VALÈNCIA (VP). La leyenda dice que un entorno de elevados tipos de interés perjudica el buen comportamiento de la renta variable. Es cierto que comúnmente un tal escenario se asocia con efectos negativos. Veamos aquí lo qué hay de cierto en dicha afirmación. En primer lugar, argumentaría que al paso del tiempo las cosas evolucionan. La esfera bursátil no es ajena a ello y aunque sigue siendo parcialmente correcto el mito, hay argumentos para demostrar que, bajo ciertas circunstancias, puede influir de manera positiva en renta variable. No obstante, el resultado muchas veces no se ve de inmediato.
Tengamos en cuenta que los tipos altos sirven a priori para estabilizar una economía y protegerla ante la inflación. Como consecuencia, el resultado a largo plazo es positivo para empresas y sus acciones. Además, en algunas ocasiones un crecimiento económico sólido puede tener suficiente capacidad de absorber niveles altos y convivir con ellos durante un tiempo, sin mayores consecuencias. En un tal hábitat, las empresas tienden a tener mejor desempeño lo que se puede traducir en mayores beneficios y en un mayor valor para los accionistas.
Pero lo realmente interesante es cuando el supuesto obstáculo de unos elevados tipos, que incrementan el coste de capital, se convierte en oportunidad para las sociedades. Entonces es cuando se ven en la obligada necesidad de mejorar en eficiencia e innovación en diferentes ámbitos. Esto implica centrarse especialmente en proyectos de alta rentabilidad y en buscar nuevas fórmulas que permiten reducir costes y aumentan la productividad. Es decir, emprendimientos individuales que tarde o temprano se pueden ver reflejados favorablemente en la valoración bursátil.
Y en línea con el mismo afán, muchas cotizadas aprovechan aquel momento también para reducir sus estructuras empresariales. No pocas veces los inversores se fijan en compañías con importantes proyectos de racionalización, que incluye por ejemplo la venta de divisiones no rentables, una reducción significativa de la deuda empresarial o una reestructuración total de la empresa para dejarla únicamente con las áreas fructíferas.
Acometidos de manera razonable y bien entendible para todos los grupos de interés, estos movimientos también pueden traer alegría a los accionistas. Asimismo, los entornos de elevado coste de capital invitan a las empresas a mejorar su gestión de flujo de caja y las estrategias de financiación. Esto puede llevar a una mejor toma de decisiones financieras a medio plazo y una mayor resistencia frente a tiempos económicos más convulsivos.
Todos estos desarrollos comentados anteriormente no son exclusivamente el resultado de altos tipos de interés, pero un entorno económico desafiante, como el que acompaña a un elevado nivel en los tipos, puede actuar como catalizador. En primer lugar, hay sectores que se benefician más en este contexto y por otro lado, impulsa el desarrollo de servicios y productos en campos menos favorecidos.
Aparte del sector financiero, que probablemente es el principal ganador en tal escenario, la situación que vivimos en la actualidad demuestra que el sector energético es el que mejor sabe adaptarse para potenciar su oferta en servicio y producto. Todo ello desarrollando tecnologías de eficiencia energética cuyo valor añadido para el consumidor es una mejor gestión del consumo y un ahorro considerable.
Otros sectores ganadores pueden ser el de recursos naturales, que se aprovecha del incremento en los precios de las materias primas; mientras el sector del lujo que suele verse favorecido por una demanda bastante inelástica. En estos últimos, el mérito de las compañías afectadas es menor ya que la oportunidad para los inversores viene dada por acontecimientos externos, y no tanto por un esfuerzo de regeneración interna en las cotizadas analizadas.
Para concluir, pienso que podemos afirmar de manera general que los altos tipos de interés representan un desafío para los intereses de los accionistas en el corto plazo. En cambio, no tiene que ser así en el medio/largo plazo donde ciertas dinámicas ayudan a transformar los aspectos a primera vista negativos en positivos. Luego ya es cuestión de las acciones que se toman en las empresas para aprovechar las oportunidades y crear valor económico añadido.
Christian Dürr es socio-director de ETICA Patrimonios EAF