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Se clarifica el panorama a la espera de 2023

9/10/2021 - 

La festividad del 9 d'Octubre marca como pocas fechas del año la agenda política valenciana. Es, de facto, el inicio del curso político, y una oportunidad de hacer recapitulación de la relación de fuerzas y las expectativas de los partidos. No por casualidad es la fecha elegida por los medios de comunicación para publicar encuestas de intención de voto, aunque las elecciones estén aún muy lejos (que lo están, a casi dos años de distancia).

Dichas encuestas, tanto ahora como en los últimos años, delinean un panorama muy similar al que surgió de las elecciones de abril de 2019, si nos atenemos a la política de bloques: el Botànic partiría con cierta ventaja que le permitiría revalidar el gobierno, pero con distancias tan pequeñas que casi entrarían dentro del empate técnico y que, en todo caso, ofrecen una clara oportunidad al binomio PP-Vox para intentar recuperar la Generalitat.

Si leemos la letra pequeña, las cifras atribuibles a cada partido, la situación tiende a ser estacionaria en la izquierda respecto de 2019, con el PSPV en primer lugar, Compromís estable, y Unidas Podemos bordeando el precipicio del 5%. En la derecha, en cambio, y como sucede en toda España, Ciudadanos desaparecería del mapa electoral, repartiéndose sus votos entre PP y Vox. Esta última circunstancia permitiría que el PP aspire a recuperar la primera posición, que le arrebató el PSPV en 2019 por primera vez en veinte años.

Tenemos, pues, la misma política de bloques de siempre, con las mismas dinámicas de siempre (un fortalecimiento del bipartidismo, a izquierda y derecha), y con los líderes de siempre despejando dudas y eventuales alternativas. Muy claros son los casos del PSPV, donde el president, Ximo Puig, es líder indiscutible del partido tras la defenestración de José Luis Ábalos y, también, al quedar establecido con claridad que Puig aspirará a un tercer mandato; y del PP, donde Carlos Mazón ha sustituido a Isabel Bonig con el férreo apoyo de la dirección nacional del partido. También se intuye que tendremos continuidad en Compromís, donde Mónica Oltra parece resignarse a permanecer en la candidatura (y previsiblemente a aspirar a la vicepresidencia) y no daría finalmente el salto a la ciudad de València. La principal incógnita en la izquierda es qué sucederá con Podem y con EUPV, si concurrirán conjuntamente o por separado, y con qué fórmula, y sobre todo si lograrán revalidar su entrada en Las Cortes, tras el enésimo show de división y lucha titánica por colocar asesores que nos deparó la entronización de la nueva líder autonómica, Pilar Lima, y la sustitución del vicepresidente tercero, Rubén Rodríguez Dalmau, por Héctor Illueca.

En todo caso, son dudas que no van a resolverse en los próximos meses, pero que continuarán influyendo en el devenir de la política valenciana, frente a una derecha donde también el PP parece ocupar la hegemonía, con la única oposición de Vox, tras la espantada de Toni Cantó (y posterior recolocación en el PP), apenas dos años después de quedarse cerca del sorpasso al PP.

Lo mismo cabría decir del ayuntamiento de València, pero cambiando al actor principal en la izquierda (el PSPV por Compromís), y con el ingrediente añadido (o, más bien, no añadido) de que Unidas Podemos ya se quedó fuera del ayuntamiento en 2019, y así y todo las cuentas le salieron al binomio Compromís-PSPV, sobre todo gracias al tirón del alcalde Joan Ribó, que ganó las elecciones en la ciudad, donde llevaba haciéndolo el PP desde 1995.  El alcalde de València, Joan Ribó, el día que recogió su vara de mando. Foto: EVA MÁÑEZ

Esa es precisamente la principal incógnita, en términos de liderazgos, de cara a 2023: si Ribó se presentará para un tercer mandato en la alcaldía (a los que hay que sumar sus cuatro años en la oposición a Rita Barberá, 2011-2015). En 2023 Ribó tendrá 75 años. Su edad, además del lógico cansancio tras estar ocho años al frente de la capital de la Comunitat Valenciana y tercera ciudad de España, son dos factores que juegan en contra de su renovación, que además inicialmente no estaba prevista, pues el propio Ribó había anunciado su intención de no presentarse más allá de estos dos mandatos, e incluso se especulaba con la idea de que su delfín pudiese entrar en la alcaldía en el ecuador de este segundo mandato.

Sin embargo, con el paso del tiempo se han evidenciado varias circunstancias: la principal, que Ribó ya no deja claro si volverá a presentarse o no, lo cual es una forma de indicar que se desdice de lo que afirmaba previamente. La segunda, que no hay una sucesión clara, sobre todo una sucesión que asegure preservar al menos la mayoría del caudal electoral que ha logrado congregar Ribó. Y, por último y como no dejamos de ver en diversos procesos electorales en todo el mundo, que 75 años, si la salud acompaña y las ganas también, tampoco son tantos (el ejemplo más palmario es el de Joe Biden, que asumió la presidencia de EEUU con 78, y ya coquetea con presentarse a la reelección).

Que Ribó repita o no es también el principal factor que puede otorgar a la izquierda un tercer mandato o que la derecha vuelva al poder. El otro es ver qué pasa con los votantes de Unidas Podemos - València en Comú, tras el fiasco de 2019: si se vuelven a presentar, si lo hacen en coalición todos los socios, o se integran en otras candidaturas. El PSPV, con Sandra Gómez, se mantiene en segundo plano, pero salvando los muebles respecto del descenso sin fin de este partido, elección tras elección, que por fin se vio frenado en 2019.

En el campo conservador la candidata del PP, María José Catalá, ha consolidado claramente su liderazgo, trabajándose la renovación de la candidatura con su recorrido estos años en la ciudad de València y en los medios y además apostando por el candidato adecuado en la sucesión de Bonig: el nuevo "líder indiscutible", Carlos Mazón. También se ha liberado de la sombra de una candidatura del expresidente de la Generalitat, Paco Camps, dentro o fuera del PP, con la que llevaba amagando meses. Catalá puede disputarle tanto el primer puesto como la alcaldía a Ribó, merced a la desaparición de Ciudadanos y la concentración del voto conservador. Todo ello en la segunda mitad de una legislatura escindida y condicionada por la pandemia del covid19, que aún no ha terminado.

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