MURCIA. Siguiendo con el formato tradicional que impera, de entre el total de las 29 firmas y casas de moda participantes, son distintos el papel que las distintas casas ocuparon dentro del calendario oficial de esta edición de la Semana de la Alta Costura de París. Unas celebraciones para las que encontraremos desde el grupo de casas que participaron desde su condición como casas de pleno derecho y que forman parte de la Chambre Syndicale de la Haute Couture, a aquellas que lo hicieron como firmas que, sin ser naturales de Francia, son aceptadas por ser garantes de las mismas técnicas artesanales y de los mismos valores que profesan desde la organización del certamen, y por último, a las casas que lo hicieron en calidad de invitadas. Todas tratando de hacernos soñar. Porque la alta costura no debe de ser últil, tan siquiera esa idea de que todo se debe de llevar a la calle. Es como el claro reflejo de que las obras de arte se pueden poner en la pasarela. Que la belleza puede moldear el cuerpo.
Un desfile inspirado en el ayer y el futuro, con la mirada puesta en Marte. Y es que en 1877, el tío de Elsa Schiaparelli, Giovanni Schiaparelli, director del Observatorio de Brera en Milán, descubrió algo nuevo: una serie de canales en el planeta Marte, además de acuñar el término «marciano». Así que tiene sentido que el espacio haya sido siempre un código informal de la Maison. La casa Schiaparelli sorprendía el lunes abriendo la Semana de la Moda con sus especiales marcianos.
Todos estaban formados con microchips, ventiladores y piezas interiores de aparatos tecnológicos. También hacía una oda al pasado, al saber hacer de la Maison. En definitiva, a su ostentación sin tapujo. La fijación de Elsa por la astrología era conocida por toda la industria, por eso, esta colección rinde homenaje a esa obsesión. De la misma manera que sigue con la visión de la Maison de jugar con los polos opuestos: el legado y la vanguardia, lo bello y lo provocativo, lo terrenal y lo enviado por el cielo. Pero como el arte (y la naturaleza) nos enseña una y otra vez, lo que parece diametralmente opuesto también puede generar nuevas narrativas.
Por eso, Roseberry llevó el ADN surrealista de la casa a nuevos niveles reusando elementos del pasado, pero pensando en un futuro robótico. El Chat GPT y todos sus derivados están haciendo que el futuro se plantee de otra forma. Porque estamos ante una revolución callada que hará que el futuro se plantee diferente.
Lo mismo le sucedió a Maison Margiela –firma que volvía a París con su director creativo: el rebelde John Galiano–. Galliano, conocido por su enfoque innovador y provocador, no decepcionó en la presentación de la colección Couture Spring 2024. La pasarela fue una obra de arte en sí misma, con escenografía surrealista que complementaba las piezas únicas que desfilaban. La creatividad de Galliano se inspiró en los retratos de Brassai de los años 20 y 30, que capturaban la vida nocturna de los bajos fondos parisinos. Este viaje a través del tiempo y el espacio se tradujo en una colección que fusiona la elegancia histórica con la rebeldía contemporánea.
El diseñador presentó una producción que combinaba magistralmente el cine y el escenario. Los espejos reflejaban imágenes cinematográficas de amantes, bailarines y gangsters, creando una narrativa visual única. Los modelos, con cortes audaces, corsetería extrema y caderas acolchadas, encarnaban personajes enigmáticos que paseaban por las orillas del Sena hasta el club parisino. El director creativo desafió las convenciones de la moda con detalles provocativos. Algunos vestidos revelaban sutilmente vello púbico a través de tul y encaje, provocando controversia y desencadenando debates sobre los límites de la expresión artística en la moda. Las técnicas innovadoras y las prendas transformadas en auténticas obras de arte demostraron la maestría del diseñador.
La atención al detalle fue excepcional en cada prenda. Los tejidos innovadores se mezclaron con elementos clásicos, creando una fusión única de lo antiguo y lo nuevo. Desde telas lujosas hasta textiles tecnológicos, Maison Margiela llevó la artesanía a nuevas alturas, que miraban el futuro con esa idea de que la intimidad se vuelve pública y que tan controvertida puede ser. Otra mirada política al pasado y futuro del mundo. A lo que está bien y a lo que no.
“Cristóbal (Balenciaga), hasta un sombrero es político”, le dijo Bizkarondo –el principal accionista de la casa Balenciaga durante gran parte de los años de gloria del creador– a Balenciaga cuando, tras la presentación de su última colección durante la ocupación nazi de París, les cerraron la maison durante más de tres meses tras una inspección. El motivo: incitación a la rebelión. La causa: los sombreros extravagantes, de grandes dimensiones y llamativos que Wlazio d’Attanville –socio y pareja de Balenciaga– y el director creativo habían ideado para llamar la atención de unas clientas que no acababan de unirse a aquella revolución que el español estaba trayendo a París. Balenciaga era un revolucionario callado. Un creador que buscó su seguridad en la insatisfacción crónica que muchos tenemos. De las espaldas anchas pasó a la silueta cocoon –silueta capullo en español y que se caracteriza por su falda globo–, después se peleó con las costuras y sus vestidos eran tela unida con la menor cantidad posible de hilo. “Yo soy apolítico” respondió el creador. “Eso no es posible”, fue lo que Bizkarondo le dijo antes de dejarle estar.
Eso sucedió un tiempo antes de que Balenciaga se enterara por Wlazio de que Coco Chanel tenía una relación con un agente de las SS. Él, en lugar de ponerle una barrera, le regaló un retrato que encontró de la modista en una galería de arte. Nunca hemos llegado a saber si Chanel era una nazi convencida o lo hacía para tratar de ayudar a ese pariente que tenía en un campo de exterminio, pero Wlazio enfadado se lo recriminó al diseñador. Este solo le respondió: “Son mis amigos, Wlazio”. Coco fue la que le llevó a París después de ver un desfile en San Sebastián. Ella fue la que dijo de Balenciaga que era el único couturier posible, el resto hacía con la tela lo que podía mientras él la dominaba y por eso eran simplemente diseñadores de moda.
Pensando en los sombreros y en la política me viene a la mente aquellas mujeres que diez años antes de que Balenciaga y sus incitaciones a la rebelión sucedieran, se quitaron el sombrero en el centro de Madrid. Un día, en el Madrid de los años 20, Margarita Manso, Maruja Mallo, Federico García Lorca y Salvador Dalí, pasearon por la Puerta del Sol quitándose el sombrero. Esta actitud transgresora pretendía romper la norma y, metafóricamente, en ausencia de la pieza que tapa la cabeza, liberar las ideas y las inquietudes. En plena dictadura de Miguel Primo de Rivera, en una España todavía cerrada y de espaldas al mundo, este gesto, quitarse el sombrero, los convirtió en rebeldes, especialmente a las mujeres. Para ellas, prescindir del sombrero implicaba abandonar el corsé de la época y, por tanto, no conformarse con el papel de esposas y madres. "Nos apedrearon llamándonos de todo", relató la misma Mallo en unas grabaciones hechas por TVE tras volver del exilio al que tuvo que obligarse tras la pérdida de la Guerra Civil por parte del bando republicano. Porque todo es político, hasta cómo vestimos.
La moda es una de las esferas en donde debemos arriesgarnos a ser nosotros mismos, porque lo más importante es buscar romper y acabar con las barreras y cambiar los paradigmas de lo que significa ser diferente. No hay razón para conformarse con seguir los estándares básicos que se nos imponen, debemos liberarnos de las preconcepciones erróneas de la sociedad que buscan codificar y estandarizar a las personas a través de una idea política, una orientación sexual o una profesión escogida. Os extiendo una invitación a que toméis el camino de la expresión libre por la moda, os invito a empoderaros y vestir diferente, a vestirse como vuestra personalidad lo demande. A no tener miedo a lo que piensen los demás, a nadie realmente le importa.. Así que, si queremos vestirnos como marcianos, como el gran Gatsby, como una Bichota o como nos plazca, la única opinión importante es la de quien está frente al espejo. Y si hay que incitar a la rebelión por vestirnos, nos vemos por las calles.
Y así, sin más, mi cabeza volvió de la orilla del Sena para afrontar la realidad.