El carnaval de Morella se ha celebrado este pasado fin de semana. He vivido carnavales bajo la nieve, con temperaturas bajo cero, pero el sábado parecía una fiesta de primavera. Mis tres pequeños disfrutaron con sus risas y bullicio, convertidos en una patrulla canina que correteó por la calles empedradas contagiando la felicidad infantil. Mis cuatro mayores también gozaron de la mega fiesta que se organiza en Morella con el Carnaval, el más caótico del mundo. No hay orden ni concierto en el recorrido de un evento cargado de demasiada imaginación y participación popular. Una belleza.
La nubosidad variable que ha llenado recientemente los cielos mediterráneos asemeja una señal de mal augurio lanzada por quién sabe qué monstruos. Porque no llueve como debe llover, porque el clima no es el que debe ser. Porque están floreciendo demasiados árboles y frutos. Pancho está que trina, muy nervioso, necesita agua de lluvia, aire mojado y limpio. Una de estas noches, el aire abrió la puerta del balcón y, de madrugada, mi perro ladraba como si fuera el fin del mundo. Pensé que anunciaba alguna tragedia climatológica, aunque solo se trataba de avisarme que el aire era voraz e insoportable. Nos acurrucamos en el sofá mientras por las ventanas aullaba el viento salvaje, sin tregua, sin remedio.
El cambio climático sigue su camino, frente a esos gobernantes negacionistas, esos irresponsables que quieren marcar la agenda política, esa ultraderecha que camina de la mano de la derecha de siempre. El Parque Ribalta muestra los primeros brotes verdes, esas señales que son prematuras y que alteran los espíritus y la psicología social. Dicen que se adentra en el país un temporal “de invierno” con bajada de temperaturas, nieve y fuertes lluvias, pero en la zona mediterránea no celebraremos la alegría del agua que cae del cielo. Ya somos tierra de pronta sequía, de prevenir, concienciar y gobernar el medio ambiente con responsabilidad, no por encima de nuestras posibilidades. El agua es escasa, y el urbanismo, el turismo, vuelven a ser salvajes.
La pasada semana ha sido un tiempo tragicómico. El pasado domingo saltó “la exclusiva off de récord” que el líder del PP brindó a dieciséis medios de comunicación. Una comida en la que teledirigió el momento en el que debería producirse publicación de la información, además de sus mensajes. Feijóo contó que el PP ya había valorado un indulto a Carles Puigdemont. Pero… a partir del lunes dirigentes del PP desmintieron el asunto, acusando, además, a los medios de comunicación por tergiversar las palabras de Feijóo. Menudo disparate. Eran 16 medios de toda tendencia, por lo que han errado de lleno, tal y como ha descrito a la perfección el periodista José Antonio Zarzalejos en una columna de El Confidencial titulada Este PP no tiene ni media bofetada.
El PP debería pedir perdón a la sociedad, también su ultraderecha. Han provocado violentas manifestaciones en la calle Ferraz de Madrid, en la sede del PSPV de València y en la calle Carcagente de Castelló, acompañadas de la furia fascista de Vox. Han presentado declaraciones institucionales en los ayuntamientos, diputaciones y gobiernos autonómicos, acusando al gobierno central de golpe de estado, de secuestro de las instituciones públicas. Han utilizado este farsa para atacar a los partidos progresistas en cualquier ámbito y tema, como está pasando en los plenos municipales de Castelló. Han perdido toda credibilidad.
Esta semana ha sido un laberinto de circunstancias y emociones. He pensado mucho en el maestro Berlanga, que estaría gozoso de escribir algún guion sobre esta maldita realidad, sobre el triste surrealismo sucedido en Morella, en el Ayuntamiento, sobre los patinazos y el cinismo del PP, sobre las ignominiosas censuras culturales y sociales de Vox, con el apoyo de la derecha.
Vivimos tiempos sombríos y revueltos. Somos una sociedad que transita a tumbos, sucumbimos y resucitamos varias veces al año, al mes, al día. Puedes hundirte a media mañana y resucitar al caer la tarde. Puedes amanecer feliz y acabar la jornada enroscada en una manta abrazando a tu perro.
Mi vecina cocinó ayer, al vapor, mejillones del Delta de L'Ebre, con una picada en mortero de ajo, perejil y aceite de oliva, con sus rodajas de limón, unas bolitas de pimienta y más aove. Delicioso. Después degustamos una receta de mi casa madrileña, un pollo entero al horno relleno con un enorme limón, con clavo, laurel, canela y pimienta. Otra delicia que nos colmó, acompañando con las papas castellonenses García, las mejores del mundo. El postre fue una piña extraordinaria de la frutería de nuestro paquistaní favorito.
Mi vecina se destornillaba con las noticias de la pasada semana, que si Feijóo es un mentiroso, que si lo de Morella, qué pena y estupor, que si en Castelló ya estamos casi en Magdalena y lloverá esa semana, que no nos queda nada para tener varias carpas magdaleneras cercanas, que si Pancho va a pasarlo fatal con los petardos, que cuanta tontería hacer una mascletà en Madrid. Con todo lo que está pasando aquí y en el mundo, la verdad, decía Carmen, mi vecina, estamos viviendo en un torbellino de estupidez y necedad.
Buena semana, buena suerte.