo recomendado y no siempre se puede. En política la cosa cambia, todo se puede, el ahorro para imprevistos y otros acaba siendo deuda y son los ingresos los que se adecúan a los gastos. Esto se consigue con mucha voluntad y algo de pericia lingüística. Así, los gastos se reconvierten derechos, que son dosificados por la clase dirigente según su necesidad y los ingresos se generan espontáneamente fruto de la actividad económica, sin incidir mucho en los maliciosos impuestos.
Las propuestas económicas esperadas para estas elecciones primaverales se van a fundamentar en la necesidad de subir los ingresos del Estado para gastar más. Eso es lo único en lo que van a coincidir los grandes partidos políticos.
Según las declaraciones en los diferentes medios, los matices en la manera de aumentar los ingresos es factor diferenciador entre los partidos. Defensores de incrementar directamente mediante la elevación de impuestos directos y nuevas figuras impositivas o, indirectamente, reduciendo determinados impuestos que puedan generar una mejora en el consumo. Ambas medidas no tendrán el resultado esperado en los ingresos, lo que afectará a la deuda y no creo que la UE esté muy por la labor de dejar que nuestra economía se endeude por encima de lo que tienen previsto. Sobre el papel, las primeras medidas electorales no se van a poder cumplir en toda su extensión.
En el panorama actual no invita a la alegría, la incertidumbre económica está ralentizando las economías a nivel mundial a la espera de que sean resueltos ciertos conflictos, el Brexit, la batalla comercial entre EEUU y China y la deuda de los Estados afectan los índices de confianza de los consumidores. Esta menor actividad económica incidirá inevitablemente a la recaudación. Subir o bajar impuestos únicamente, no será suficiente en este contexto. Se deberían de abordar las cuestiones relacionadas con el gasto, su control y su estructura.
Las pensiones es uno de los grandes quebraderos de cabeza que persisten en nuestra economía, un problema no resuelto. El sistema requiere cambios, máxime cuando la esperanza de vida aumenta año a año y empieza ser normal que los años de pensionista sean superiores a los años de cotización.
A pesar de que la economía no será lo que mayor transcendencia tenga estas elecciones, espero con interés que en las próximas semanas se vayan publicando los contenidos económicos de los programas electorales y analizarlos con más profundidad.