VALÈNCIA. El interés por proteger a los menores en el entorno digital se ha convertido en una de las principales preocupaciones, especialmente en los últimos meses. La falta de herramientas que impidan a los más pequeños acceder a contenido para adultos en Internet, así como medidas de protección por parte de las redes sociales, se ha sumado a retos como la integración de dispositivos electrónicos en las aulas y la regulación de su uso por parte de las familias.
De todo ello conversa Valencia Plaza con Ricard Martínez, profesor en el Departamento de Derecho Constitucional de la Universitat de València y director de la Cátedra de Privacidad y Transformación Digital. Martínez ha sido nombrado recientemente por el Gobierno de España como miembro del comité que diseñará una estrategia para promover un entorno digital seguro para las niñas, niños y adolescentes.
En los preámbulos de la entrevista, el profesor recuerda que las opiniones que expresará a lo largo de este relato son únicamente suyas y no del comité del que forma parte: "No representan a nadie más que a mí". Martínez muestra su "satisfacción" por la puesta en marcha de este proyecto: "Es el momento en el que nos hemos dado cuenta de que hace falta una política integral".
¿Qué le ha llevado a ser designado por el Gobierno de España para estudiar la protección de los menores en el entorno digital?
Entiendo que mi trayectoria académica y profesional. Tuve la fortuna de trabajar en la Agencia Española de Protección de Datos y anteriormente como asesor del Ministerio de Justicia. Con el Ministerio de Justicia, en el desarrollo del reglamento que en aquel momento regulaba la protección de datos en España, donde por primera vez se regularon las condiciones de tratamiento de los datos de los menores en el país.
Posteriormente, en la Agencia Española de Protección de Datos, como responsable del área de estudios en el periodo de 2007 a 2011, desplegamos las primeras políticas del regulador en materia de protección de los menores, con recomendaciones para padres y menores, con trabajos conjuntos sobre redes sociales con el INCIBE - Instituto Nacional de Ciberseguridad - o con manuales para el profesorado.
Desde entonces hasta hoy nunca he dejado de tener como parte de mi horizonte investigador la materia de cómo afectan las tecnologías de la información a los derechos de los menores, con distintos artículos y publicaciones, así como con colaboraciones constantes con la facultad de magisterio a la hora de formar a los futuros maestros en estas materias y ámbitos. Recientemente, fui uno de los cinco ponentes de la Carta de Derechos Digitales, donde dedicamos un espacio significativo a reflexionar sobre las estrategias que tenían que ver con los menores y el mundo digital.
¿En qué consiste su papel dentro de este grupo de expertos?
En principio, la comisión ha sido designada para proponer al gobierno de España una aproximación integral a todas las políticas públicas que deberían relacionar los menores y el mundo digital. La preocupación inicial que motiva esta comisión es constatar cómo a lo largo de los años el riesgo para los menores en el mundo digital ha ido creciendo, tanto en términos de riesgo como de amenazas. Los últimos hechos ponen de manifiesto que los menores están siendo particularmente víctimas del consumo de pornografía en Internet. Están muy expuestos a las apuestas y a otras prácticas que no se corresponden con su edad y su grado de madurez. Además, la competencia digital no permite afrontar con garantía estos riesgos.
Por otra parte, eso convive con un entorno empresarial que no ha prestado demasiada atención a garantizar los derechos de los menores. Eso lleva al gobierno a diseñar una estrategia que quieren que sea global. No se trata exclusivamente de ocuparse de la pornografía en Internet, sino de promover una ley integral. Se trata de reflexionar sobre cuál es la responsabilidad o cuál es el esfuerzo que debe hacer el mundo de la educación, verificar cómo las empresas deberían ajustarse para ofrecer garantías a los menores, y plantearse algunos problemas específicos como las adicciones de los menores o la conflictiva relación de los menores con los contenidos ilícitos.
¿Entonces, el principal objetivo del Gobierno es crear esa estrategia?
El siguiente salto es definir la metodología de trabajo y las distintas comisiones
Sí, esa sería la idea. El gobierno ha diseñado distintas áreas de trabajo, todavía no asignadas formalmente. Entiendo que, puesto que se busca un experto en protección de datos, el área de privacidad sería uno de mis espacios naturales para trabajar. También el mundo de la educación, probablemente por mi expertise. Esperamos que en breve demos el siguiente salto que va a ser definir la metodología de trabajo y las distintas comisiones, que tienen que alcanzar algún tipo de resultado en seis meses.
A título personal, ¿Qué expectativas tiene con este proyecto?
Lo primero que quiero confesar es mi satisfacción. Casi como un ‘por fin’. La necesidad de verificar la identidad y la edad de los menores en Internet aparece por primera vez en una ley norteamericana de 1998. No es que hoy que sabemos que esto es un problema, el día de la Internet segura se celebra desde el 2004. Sabemos desde hace muchos años que hay un escenario de riesgo.
Por eso, mi primera sensación es de satisfacción en el sentido de que por fin nos damos cuenta de que no es una cuestión de poner parches, celebrar el día de la Internet segura o darles una charla a los niños en el aula. Es el momento en el que nos hemos dado cuenta de que hace falta una política integral para proteger a los menores en el entorno digital.
Hay un concepto que creo que es muy importante subrayar. Una política integral en relación con menores, Internet, entornos digitales e inteligencia artificial no la tenemos que ver sólo desde un punto de vista negativo. Conocemos las patologías, pero hay mucho más porque los menores no solo están expuestos al impacto de ese mundo digital, sino que van a vivir en una sociedad profundamente intermediada por lo digital.
En McKinsey hay un estudio sobre el futuro de los trabajos de 2011 que apuntaba que el 60% de las posiciones en los distintos trabajos podían automatizarse. Es decir, los trabajos no tienen por qué desaparecer, muchos migrarán y habrá una interfaz con una IA mediante la que se trabajará. Pero no solo va a ocurrir en el puesto de trabajo, ya existen muchos entornos de asistencia al consumidor mediante un bot.
Así que la cuestión no es solo cómo prevenir que a los menores les ocurran cosas malas. Hay que plantearse también cómo vamos a tener una sociedad con competencia digital. Una sociedad en la que las personas carezcan de competencias digitales será una sociedad mucho más discriminatoria, mucho más desigual y mucho más segmentada, porque acabaremos diferenciando entre aquellos que sí que tienen esta capacidad y los que no. Por tanto, hay que ver la comisión y sus tareas no sólo como un modelo de enfrentar y gestionar el riesgo, sino también como una metodología que nos abra una enorme ventana de oportunidades.
¿Qué papel tiene la educación reglada con estas cuestiones?
De modo muy sintético, podríamos hablar de tres niveles: los valores, la educación en competencias digitales y el pensamiento computacional. La educación en valores presupone que la escuela, la enseñanza media y la universidad deben abrazar el mundo digital y proporcionar a las personas los valores que les permitan conducirse en ese mundo digital.
Si a los niños y niñas en el instituto le hubieran enseñado cómo se ejerce la libertad de expresión, creo que no estaríamos leyendo las barbaridades que leemos en las redes sociales. Habría un porcentaje de brutos, porque siempre los hay, pero la cantidad de gente formada sabiendo que el discurso debe ser respetuoso sería mayor. Toda esa educación en valores, ya sin competencias digitales, al menos te sirve para orientarte en la vida. Si la orientamos al mundo digital, estaríamos previniendo.
Respecto a las competencias digitales, no se trata sólo de manejar la herramienta, sino de hacerlo bien y de acuerdo con los valores que acabo de aprender. Podríamos remontarnos a algo que está en el ADN de los estudiantes desde que apareció Wikipedia: la cuestión no está en que uses Wikipedia, sino en que la uses como tu trampolín para hacer un buen trabajo, lo contrario es copiar.
Lo mismo ocurre con la inteligencia artificial. Ahora le preocupa a todo el mundo que la inteligencia artificial haga un trabajo y los estudiantes copien. Eso dice bastante poco de todo el mundo. Si, como maestro, no soy capaz de ver cuando la madurez del trabajo que se me entrega no se corresponde con la edad y capacidad del estudiante, el problema está en que no soy capaz de darme cuenta.
¿Y si la Inteligencia Artificial puede ayudar al estudiante? ¿Estaríamos en contra de una Inteligencia Artificial que ayuda a un estudiante que está escribiendo y le dé sinónimos de una palabra que ha repetido varias veces? ¿Exactamente qué problema habría? No veo problema. En definitiva, las competencias digitales van mucho más allá que darte de alta a una red social.
Sobre el tercer nivel, el pensamiento computacional, personalmente estoy dedicando un esfuerzo esencial a aprender los prompts, es decir, cómo le pregunto las cosas a la Inteligencia Artificial. Cuando me relaciono con ChatGPT o con cualquier Inteligencia Artificial, no se trata solo de que le pida cosas a la máquina, sino que interiorice cuál es su mecánica de funcionamiento y cómo le debo pedir las cosas para obtener un determinado resultado. Todo eso implica también revolucionar el modo en el que enseñamos y en el que se aprenden ciertas cosas.
¿Y cuál es el papel de las familias?
Ese es el otro gran agujero. A mí hay una cosa que siempre me ha molestado profundamente: mi generación es analógica, pero ha tenido hijos digitales y ha habido siempre un mantra común de que los niños son nativos digitales y los mayores no pueden enseñar nada porque no tienen capacidades. Esto no es cierto.
Los padres fueron incapaces de sentarse con sus niños a navegar juntos por Internet. Probablemente confundieron Internet con la tele. Los padres, con la excusa de que son analógicos, puede que hayan hecho dejación de funciones. La lección aprendida es que los padres ahora tienen la obligación urgente de entender que esto no es posible. Un niño es un gran imitador, lo queramos o no. Los padres son ejemplo y deben transmitir valores. ¿Cuál es el reto de esta sociedad? Hacérselo ver.
¿Esos retos se acaban reflejando en cuestiones como el debate que ha habido a principios de curso en torno a prohibir el móvil en las aulas?
Por ejemplo. Pero este problema traspasa las aulas en todos los niveles, también en el ámbito universitario. La cuestión es que el móvil entró en las aulas y no se diseñaron políticas, sencillamente entró. En algunos sitios, incluso entró en forma de tablet para muchísimas asignaturas sin hacernos preguntas como ¿para qué?, ¿en qué contexto? o ¿en qué mejora las clases?
Padres excesivamente tolerantes han convertido el móvil en un premio
Nos hemos dado cuenta también de que padres excesivamente tolerantes han convertido el móvil en un premio. Si tú estás premiando a un niño con siete, ocho, o nueve años con una herramienta que no le hace falta, tampoco puede sorprenderte que después la use.
Además, no tuvimos políticas adecuadas como padres. No integramos bien la movilidad en la escuela. Hemos creado una generación de adictos a esas tecnologías. Y ahora, en algo muy propio de nuestro mundo, vamos al bando contrario y a prohibir. Siempre me he preguntado: ¿antes de llegar a esta prohibición, por qué no se compraron taquillas?
La Conselleria de Educación tiene una lista de aplicaciones móviles que se consideran adecuadas para ser usadas con fines docentes. Es decir, el profesorado sabe qué herramientas móviles puede usar. Y, si conoces qué herramientas móviles puedes usar, también sabes en qué contexto puedes usarlas. ¿No sería más sencillo tener una taquilla a la que van los dispositivos móviles cuando no son necesarios y de la que salen cuando son útiles? ¿Qué es mejor, eliminar el riesgo o gobernarlo?
¿Dentro de 10 años esta política de eliminación global del móvil va a tener alguna repercusión negativa en términos de formación? No tengo la respuesta, pero la intuición me dice que seguramente deberíamos pasar a una movilidad de crecimiento exponencial según la etapa de la formación.
Diferentes organizaciones han denunciado en los últimos meses los peligros para el desarrollo de la infancia de redes sociales que promueven a adolescentes conductas impropias de su edad. ¿Cómo se puede revertir esta situación?
Aquí hay dos grandes responsables. De uno ya hemos hablado, que es la necesidad de educación y formación, pero también hay una responsabilidad empresarial. Toda la sociedad ha crecido o ha evolucionado con lo que llamo la monetización de la privacidad. Es decir, con un modelo de negocio, particularmente en buscadores y redes sociales, centrado en ofrecerle al cliente todo lo que pueda querer con el objetivo de poner publicidad contextual, que tiene mucha más eficacia que la publicidad segmentada.
La publicidad perfilada se adapta a cada perfil del usuario y ha llegado a tal grado de mercantilización de la privacidad y los valores que ha pervertido el tipo de prestación que esas compañías debían realizar respecto de los menores. Es decir, están aplicando a los menores las mismas políticas que a los mayores, sin ninguna discriminación.
No sólo se trata de los padres, de los colegios, sino de todo un entramado que hace negocio perjudicando a los menores. Eso la Unión Europea lo está persiguiendo con el Reglamento General de Protección de Datos, con Digital Services Act y lo va a tener que perseguir con cuanta herramienta jurídica tenga a su mano. Lo que haga falta.
¿Son en general estas herramientas digitales demasiado permisivas con lo que le difunden al público joven?
No solo es que sean demasiado permisivas, es que no han tenido ningún tipo de política o compromiso. Ahora están empezando a desplegar las primeras políticas. No es una cuestión de que sean más permisivas o no. Si llega un menor y yo, como red social, tengo distintas configuraciones de privacidad, tendré que programar la más protectora.
Con el menor renunciaré a según qué publicidad. Y al menor ya sé que no le puede aparecer publicidad sobre casinos, sobre alcohol, sobre tabaco… Los medios están sujetos a la Ley General de Publicidad, que es muy clara, pero ellos operaron con la idea de que como sus herramientas eran nuevas no hay ley. Pero, no es una cuestión de permisividad, es que deben garantizar los derechos de los menores.
Se llama interés superior del menor y consiste en garantizar el libre desarrollo de su personalidad. Si tú, conscientemente, estás ofreciendo servicios que son adictivos, no estás persiguiendo el interés superior del menor y no estás garantizando el libre desarrollo de su personalidad. Estás garantizando tu negocio, pero no de lo que hablamos.
¿Se va a desarrollar adecuadamente la personalidad de un menor que de la mano del algoritmo de la personalización del filtro burbuja sólo ve una realidad? Obviamente no. ¿Qué formación científica va a tener un menor? ¿En qué va a creer el menor? ¿Y entonces, qué juicio crítico se podrá formar y qué puedo esperar de ese menor como adulto?
Hay que tener mucho cuidado, porque claro que tiene una enorme responsabilidad que va más allá de ser permisivos, más controladores o no. Va de una responsabilidad corporativa muy clara: aquí hay un menor que es una persona en formación y tengo que protegerlo.
¿Cuál es el futuro de la protección de los menores en el entorno digital?
Soy una persona convencida de que Internet es lo más parecido que tenemos hoy al territorio de frontera o al salvaje oeste. Es decir, es algo que ha crecido de modo tan rápido, exponencial y sin estar sujeto a reglas, que el derecho poco a poco tiene que ir reconquistando territorio y asegurándose de que haya comportamientos debidos.
Por mucho que las posiciones más liberales estén en contra de la regulación, el futuro que veo es una regulación altamente intuitiva y altamente protectora. Unas reglas de juego muy claras que permitan que siga desplegándose la sociedad de la información y los entornos digitales, pero con pleno respeto a los derechos de los menores. Ese es el único futuro posible, no alcanzo a encontrar otro.
Hay mucho por cambiar en todas partes y ese es el esfuerzo que creo que alienta el nacimiento del comité y es una buena noticia. Puede parecer extraño lo que voy a decir e incluso sonar a economicista como conclusión, pero si ese esfuerzo de aproximación integral se satisface y resulta un éxito este país va a ser más competitivo porque vamos a tener una generación más formada, más capacitada y más preparada. Por tanto, una sociedad que debería ser mejor, más respetuosa con los derechos fundamentales, más inclusiva y al mismo tiempo más competitiva. Esto es un win-win.