Colectivo Sin Par visita la playa del Puerto de Sagunto con su versión deconstruida del primer baile que acometieron de forma consciente
CASTELLÓ. Lara Misó y Wilma Puentes recuerdan sus primeras veces sobre un escenario entre la nebulosa de postales, entre hiperrealistas y confusas, que procura la infancia. Pintadas como puertas, con el tirabuzón dibujado en la frente y ataviadas con pendientes y vestidos holgados, que chocaban unos con otros. En torno al entablado al que las encaramaban junto a otras niñas pequeñas, muchos adultos jaleaban «mira a la niña, qué guapa», «venga, baila». Y ellas, combándose y subiendo los brazos, en un esbozo precoz de las sevillanas, antes de tener el control de sus cuerpos.
«Todo resultaba estrambótico si no perteneces a esta cultura -se sonríe Misó-. Bailábamos por inercia y actitud, pero no sabías los pasos y gestionabas como podías el espacio, los cruces y los finales».
El flamenco es moldeable a todo. Así lo han experimentado creadores heterodoxos hoy reconocidos con el Premio Nacional de Danza, como Israel Galván, Rocío Molina y Manuel Liñán, pero no así la sevillana. «Es una estructura muy cerrada, con unos pasos concretos en un margen de tiempo. No hay tu tía», concluye Lara.
Sin embargo, las coreógrafas granadinas afincadas en València han asido el baile de su niñez y lo han maleado en una deconstrucción que lleva por título Mírala cara a cara, como una de las canciones más famosas que se escuchan en las ferias. Su compañía, Colectivo Sin Par, representará una versión corta de calle el próximo 27 de julio en la plaza de la Concordia de la playa de Puerto de Sagunto, en el contexto del festival Fem(me) Dansa.
Cada sevillana consta de cuatro partes precisas: la pasada, el paseíllo, el careo y el remate. Aunque las bailarinas las habían estudiado en el conservatorio, buscaron un tutorial para hacer memoria, estudiaron cada una de ellas y se dispusieron a hibridarlas con el lenguaje de la danza contemporánea.
«Durante los estudios apreciamos las sevillanas de una manera muy pulcra, durante cuatro años de danza española, pero en la calle son como la salsa cubana, están más desdibujadas. El remarque, por ejemplo, no se hace como en el conservatorio. En las casetas, los tempos y la estructura están más distendidas», distingue Lara.
De entre todas las variantes de las sevillanas, de feria, rocieras, corraleras, marineras, bíblicas, alosneras, litúrgicas, boleras y de Lebrija, eligieron las de feria y las corraleras, «por su carácter festivo y cercano, más rápidas, libres y precisas», enumera Puentes.
Tomaron su patrones coreográficos y rítmicos para traducirlos a la corporalidad de su estilo. Respetaron la una, la dos, la tres y la cuatro. Esto es, las cuatro coplas, cada una con su propia estructura y ritmo, separadas entre sí por la posición del baile bolero llamada «bien parao».
«Hemos respetado el ritmo y los paseíllos y llevado muchas cosas al suelo y contacto entre nosotras dos, propio de la danza contemporánea. Hemos utilizado el espacio y la proximidad, acercándonos y alejándonos, así como acelerado alguna partes para llegar a otras más tranquilas», detalla Misó.
Otro aspecto que tuvieron en cuenta, pero resignificándolo, fue el careo, ese estar mirándose constantemente. En principio plantean un juego alrededor de no mirarse, como oposición a la tradición, hasta que al fin consiguen hacer contacto visual, en una metáfora de una mirada a un pasado compartido, donde se encuentran con sus recuerdos.
El vestuario y la música también se han reimaginado. Rocío Juárez ha rehuido los volantes en pos los flecos, prescindiendo de la falda a favor de unos pantalones y dotando al conjunto de colores alegres y vivos. «El diseño ha cumplido los principios de llevar la sevillana a algo actual y diferente, facilitando la comodidad que requiere bailar danza contemporánea, donde nos arrastramos por el suelo y levantamos las piernas», agradece Wilma.
Según el suelo, bailaban descalzas o en zapatillas, aparcando los taconcitos que llevaban de niñas.
La música la firma un diyei y productor especializado en música electrónica que ha trabajado habitualmente con el colectivo, Sueezo. Como explica Lara, «ha sido todo un universo para él». El arranque es en silencio, pero la parte central es una sevillana contemporaneizada, en cuyo empastado final han colaborado para que se cosieran cuerpo y música «de una manera más fina».
Colectivo Sin Par suma con esta propuesta tres espectáculos. Su debut fue con Efecto Siam, que exploraba la unión física de los siameses Chang y Eng Bunker. La segunda pieza, No es Amor, era una exploración de la figura del círculo inspirada en la obra de Yayoi Kusama.
«En la primera intentamos reflejar nuestra conexión, el hecho de que nos conocemos desde muy pequeñas. Llevamos toda la vida juntas. En la siguiente, además de la investigación de Lara sobre la geometría, estaba también esta cosa de buscar los huecos y los círculos entre nuestros cuerpos cuando bailamos», explica Wilma.
La complicación al abordar esta tercera ha venido de tener que cambia él ánimo de la pieza, «porque las previas eran más abstractas, sobrias y meditativas, mientras que aquí pretendíamos reflejar ese contexto de alegría y fiesta», contrasta Puentes.
Después de la experiencia, han concluido que el colectivo se siente más cómodo cuando trabaja con un hilo conductor emocional.
Lara Misó y Wilma Puentes nacieron en los años noventa, de manera que no han vivido el folklore desde la percepción reaccionaria, asociada a su auge en el franquismo. «Me da la sensación de que ahora se está revisando la tradición con connotación positiva. Percibimos que aporta identidad a la comunidad, independencia y seguridad».
Más liberadas de los prejuicios, reivindican el género. El debate en el que se hayan sumidas no es el de las generaciones anteriores, sino el de la apropiación cultural. Al respecto, Misó considera: «Nosotras nos hemos acercado a las sevillanas porque forman parte de nuestra tradición, las hemos vivido en nuestra carne, y las revisitamos de una forma humilde y honesta, desde el respecto a la técnica y el palo del flamenco, sabiendo dónde estamos».