Efectivamente, estuve viendo el sábado por la noche el momento de las votaciones de Eurovisión. Las actuaciones suelen ser diferentes a los estilos musicales que habitualmente me gustan y demasiado recargadas y horteras, y con excesiva originalidad de relativo gusto. Pero las votaciones en sí me entretienen mucho. No dejo de ser por ello un friki más, equiparable a los tantos fans que disfrutan con este concurso musical.
Y remarco lo del concurso musical. Evidentemente, a la hora de decidir un voto en este tipo de concursos, la carga subjetiva es mayoritaria y aspectos tan burdos como si te ha gustado la canción o no o si la presencia del o de la cantante es de tu agrado, está por encima de aspectos técnicos, o de la calidad de la armonía, de la voz o de la puesta en escena.
"¿Qué proceso de toma de decisiones utiliza un votante, por ejemplo, de Carles Puigdemont"
No entro a valorar las puntuaciones obtenidas por las canciones participantes, pero llamó mucho la atención la puntuación obtenida por los representantes isralí y ucraniano. Según los jurados nacionales que, en principio deben buscar esos aspectos un poco más objetivos, no merecieron una alta puntuación. Los representantes de Ucrania obtuvieron un buen resultado, pero no entre los 5 ó 6 mejores. La de Israel se encontraba en la parte baja directamente.
Pero fueron las dos canciones que mayor número de votos de telespectadores recibieron.
¿Qué votamos en realidad? ¿Usamos parecidas pautas de comportamiento en todas las votaciones a las que acudimos?
Una cosa es incurrir en aspectos subjetivos para inclinarte por una alternativa y otra muy distinta es obedecer a estímulos sentimentales circunstanciales.
No es mi intención con esta duda entrar en el peligroso mundo de querer cualificar los votos. La emisión de una opinión o, en este caso, la elección de una opción, no vale más o menos que otra. Y encontrar la motivación en aspectos que para mí pueden ser superfluos no indica que mis criterios sean mejores. ¿Por qué lo que yo considero un concurso musical no puede ser un show multinacional de exaltaciones sentimentales? ¿A caso decido yo lo que tiene que ser y representar?
Pero me interesa el sentido de la pregunta a si este tipo de motivaciones también lo consideramos a la hora de enfrentarnos a otro tipo de votaciones. Las que nos someten para decidir nuestros representantes políticos en las distintas administraciones del Estado.
Yo creo que acudimos a pautas de comportamiento más o menos parecidas. Adaptadas a otro entorno y otra finalidad, pero en un proceso que no cambia mucho.
Expuestos a un bombardeo de estímulos, los canales de los mensajes ya están preparados para admitir solo "los tuyos", reducir los de "los otros" y rechazar los pocos que de éstos nos llegan. En la actualidad es más frecuente el voto contra alguien que un verdadero convencimiento del candidato al que depositas tu confianza.
"nuestra decisión está marcada por estímulos irracionales y circunstanciales"
¿Qué proceso de toma de decisiones utiliza un votante, por ejemplo, de Carles Puigdemont? Y digo Puigdemont y no Junts porque la agrupación electoral en la que se apoya el primero no es más que un mero soporte donde establecer la siguiente ocurrencia personal. Esto de las ocurrencias (o chuchurros, les diría yo) personales de determinados líderes está exacerbado en cada vez más casos.
Lamento de veras que los programas e idearios en los partidos hayan desaparecido en favor de las estrategias comunicativas y electoralistas. Pero cuando éstas se basan en la originalidad del siguiente golpe de efecto de su líder, me matan. Pero al final, es eso lo que votamos. Y me temo, además, que es lo que queremos votar.
Porque la realidad es que nuestra decisión está marcada por esos estímulos irracionales y circunstanciales. Incluso una supuesta racionalidad en dicho proceso está cargada de una impulsiva necesidad de poder manifestar una superioridad moral. Tan censurable como el que vive la política como si fuera un partido entre el Madrid y el Barcelona o como si estuviera en un concurso musical.
En verdad, no soy capaz de llegar a ninguna respuesta a la pregunta que planteo en el título del artículo. Que cada uno encuentre su motivación y que le satisfaga su decisión. Podemos y debemos discrepar tanto en el proceso como en resultado de la misma, pero no cualificarla ni por encima ni por debajo de la mía.
Y aprovecho para opinar que la canción que enviamos a Eurovisión no tenía fuste ninguno. Un mensaje ya bastante trillado y anticuado con una canción poco motivadora y una interpretación mejorable. Allá por los años 80, cuando cantaban Las Vulpes, tenía su punto. Actualmente, si fuera la canción de Irán o de Afganistán, tendría un gran aliciente. Desde mi punto de vista, simplona y mediocre.