He estado estos días tratando de averiguar si Sheinbaum, el apellido de la nueva presidenta de México, es de origen maya o mexica. Pues bien, nadie ha sabido resolverme esa duda. Ni siquiera ampliando el espectro a las más de sesenta etnias indígenas mexicanas he podido elucidar ese enigma. Es más, algunos malintencionados se han atrevido a sugerirme que sonaba más bien a alemán. Imposible, me dije para mis adentros, ¿cómo una descendiente de emigrantes alemanes iba a comprender tan profundamente el drama de los indígenas mexicanos, brutalmente invadidos por los españoles? De hecho, se trata sin duda del principal problema de México. Andan muy errados los que crean que a los gobernantes mexicanos deberían sentirse preocupados más bien por el imperio del narcotráfico, los centenares de asesinatos anuales, la discriminación de las mujeres, la pobreza generalizada o la emigración galopante a los Estados Unidos.
En absoluto, lo verdaderamente dramático fue la actuación de Hernán Cortés y sus seis centenares de soldados hace medio milenio. Los muy jodidos no solo construyeron hospitales, universidades e iglesias, sino que ayudaron a la mayoría de las etnias indígenas a liberarse del yugo de la cultura amerindia entonces dominante. Esos diversos indígenas vieron a los recién llegados españoles como verdaderos liberadores, en lo que no erraban en absoluto. Fueron ellos quienes hicieron una nación, México, hasta entonces inexistente. Y los que les legaron el idioma en el que ahora Sheinbaum presenta su histórico agravio ante el Gobierno español. Da gusto entenderla sin necesidad de traductor alguno, privilegio del que no gozamos al escuchar a Puigdemont o a Aizpurúa.
Los mejor informados dicen que la presidenta no ha hecho sino seguir la dinámica iniciada por su antecesor, el presidente López Obrador. En su caso no hay ninguna duda del origen de sus apellidos: su abuelo materno nació en un pueblo de Cantabria y su abuela materna en un pueblo de Asturias. De hecho, tendría derecho a la nacionalidad española si lo solicitase. No así por la rama paterna, cuyos dos abuelos eran indígenas africanos. Sí, africanos. A pesar de esa genealogía, Obrador declaró al presidente manchego socialista Page que odiaba a los españoles. Un misterio psicoanalítico cuya explicación se me escapa.
Al parecer, ese odio a España es compartido por buena parte de nuestra extrema izquierda. Ya me lo temía yo a la vista de los nombres que habían dado a sus formaciones políticas: Sumar, Podemos, Izquierda Unida, Más País, Compromiso, Comunes, Bloque Nacionalista Gallego, Izquierda Republicana de Cataluña, Reunirse (Bildu). Pregunta de concurso televisivo: ¿qué tienen en común esos nombres? La respuesta es obvia: en ninguno figura la palabra España. Consideran oportuno hablar de Galicia o de Cataluña, pero huyen de la palabra España como si estuviese endemoniada.
"Hablaban de México como una única nación soberana los mismos que andan diciendo que España es un Estado plurinacional"
Pues bien, me ratifiqué en mi sospecha cuando contemplé las respuestas que sus más eximios representantes dieron a la negativa de Sheinbaum a invitar a nuestro Jefe del Estado, el rey Felipe VI, a su toma de posesión. Por si no lo saben, esa decisión carece de precedentes en toda Hispanoamérica. A la vista de ese dato, daba gloria escuchar a nuestros diputados izquierdistas interpretar la decisión mexicana. Y sus palabras me parecían todavía más gloriosas cuando recordaba que México se autodefine como una república federal, compuesta de 31 entidades federadas y la capital. Dudo que mis lectores me crean si no lo vieron ellos mismo, pero les juro que todos ellos, Rufián de IRC, Rego de BNG, Pisarello de los Comunes y el portavoz de Reunirse, se mostraron unánimes en defender que había que respetar la soberanía de México, una nación independiente. Oigan, ni la menor alusión a que no había que confundir la igualdad con la uniformidad, como predican para España. Nada de insinuar que México era un Estado Plurinacional, como dicen que es España. Aunque niegan la soberanía única del pueblo español, exaltaron la del pueblo mexicano. Ni la menor mención a la urgente necesidad de implantar la inmersión lingüística en maya, en totonaca o en zapoteco. Ni una palabra acerca de conveniencia de reconocer la singularidad financiera de Guanajato o un concierto económico con Morelia. Me tenían fascinado. Hablaban de México como una única nación soberana los mismos que andan diciendo que España es un Estado plurinacional. La cosa tenía guasa.
No obstante, el premio se lo llevaban los de Sumar. Por un lado, Urtasun, el ministro que se había propuesto descolonizar nuestros museos, se veía en la incómoda situación de un descolonizador descolonizado. Solo pudo decir que, como ministro, respetaba la decisión de no enviar ninguna representación oficial a la toma de posesión de Sheinbaum, pero como miembro de Sumar defendía la conveniencia de asistir a la toma de posesión de Sheinbaum. Por lo demás, era partidario de reforzar las relaciones diplomáticas con México y nos recordó que la vicepresidenta Díaz había visitado ese país en varias ocasiones. Previendo la posible perplejidad de los ciudadanos, el portavoz parlamentario de Sumar, señor Errejón, de Más País, consideró oportuno aclararnos que no había ninguna contradicción: los ministros de Sumar se adherían a la decisión de no asistir y los miembros de Sumar pensaban asistir. Oye, qué envidia me daban los mexicanos. Aun perteneciendo a un estado federal con varias decenas de lenguas indígenas y otras tantas etnias, eran tratados como una nación soberana por nuestros izquierdistas. Y uno se preguntaba por qué diablos no aplicarán ese mismo enfoque a España, cuya Constitución emana de la soberanía única del pueblo español. Me temo que soy uno de los pocos españoles medio de izquierdas que piensa que España es una nación soberana. Y eso aunque nuestro presidente se apellide Sánchez y no Sheinbaum, que sigo sin saber si es maya o mexica.
Últimamente las noticias internacionales no son positivas, ni mirando al Este ni al Oeste, en estos tiempos se impone el dicho, del que resiste gana