En los años en los que el hormigón era sagrado, que servía para construir los bloques de pisos en los que viviría la población forzada a marcharse del campo o expulsada por grandes infraestructuras igualmente de hormigón como las presas, también se empleaba para sellar los cementerios de los lugares que iban a quedar sumergidos por pantanos. Un libro, 'Detendrán mi río', viene a reunir testimonios de los que tuvieron que abandonar sus huertas, a veces a la fuerza, por las obras hidráulicas proyectadas en sus pueblos
VALÈNCIA. Cuando pienso en territorios devastados por el progreso se me va la mente a China y sus grandes presas. Entornos similares, retratados en películas como Naturaleza muerta de Jia Zhangke, sobre la presa de Las Tres Gargantes del Yangtze. Sin embargo, conviene recordar que en España pasó tres cuartos de lo mismo. El fenómeno, comienza el libro Detendrán mi río de Virginia Mendoza, ha desplazado a entre cincuenta y ochenta millones de personas en todo el mundo. En España, que es el país con las presas más grandes de la Unión Europea y el quinto del mundo, fueron quinientos pueblos e incontables áreas habitadas las que desaparecieron bajo el agua. Este reportaje, editado por Libros del KO, se centra particularmente en el caso de Cabo de Vaca, un pueblo de Caspe conocido como Cauvaca, hogar de los cauvaqueros o cauvacanos.
El lugar era tragado por el Ebro dos veces al año, lo que hacía que su huerta fuese especialmente fértil. Cuando llegó el ferrocarril a finales del siglo XIX, se esperaba un gran crecimiento del núcleo urbano porque los locales iban a poder vender sus frutas y productos en toda España. Por contra, cuando se acabó el trazado de la vía, lo que pasó fue que se estrecharon los demás accesos al pueblo, los carros no podían pasar y los caballos y burros no se atrevían por temor a caer al agua. Españoladas.
Un día de verano, un 18 de julio, el pueblo se quedó sumido en "un silencio atronador" porque el tren no llegó. Empezó la guerra y esta pequeña localidad sirvió de escala para muchos refugiados que pensaban huir a Francia. Caspe fue la capital del Consejo de Aragón y sufrió los ataques de la aviación alemana al servicio de los sublevados. En 1938, la desesperación de los milicianos era tal que, cuando pedían en su huida que les hicieran unas patatas, las sacaban del agua a mitad de cocción, se las metían en el bolsillo y seguían su camino.
Los episodios de posguerra y racionamiento son bien conocidos por todo aquél que haya leído historia de España, así como la llegada del nuevo orden de la dictadura nacionalcatólica. La diferencia, en esta localidad, estuvo en el destino que le esperaba, que era el desarrollismo, pero el de los demás. En una visita, en 1952, Franco visitó el pueblo y pronunció un discurso en el que dijo:
"Nos dolía España por su sequedad, por su miseria, por las necesidades de nuestros pueblos y aldeas, y todo ese dolor de España se redime con estas grandes obras hidráulicas nacionales, con este pantano del Ebro y con los demás que en todas las cuencas de nuestros ríos van creciéndose, embelleciendo el paisaje y creando ese oro líquido que es la base de nuestra independencia. Sí, señores, de nuestra independencia, porque no hay independencia política si no hay independencia económica, y no hay independencia económica si no hay bienestar en nuestros hogares..."
Y añadió:
"Sacrificio de los pueblos de la comarca de su praderío y de sus pastos anegados por las aguas, aunque se traduzca después en oro y en cosechas ubérrimas en todos los valles que riega el Ebro, nuestro gran río, todo ello, gracias a la unidad de los pueblos, y de las tierras de España, a los que llegará ese oro líquido para nuestras cosechas, única forma de hacer la patria una, la patria grande, la patria libre por la que luchamos ¡Arriba España!"
El caudillo ya llevaba trece pantanos inaugurados por esas fechas y le quedaban treinta y ocho más que estaban en construcción. No era una idea exclusivamente suya, desde hacía medio siglo, explica Mendoza, las sequías y la excesiva inclinación de los ríos españoles eran un quebradero de cabeza para los intereses nacionales. El antecedente de todas las infraestructuras que le valieron a Franco el apodo de Paco el Rana se había planeado en 1933 por iniciativa del mejor ministro que tuvo las República, Indalecio Prieto. Eran políticas que anunciaban grandes beneficios, pero no mencionaban la destrucción de los pueblos, las expropiaciones, muchas de ellas forzosas y la emigración de todos los lugareños.
El proyecto que se aprobó para Cauvaca contemplaba dos presas y la inundación de los regadíos ancestrales e incluso las minas que enviaban lignito a la industria de Barcelona. El alcalde se opuso y, como es de imaginar, fue cesado. La autora pone especial énfasis en los que no pudieron reconstruir su vida, los más mayores, en sus impresiones cuando llegaban los técnicos a tomar medidas de su mundo con el fin de eliminarlo. Es especialmente ilustrativo un detalle, en plena era de hormigón, este también se usaba para sellar los cementerios de todos estos pueblos para que los muertos no se salieran cuando llegase el agua del pantano.
Detendrán mi río cuenta toda esta historia con testimonios reales de testigos que aún viven. Gente tan mayor que pide por favor que no le quiten las arrugas en las fotos que les ha costado mucho conseguirlas. Antes de que empezara el fenómeno de "la España vacía" tras el ensayo de Sergio del Molino, Mendoza ya llevaba tiempo trabajando en los reportajes de lo que sería Quién te cerrará los ojos. Esta obra se puede entender como una segunda parte en la que conserva un estilo muy personal, poca gente puede relatar una tragedia como si se tratara de un cuento, y sigue dando el protagonismo a todos aquellos que perdieron y pierden sus vidas y sus mundos en nombre del progreso o como consecuencia de este.
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