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tribuna libre / OPINIÓN

PSOE: ¿Cien años de honradez?

Foto: RICARDO RUBIO/EP

"A la España del inútil coraje". Jorge Luis Borges

12/03/2024 - 

Se acerca el mes de abril, "el mes más cruel", como alertaba Eliot, y nada parece haber cambiado a los primeros abriles que la política me deparó. Los mismos ajustes de cuentas. Los manidos eslóganes. La impertérrita corrupción. La malsana mediocridad. El arribismo más lacerante. El trasfuguismo. La ausencia de convicciones ideológicas. ¿Nada? ¿Seguro que nada ha cambiado en la escenografía política? Una de las cosas buenas que tiene envejecer es que "Llega un momento en la vida cuando el tiempo nos alcanza", en que "nos vemos sujetos al tiempo y obligados a contar con él" (Cernuda). Ese tiempo, ya gastado, nos recuerda lo que fuimos, pero también nos enseña cómo somos y, probablemente, cómo seremos. Lo que fuimos no es cuestión de recordarlo. Ya se encargan los historiadores. Pero lo que somos, como individuos y como nación, nos compete a todos. Pero, por desgracia, no todos están por la labor. Unos renuncian a seguir construyendo la nación más antigua de Occidente. Otros la envilecen o la traicionan. Algunos –la inmensa mayoría– intentamos poner nuestro granito de arena desde unas convicciones irrenunciables, entre ellas, la defensa del Estado de Derecho y de nuestra vieja y gastada piel de toro.

Entiendo que mis artículos pueden incomodar a determinados políticos. Mi intención no es molestar, es intentar poner negro sobre blanco sobre una realidad, la corrupción sistémica, que corrompe los cimientos de nuestra sociedad. Afortunadamente, debo reconocer que nunca he sufrido el denominado argumento por intimidación. Este, como toda falacia ad hominem, consiste en intentar refutar una línea argumental criticando la ideología y el cargo de quien la esgrime. De esta forma tan artera se desacredita a la persona, no al argumento. Esta inmoralidad, que es de uso corriente en la vida política y periodística, se ha convertido en el paradigma a seguir. Solo cabe leer o escuchar el contenido de un debate político para comprobar cómo la difamación, la intimidación, la amenaza, las injurias, la ausencia de pruebas y de rigor son las treinta monedas de plata con las que se abona la desvergüenza y la calumnia; un lujurioso repertorio que ha llevado al descrédito a la clase política. ¿A toda por igual? Hay matices. Muchos matices. Y como no podemos abordarlos todos, materia de Tesis Doctoral, nos centraremos en el partido que gobierna, por ser quien tiene todos los resortes del poder a su alcance, incluido el control de la Fiscalía General y del que se supone que es el máximo garante de la CE, el Tribunal Constitucional; un Tribunal que, al igual que James Bond, siempre está al servicio de su Majestad.

La Historia suele ajustar cuentas consigo misma. Si no hay mistificación, se convierte en una radiografía cabal de los acontecimientos. Los hechos delatan al viejo PSOE. Al nuevo, lo destruye. Atrás quedaron para el olvido desde las amenazas de muerte a Maura por parte de su fundador en el Congreso de los Diputados (un chascarrillo de juventud), la revolución de Asturias (un acto heroico), el asesinato de Calvo Sotelo por Luis Cuenca, guardaespaldas de Indalecio Prieto (una inocente sesión de tiro), a conmovedores eslóganes como "¡OTAN, de entrada NO!" o "Por el pleno empleo" (solo se destruyeron 800.000 puestos de trabajo y gran parte del tejido industrial, empezando por Sagunto), la corrupción de Filesa (una ONG) o los GAL (puro patriotismo). Hechos todos loables y enternecedores. No en vano, Pablo Iglesias goza de numerosas calles y plazas a lo largo y ancho del territorio patrio, con el beneplácito de la Memoria Histriónica. ¿Quién somos nosotros para reprobar a los sagrados próceres de la patria? Nadie.

Foto: M. DYLAN/EP

Años después llegó ZP. Una plaga bíblica en grado doce. Criticarle, cuando España estaba en quiebra técnica o cuando los famosos "brotes verdes" eran más difíciles de localizar que a un ovni en Zambia, era ser "antipatriota". Pero ahí sigue, con sus amigos de Venezuela (grandes demócratas y enormes estadistas), dando lecciones a la pipol mundial. Su caso es digno, no de una Tesis Doctoral, sino de varias docenas. Dejo una pista para futuros doctorandos.

Recientemente llegó a la escena política un personaje insólito: Pedro Sánchez. No hay calificativos. Incluso noto que el teclado del ordenador se endurece al intentar transcribir su nombre. Es casi una resistencia numantina. Pero le entiendo. El nuevo Prometeo ha superado todas las barreras, menos una: la de la verdad. No puede, porque no la conoce. Y quien no conoce la verdad, tampoco la mentira. Y quien no conoce la mentira, tampoco la traición. En su hiperbólico imaginario mental no tiene cabida la traición a la palabra dada, al Programa Electoral (que está para incumplirse siempre. Lo sabemos), a sus votantes y a su país. No puede tenerla porque el Boss ha venido a liberarnos de las garras de la grotesca fachoesfera, siempre empeñada en atizar los rescoldos del odio, o de esa casposa derechona, que es incapaz de dignarse a reconocer, cual servil espejito mágico, que ÉL es el mayor efebo del reino de España (¡cuánta ingratitud la nuestra!). No en vano, para buena parte de la Prensa del Movimiento, su esbelta y cincelada figura debería sustituir a la mismísima estatua de la Libertad. Él, como buen feminista, ecologista y transhumanista, debería ocupar su lugar. ¿Quién mejor que Él para alzar la llama viva de la libertad? Los corifeos gritan: "Solo Él y nadie más que Él". Pero los yanquis, ya se sabe, nos tienen manía, y salvo que la salvífica y sonriente Greta Thunberg les vuelva a leer la cartilla, lo tenemos complicado.

Si pasamos de la ironía a los hechos, estos nos sumergen en un estado de notable desasosiego. Contemplar cómo nuestros gobernantes son incapaces de ensanchar el horizonte de una esperanza compartida, que no es otra que España, nos lleva a recordar el terrible sustantivo con el que Homero abre el primer verso de la Ilíada: "Canta la cólera, musa, del pélida Aquiles". Esa misma cólera, siempre refrenada, no nos impide recogernos en la lectura. En ella, siempre encontramos la respuesta a nuestros problemas más acuciantes. Esta vez, el espejo de nuestra vida en común viene de la mano de Nietzsche, quien dejó por escrito: "El Estado miente en todas las lenguas del bien y del mal; y diga lo que diga, miente –y posea lo que posea, lo ha robado. Falso es todo en él; con dientes robados muerde, ese mordedor. Falsas son incluso sus entrañas". No conocía a Pedro Sánchez, y ya le había descrito de arriba abajo.

Foto: H. BILBAO/EP

Me detengo un instante y recuerdo cómo de joven miraba al futuro y pensaba que el presente se iba a desplegar de una forma coherente y predecible. No me imaginaba lo equivocado que estaba. Leíamos eslóganes como "PSOE, cien años de honradez" y nos entusiasmábamos con un futuro que se nos presentaba venturoso. Hasta el punto de que entramos en el Partido. Más de diez años duró la aventura. Justo el tiempo en el que un océano de corrupción y los GAL acabaron por desmitificar lo que nunca debí mitificar. Han pasado más de treinta años. He visto ese mismo cenagal de corrupción en todos los partidos. En TODOS. Pensé que el descrédito de la política había tocado fondo con Podemos. Vinieron para asentarse en Galapagar, y así les ha ido. Desgraciadamente, me volví a equivocar. Con Pedro Sánchez, y los restos del naufragio del PSOE, la tragedia supera al drama. En ella, el actor principal no es un galán al uso, es un golpista y prófugo de Justicia. Sabemos que el autor tuvo sus dudas sobre el personaje. Primero pensó en llevarlo ante los tribunales para juzgarlo como se merece. Luego comprendió que la escena se caía si no tomaba las riendas de la obra y se convertía en el Gran Legislador, razón por la que le entregó el libreto y hasta el teatro entero. Los actores secundarios poseen notable importancia. Son muy variopintos: abundan los amantes de lo ajeno, de las salas privadas, los rufianes de medio pelo, los arribistas, los independentistas, los terroristas, los abrazafarolas y los heraldos mal encarados. Todo un circo. Los personajes femeninos gozan de buena salud: desde presidentas que son incapaces de distinguir un sujeto de un predicado, y cuya dicción podría ser estudiada en las Escuelas de Arte como ejemplo a no seguir, hasta prestigiosas juristas, cuyas escasas e inverosímiles publicaciones darían para un programa de Cuarto Milenio. Por último, existen personajes de atrezo, siempre en lupanares de lujo, abonados con las pingües ganancias obtenidas con el negocio de la muerte más dolorosa. La obra, aunque no está acabada, tiene ya título: Pedro Sánchez, y cierra España.

Me consta que un egregio miembro de algún altísimo Tribunal ha leído el libreto y le ha encantado. "¡Cumbre, Presi, Cumbre! El premio Nobel está asegurado. Tenemos a los chicos del cine y a la periodista de TVE Inés Hernand (¿próxima ministra de Cultura?) para que, como los Chicos del coro, entonen: '¡Eres un icono, presi. Te queremos!'". ¡Cuánta ternura desplegó la siempre ecuánime Inés! ¡Cuántas lágrimas derramé al ver cómo esa embelesada joven corría tras el semidiós! También me consta que el nobilísimo miembro, del no menos noble tribunal, le dijo para acabar: "Y si sale mal, no te preocupes, Presi, volvemos a lo nuestro: el culpable es el PP y la chusma de Vox. Los culpables de todo. Incluida la muerte de Manolete. Y tú, ¡Cumbre, Presi, Cumbre!". Fin de la historieta.

En esto ha quedado los CIEN AÑOS DE HONRADEZ, y ni un día más, que diría Ramón Tamames. En esto. Y cierra España.

Juan Alfredo Obarrio Moreno es catedrático de Derecho romano

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