CASTELLÓ. El golpe sufrido por el Castellón la pasada temporada en la final del play off fue un punto de partida para rehacer el proyecto de ascenso del club a Segunda División.
La primera decisión anunciada por la entidad de la Plana tras la eliminación en Alcorcón fue prescindir de Albert Rudé, técnico que dirigió al equipo albinegro en la segunda mitad de competición. Su sustituto, Dick Schreuder, fue anunciado a los pocos días en una comparecencia ante la prensa del máximo accionista del club.
Bob Voulgaris explicó entonces que buscaba un Castellón más ofensivo, que no especulara con el resultado y que el neerlandés era la persona indicada para liderar ese cambio de mentalidad. De hecho, fue tal la confianza que depositó en él que le hizo un contrato de cuatro temporadas.
Schreuder llegó a la capital de la Plana sin bagaje previo en el fútbol español y con poca experiencia como primer técnico en su país. Pero logró un ascenso en el último club que dirigió antes de emprender su aventura como orellut, el Zwolle, devolviéndolo a la Eredivisie.
Su modelo de fútbol ultraofensivo en una categoría como la Primera Federación generó algunas dudas en un sector de la opinión pública, pero el tiempo ha acabado dándole la razón. Schreuder logró implantar con éxito su estilo desde el primer partido y no tardó en situar en lo más alto de la tabla al Castellón, para deleite de una afición que no recordaba un juego tan vistoso de los albinegros.
El neerlandés no solo cambió la propuesta futbolística del equipo albinegro. También transformó la mentalidad de los jugadores. Además, supo administrar bien la presión del liderato, obteniendo el mejor rendimiento del equipo en la fase de resolución, con siete victorias consecutivas.
Con Schreuder, el Castellón ha dado el salto de calidad que buscaba Voulgaris. Pero los objetivos no acaban aquí. El club quiere seguir creciendo de la mano del neerlandés en su regreso al fútbol profesional.