VALÈNCIA. Pocos personajes han tenido un significado tan relevante dentro de la cultura contemporánea como Batman. Lleva reinventándose en la ficción audiovisual desde los años sesenta y su mitología no ha parado de crecer. Cada nuevo director que se ha hecho cargo de él ha intentado imprimir su personalidad visual y narrativa y de alguna manera ha conseguido expandir su mitología sin por ello perder su esencia a través de sus diferentes visiones artísticas.
Primero fue Tim Burton en las fundacionales Batman (1989) y Batman vuelve (1992), después Joel Schumacher con las psicotrónicas Batman Forever (1995) y Batman y Robin (1997). En 2005 Christopher Nolan se hizo cargo de la saga para dotarla de una nueva dimensión en Batman Begins (2005), El caballero oscuro (2008) y El caballero oscuro: La leyenda renace (2012). Movidos por el ansia expansionista de Marvel, DC también intentó integrar su personaje más icónico dentro de su universo extendido que comenzaría con Batman vs Superman: El amanecer de la Justicia. Pero en realidad, esta maniobra nunca terminó de funcionar, quizás porque el personaje necesita su propio espacio.
Ahora, Matt Reeves se ha hecho cargo de la saga después de que Ben Affleck declinara hacerse cargo del proyecto. Desde sus inicios junto a J.J. Abrams, el director demostró que tenía una forma particular de acercarse a los blockbusters, intentando alejarse de los clichés prestablecidos y dotándolos de singularidad. Así, dotó de un nuevo aliento a las monsters movies en Monstruoso, y compuso dos estupendas secuelas de El planeta de los simios. Ahora, se encarga de refundar Batman insuflando un nuevo estilo, más oscuro y nihilista que conecta a la perfección con los tiempos en los que vivimos, marcados por el aislamiento y las teorías conspiranoicas.
En ese aspecto, su alianza con Robert Pattinson resulta fundamental, ya que el actor también se encarga de darle la vuelta al personaje, sumergiéndolo en la obsesión más profunda (la de ejercer de justiciero en una ciudad sin ley) y el espíritu emo. Su Batman es hermético y torturado, asocial y desaliñado. En consonancia, Gotham City se presenta como un lugar donde el peligro acecha en cada esquina, donde la delincuencia campa a sus anchas y donde la corrupción afecta a todos los estratos de la sociedad, desde los bajos fondos a las altas esferas. Ya no encontramos un único villano, sino que el mal está diseminado en una cadena inmoral infinita. Las caracterizaciones escapan a las convenciones. El mafioso Carmine Falcone (John Turturro), Enigma (Paul Dano) tan solo se esconde tras una máscara y en el caso de Oz, futuro Pingüino (Colin Farrell) se ha optado por una transformación física total. Catwoman (Zöe Kravitz) solo necesita un antifaz para adoptar su personalidad gatuna y su idiosincrasia escapa a los estereotipos que la habían definido hasta el momento en la pantalla. Es una outsider que busca su camino en medio de toda la ignominia que la rodea y encontrará en Batman a un aliado en su particular vendetta.
The Batman se configura a modo de thriller detectivesco con reminiscencias noir y atmósfera opresiva. Puede que remita a Seven de David Fincher, pero también al género que se desarrolló en los años setenta, como las películas dirigidas por Sidney Lumet (desde Serpico a La noche cae sobre Manhattan) que se encargaban de escarbar en las cloacas del sistema. Porque si El caballero oscuro de Nolan constituía una metáfora del 11-S, The Batman refleja a la perfección la desconfianza en las autoridades y en el sistema en la que nos hemos instalado. En The Batman todo está corrompido. La policía, el alcalde, los políticos, jueces y fiscales… en definitiva, todos los poderes institucionales. Aunque la película no se ubica en ninguna época concreta, las redes sociales juegan un papel fundamental a la hora de esparcir la semilla del miedo y del odio. Como ahora.
Dentro de toda esa espiral de miseria moral, solo encontramos a dos hombres buenos e íntegros, el fiel y protector Alfred (Andy Serkis) y el teniente Jim Gordon (Jeffrey Wright).
En el aspecto visual, Matt Reeves explota el elemento macabro, la noche, los clubs nocturnos con sus luces de neón, la decadencia atmosférica, la estética post-industrial y tiñe toda la película de una paleta bicolor, negra y roja. Y sombras, muchas sombras, al igual que, al fin y al cabo, Batman también lo es. Su composición es sobria, casi minimalista, y se aleja radicalmente de la espectacularidad hiperbólica de Christopher Nolan. Puede que a nivel narrativo resulte un tanto enrevesada, pero su propuesta y coherencia resulta tan potente que instaura una nueva era para el personaje.
Se estrena la película por la que Pedro Martín-Calero ganó la Concha de Plata a la mejor dirección en el Festival de San Sebastián, un perturbador thriller de terror escrito junto a Isabel Peña sobre la violencia que atraviesa a las mujeres