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CRÍTICA DE CINE

'Segundo premio', contar los sueños

Se estrena una de las grandes películas españolas del año, un emocionante e inusual relato sobre la leyenda de Los Planetas filmado por Isaki Lacuesta y Pol Rodríguez 

24/05/2024 - 

VALÈNCIA. El 22 de septiembre de 1996, tras un concierto en el festival BAM de Barcelona, la bajista May Oliver decidió dejar Los Planetas en el momento más álgido del grupo. Poco después, en 1998, grabaron en Nueva York un disco que marcaría la historia de la música independiente nacional: Una semana en el motor de un autobús. Esta es la historia en la que se basa Segundo premio, la última película de Isaki Lacuesta, codirigida junto a Pol Rodríguez y coescrita junto al granadino Fernando Navarro, y que, tras arrasar en el Festival de Málaga (donde se alzó con el Biznaga de Oro a mejor película, el Biznaga de Plata a mejor dirección y el premio a mejor montaje), llega este viernes 24 de mayo a los cines.

“Esto no es una película sobre Los Planetas, es una película sobre la leyenda de Los Planetas”, se advierte en los títulos de crédito iniciales. Protagonizada por Daniel Ibañez, el músico y actor granadino Cristalino y Stéphanie Magnin, la película cuenta una de las épocas más decisivas de la popular banda granadina de indie rock a finales de los 90, cuando, al borde de su disolución, tras la marcha de la bajista original y una de las almas del grupo y en medio de continuos choques artísticos y personales entre el cantante (Juan Rodríguez, Jota) y el guitarrista (Florent Muñoz) llegaron a lograr su sueño: grabar en Nueva York el disco que les consagraría como una de las joyas del indie nacional y que quedará para siempre en el imaginario colectivo de muchos. Ese famoso disco encabezado por la canción que da título a la película. 

Pero como sugiere el mensaje del inicio, la película va más allá de la historia singular de Los Planetas. Desde la ficción, se esbozan las historias de vida de los integrantes de la banda, todo lo que hubo detrás de su leyenda, las complejas y a menudo destructivas relaciones entre ellos, sus encuentros y desencuentros, sus tensiones no resueltas, sus abismos, sus misterios, sus pulsiones de vida y muerte, sus momentos de tristeza y alegría como grupo y como amigos (tal vez, sobre todo, como esto último, y de ahí lo emocionante de la película), sus luchas juntos, solos y a veces los unos contra los otros. Con ello, la película es también el relato de una época y una generación, la de la escena indie española de los 90, con grupos como Usura, Penélope Trip, La buena vida o Family, de una manera de entender y vivir la música, la historia de un sueño y también del precio de ese sueño. 

Lacuesta y Rodríguez filman todo ese mundo de rock y psicodelia con un atrevimiento por momentos asombroso, a través de una narrativa que se aleja del biopic convencional (o del biopic a secas), una narrativa llena de melancolía, sutileza y misterio, que se atreve a jugar y a explorar con los recursos de un cine más autoral e íntimo a la vez que experimental y onírico, con las posibilidades a veces paradójicas del tiempo, la luz, el color, el sonido, el tono y la música, los registros y los formatos, logrando imágenes de gran poderío visual y con una sugerente carga simbólica, como la secuencia de un Nueva York nocturno que se revela como un hermoso homenaje al Poeta en Nueva York de Lorca

También hay belleza y personalidad en la forma como se aborda el mundo sentimental de la película. Con respeto y huyendo del sensacionalismo fácil, la relación del triángulo protagonista se narra con una magia y una sensualidad difíciles de plasmar. El resultado es la reconstrucción de una historia a través del tiempo, en la que se enlazan las imágenes y los testimonios de un pasado y un presente ficticios con una música sin tiempo, donde, como dice la voz de la bajista en un momento revelador, se halla la verdad del relato. La decisión de contar esa relación sin la necesidad de resolverla también resulta un acierto. Como a menudo sucede en la vida, el vínculo nunca se define por completo, puede ser amistad, amor, sexo o una mezcla de todo ello, del mismo modo que ella se va sin irse nunca del todo. 

Segundo premio termina siendo un bello, oscuro y conmovedor viaje por los avatares de una generación y unos músicos que llegaron a estar muy alto y también muy bajo, una película emocionante (capaz de llegar a un público no solo fan de Los Planetas), tan inusual como poderosa, contada con misterio y riesgo sobre los sueños y su reverso. Sin duda, una de las propuestas más interesantes del cine español reciente.

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